Combinando técnicas milenarias y nuevas tecnologías, los terena de Brasil logran multiplicar la cantidad y calidad del tubérculo, y sin deforestar ni un solo árbol.
Se le conoce con varios nombres: mandioca, tapioca, casava, guacamota, pero su acepción más común es yuca. Este tubérculo supone la base de la alimentación de más de 800 millones de personas en el mundo y en América Latina su cultivo es uno de los más importantes para los indígenas. En Brasil, cuarto productor global de yuca (21,2 millones de toneladas en 2013) es una parte fundamental de la dieta diaria.
En varias partes de Brasil el cultivo de yuca es la base de ingreso de miles de familias. Tal es el caso de los indígenas terena, de la aldea Ekeruá, ubicada a apenas 370 kilómetros de la ciudad más grande de América del Sur, São Paulo. Para los terena, el cambio radical de su situación llegó cuando tuvieron la oportunidad de reinventar el cultivo. Y al mismo tiempo, mantener viva su cultura. Un proyecto que ha unido al gobierno federal, al del estado de São Paulo, al Banco Mundial y a una universidad privada, entre otros aliados, ha permitido que los indígenas se conviertan en reyes del tubérculo: producen ahora cuatro veces más yuca y, lo que es más importante, lo hacen sin dañar el medio ambiente.
En los últimos tres años, la superficie cultivada aumentó 24 a 100 hectáreas, sin recurrir a la deforestación. Se rescataron algunas técnicas tradicionales, como el murundum, que consiste en formar montículos de tierra para ayudar en la cosecha manual y proteger el suelo contra la erosión y la sequía. Al mismo tiempo, comenzaron a probar nuevos fertilizantes orgánicos y reutilizar la cáscara de la yuca.
Además, adoptaron una nueva variedad de raíz (no transgénica): IAC 576-70, conocida como amarelinha, más resistente a las plagas y con mayor rendimiento que la utilizada anteriormente. Por lo tanto, la producción aumentó en un 370% y los agricultores tuvieron un nuevo estímulo para cultivar su propia tierra. “Trabajamos para nosotros mismos y nos regresamos a vivir de acuerdo a nuestra cultura”, dice Lourenço de Camilo, coordinador de producción. El trabajo comienza temprano, alrededor de las 5 de la mañana, y termina cinco horas más tarde. El resto del tiempo, los terena cuidan de la casa y de los niños y hacen artesanías (otra fuente de ingresos).
En casi cinco años, el proyecto permitió a estos indígenas y a otras 22 mil familias de agricultores de São Paulo acceder a nuevos mercados. Y la iniciativa propuesta por los terena se ha sumado a diversas inversiones que hace el Banco en otras poblaciones indígenas de América Latina.
Fuente: El País /Buen Diaro