Es una evidencia que brilla porque empaña a toda la oligarquía pudiente y a sus políticos. Piñera prioriza el manejo de sus affaires y se aprovecha pecuniariamente, en el ejercicio mismo del poder, de la confusión de lo privado con lo público. Mejor dicho, es éticamente subdesarrollado y ni siquiera practica la ‘Business ethics’ que aconseja separar interés privado de ‘public interest’. Él, como la mayoría de los grandes empresarios chilenos parece considerar que la búsqueda obsesiva del interés personal o de la ganancia es ajena a toda preocupación ética y que el mundo empresarial beneficia de una especie de inmunidad moral. En otros términos, que la economía capitalista no puede ser fecunda que si ella está exenta o se encuentra excluida de las exigencias éticas habituales que se le aplican a los políticos.
Sebastián Piñera trajo a cuestas a la Moneda las peores prácticas (o las más comunes) del mundo capitalista empresarial (ver Paul Walder). Las mismas que por sus excesos como el enriquecimiento fácil de los operadores bursátiles, los bonos de los altos ejecutivos de Goldman Sachs, el tráfico de influencia y el uso de información privilegiada y especulativa son factores determinantes en la concentración abusiva de la riqueza en un ínfimo porcentaje de la población mundial y que con razón son denunciadas por vastos sectores y cada vez más por los medios periodísticos con consciencia ciudadana.
Son las lacras intrínsecas a la dinámica del capitalismo financiero y neoliberal que en un contexto de crisis, de aumento de las desigualdades en los ingresos (1), de despidos de trabajadores e incertidumbre económica, también le dieron el tema a la segunda película de Oliver Stone (sale en abril) con Michael Douglas como el Golden boy (Gordon Gekko) triunfante en Wall Street en los 80, transformado hoy en un típico y diabólico banquero. Con la diferencia que Douglas-Gekko en “Money Never Sleeps” es sólo un banquero y no un banquero-presidente de un país.
Después de la serie de escándalos que han sacudido el sistema financiero mundial tales procedimientos han quedado al descubierto y embadurnados por el oprobio.
En el caso de los negocios del presidente Piñera, el conflicto de interés (entre el estadista y el hombre de negocios) no puede ser mayor, visible y tan, pero tan grotesco, que pronto el país será conocido por esa ‘boutade’ genial que no tardará en dar la vuelta por las capitales mundiales y que lo resume todo: desde el 11 de marzo, Chile está siendo atendido por sus propios dueños. Quizás algún día se haga otra película que refleje las contradicciones de un pueblo. Da para un testimonio fílmico acerca del ocaso de una época marcada por los excesos del poder del dinero, con trasfondo de crisis política, más catástrofe natural con brotes de solidaridad entre la gente. Dos lógicas, dos Chile.
Por lo mismo, la pésima elección de los chilenos, inducidos por el sistema electoral actual, el peso del dinero, el bombardeo mediático y la despolitización programada desde sus inicios por la religión del consumo estimulada por los Chicago boys y santificada por años de neoliberalismo a la concertacionista, les costará cara a las grandes mayorías. Ya lo vemos: las mediaguas serán una vergüenza nacional, los subsidios no serán siquiera de subsistencia sino sólo para darles existencia nominal, la reconstrucción piñerista será una ensalada de negociados y, ni pensarlo, que se le aumenten los impuestos a los más ricos del país para distribuir recursos monetarios a los sectores desfavorecidos.
Basta con ver los consejos que José Piñera le brinda a su hermano en la Moneda para entender la tónica dominante en los círculos restringidos del poder piñerista. Es la misma que se está dando en otras latitudes donde, sin embargo, muchos economistas reconocidos plantean aumentar la tributación de los más altos ingresos (2). El Big brother lo sabe y le dice a su hermano presidente que gobierne como un conservador a la Thatcher, que sea el mismo que ha sido, que no imite ni copie a nadie y que la única manera de lograr el crecimiento es lo mismo que repetía como loro el viejo dictador: “hay que dejar que los ricos se enriquezcan”.
Por Leopoldo Lavín Mujica
(1) Acerca del aumento de las desigualdades de ingreso en los países desarrollados desde hace un siglo visitar: http://elsa.berkeley.edu/~saez/
(2) Pierre Fortin, uno de los economistas liberales estrella de Canadá, está preconizando un aumento de los impuestos de los ricos “para frenar la concentración inmoderada y escandalosa de la riqueza extrema en manos de un reducido grupo”. El Sr. Fortin es profesor emérito de la Universidad de Québec à Montréal (UQAM) e investigador en el Centre universitaire sur le risque, les politiques économiques et l’emploi. José Piñera es miembro del Cato Institute, un Think Tank estadounidense ultraneoliberal.