Sus manos muchas veces terminan repletas de heridas, ampollas y cicatrices, producto del duro trabajo que implica ser temporera. La mayor parte de ellas busca un aditivo pasajero que les permita aumentar los ingresos para mantener a sus familias. Pese a ello, constituyen una parte importante de la fuerza de trabajo de nuestro país, en un sector fundamental para la exportación.
El “temporero” -su nombre lo dice- se ocupa de las tareas estacionales para las empresas agrícolas. Es decir, selección, cosecha, carga, limpieza, control de calidad o empaque de frutas, flores, semillas y hortalizas. De los casi 400 mil temporeros existentes a nivel nacional, la mitad son mujeres. Presentes en casi todas las regiones, tienen jornadas de trabajo que se cuentan entre las más duras y extensas de nuestro país -muchas veces superando las 15 horas-. Pero es sólo una pequeña parte de la problemática que estas esforzadas trabajadoras deben sufrir.
Por el hecho de que tales labores se realizan en zonas rurales y agrícolas, hay otro factor que afecta las condiciones de vida de las temporeras. La migración a otras regiones para la cosecha de frutas, trae diversas dificultades con el sistema de salud, con el alojamiento, con el cuidado de los hijos, el transporte, etc.
Si bien este último problema es común en nuestro país, avergüenza ver el “acarreo” de trabajadoras y trabajadores en camiones tolva repletos hasta sus lugares de trabajo.
Aunque muchas temporeras de nuestra provincia laboran relativamente cerca de su lugar de residencia, el trabajo de temporada casi no tiene descanso, lo que causa dificultades en el cuidado de los hijos y por ende, problemas familiares.
Las condiciones de trabajo en que se desenvuelven estas agricultoras son, en una cruel analogía con sus sueldos, precarias e inestables. Aparte de ello, muchas veces sufren por el trato indigno por parte de sus patrones y por la falta de higiene, de agua potable o de baños en los predios donde cosechan. Hasta se han dado casos, en la sexta región, de mujeres obligadas a trabajar encadenadas.
Según estadísticas de la Red Chilena Contra la Violencia Doméstica y Sexual, el 50% de los temporeros (hombres y mujeres) no cuentan con un contrato de trabajo, realizándose el pago a través de oscuros y poco transparentes “tratos”, siendo la mayoría, de palabra. Por ende, la formalidad de estos acuerdos es bastante tenue, por no decir nula. Si se suma el hecho de que la mayoría de las trabajadoras de este rubro no cuentan con gran educación y por ello carecen de información, es fácil para sus jefes aprovecharse de la situación a la hora de hacer respetar los derechos laborales.
ESCLAVAS DE LA TIERRA
La señora Sonia, temporera de Pichirropulli, tras sufrir una caída en su lugar de trabajo sin consecuencias serias para ella, debió tomar unos días de reposo. Al volver, le dijeron que no había más trabajo y que no la iban a necesitar más. Ella señala que “mis propias compañeras me dijeron que era mentira y que se estaba comentando que cuando volviera me iban a despedir”. No recibió ninguna clase de compensación o beneficio y quedó cesante con tres hijos que mantener.
Los accidentes laborales son comunes en las tareas de temporada, lo que no sería problema si no fuera porque, a la hora de ser atendidas, estas trabajadoras tampoco tienen una base de apoyo sólida. Rosalía Pérez Jara, trabajadora de Franserv, en el sector Choroico, sufrió un accidente de trabajo el 26 de enero pasado. Mientras se lavaba las manos tras haber entregado su bandeja de arándanos, fue arrastrada por un tractor. La rueda trasera del vehículo aplastó su pierna izquierda, causándole graves heridas por las que debió ser llevada de urgencia al Hospital de La Unión.
Sin embargo, la empresa donde trabaja, sólo respondió llevándole al centro de salud. “Después no hicieron nada más. No me han pagado nada, ni me han visitado, ni nada. Yo ahora en marzo tenía que volver para terminar con los arándanos y comenzar con la cosecha de papas. Lo que tenía ganado lo mandé a cobrar y me lo pagaron, pero no sé si cuando vuelva pueda seguir trabajando”.
El trabajo de temporera es una verdadera vuelta al pasado, casi un retorno a la época de la esclavitud. Hay ocasiones en las que, cuando los empleadores quieren conseguir nuevos temporeras o temporeros, en un acto casi de feria, eligen a sus trabajadores como si fueran animales, revisándoles hasta la dentadura y eligiéndolos como una mercancía.
Finalmente, hay un problema que desde hace muy poco tiempo ha comenzado a ser tomado en cuenta: la mayoría de las temporeras no maneja información adecuada de la manera en que se deben manipular los plaguicidas y tampoco de los efectos nocivos de éstos en su salud o la de sus hijos. Asimismo, muchas veces los dueños de los predios mandan a cosechar a los trabajadores, a sólo horas de haber aplicado los plaguicidas y se registran varios casos de niños nacidos con malformaciones en zonas donde habitan temporeras.
Aunque es tema para otro reportaje, existen antecedentes de que durante la temporada de cosecha, trabajan junto a sus padres hasta niños menores de edad, en las mismas condiciones que los adultos.
Ante esta preocupante lista de inconvenientes, es necesario lograr una legislación que tome en cuenta las dificultades que las temporeras deben enfrentar a la hora de ejercer sus responsabilidades. Por ello, hay varias medidas que se han ido tomando a lo largo de los últimos años.
MEJORAS Y MEDIDAS
Una de las iniciativas más importantes que se están realizando para promover el contrato y exigir a los empresarios el cumplimiento de los acuerdos internacionales, es la campaña “Trato hecho, contrato firmado”, que se ocupa de informar a las temporeras sobre sus derechos y la importancia de contar con un contrato. También, amparadas por el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), se han estado entregando becas de capacitación y habilitando centros de atención para hijos de temporeras, además de programas de salud especial -que garantizan la cobertura de Fonasa durante todo el año- y acciones de información y fiscalización en el tema de los plaguicidas.
Sin embargo, aún hay varios aspectos que mejorar y tomar en cuenta. Debido al hecho de que los instrumentos de medición no las contemplan en las estadísticas, es difícil poder fiscalizar de manera rigurosa los atropellos que sufren.
Para ello, es esencial que las temporeras y temporeros se agrupen e informen, intentando hacer respetar sus derechos laborales, los que, según www.mujereschile.cl, son los mismos establecidos para el común de los trabajadores, sean hombres o mujeres. Recibir una remuneración por su trabajo; respetar la jornada y tener un descanso dentro de ella; acceder a una indemnización, en caso de despido; contar con vacaciones y pago por horas extras, son algunos beneficios de los que debieran gozar las temporeras.
Y por consiguiente, una temporera tiene los derechos propios de la trabajadora que es madre: fuero maternal; cambio de labores; descansos pre y post natal; subsidio maternal; permisos por enfermedad y alimentación de los hijos; sala cuna y prohibición de realizar pruebas de embarazo.
Finalmente, la temporera o el temporero tienen algunos derechos especiales como acceso a un alojamiento higiénico y adecuado, en el caso de que no existan posibilidades reales de obtenerlo; se les deben proporcionar condiciones higiénicas y adecuadas para mantener, preparar y consumir los alimentos. Si por la distancia o dificultades de transporte no es posible comprar sus alimentos, el empleador tiene que dárselos. Si entre el lugar de trabajo y el lugar de alojamiento hay 3 o más kilómetros y no existe locomoción colectiva, el empleador tiene que poner y pagar la movilización necesaria y segura para las trabajadoras. A nivel de salud, tienen derecho a la credencial de Fonasa, para lo cual debe acreditar al menos 4 cotizaciones durante los últimos 12 meses.
SUBCONTRATISTAS
Un tema que surgió a medida que avanzaba este reportaje es el de los subcontratistas, llamados comúnmente “enganchadores”. Estos reciben una comisión de las empresas por conseguir trabajadores para labores de temporada. Una vez “enganchados”, a los temporeros se les hace firmar una suerte de compromiso informal para su desempeño en una determinada empresa del rubro agrícola. Sin embargo, luego de su ingreso a las labores de temporada, no existe ningún otro compromiso por parte de los “enganchadores”, dejando al trabajador en una situación de indefensión laboral. La práctica resulta obviamente ilegal y será tema de un próximo reportaje de El Ciudadano.
Jorge Quagliaroli