Hace dos semanas, cuando finalizaba el publicitado cónclave del gobierno y la Nueva Mayoría, se buscaba dar la señal de cohesión tras el gobierno de Michelle Bachelet y del sentido del ya mítico «realismo sin renuncia».
Entonces, el gobierno anunciaba una agenda en materia de educación, salud, seguridad ciudadana, laboral y crecimiento económico que daba a entender que el gobierno le consentía a cada uno de los miembros de la Nueva Mayoría en sus aspiraciones.
Sin embargo, la teoría del «y todos quedamos tranquilos» con la que aspiraba La Moneda contener los ruidos de sables dentro de la Nueva Mayoría no tuvo efectos concretos.
Primero, porque Ignacio Walker, senador DC y presidenciable de la falange, salió a expresar el descontento de los sectores nostálgicos de la Concertación ante las propuestas presentadas por el gobierno en el encuentro realizado en el Estadio El Llano. El mayor de los parlamentarios Walker está en plan de forzar a la DC a poner sobre la mesa lo que el partido significa dentro de la coalición de partidos de gobierno: 6 ministros, 7 senadores, 21 diputados, 120 alcaldes, 853 concejales y su incontable red de funcionarios a lo largo del país.
Luego, la presidenta Bachelet sala a remarcar a través de los medios que es ella la que marca la pauta, dando muestras claras de desesperación y soledad. De paso, sale a golpear a quienes daban mensajes interpretando su nebuloso «realismo sin renuncia».
Al mismo tiempo, se entiende que la presidenta Bachelet busca borrar el fantasma de su anterior gobierno, donde cedió frente a los partidos para sacar adelante el mandato, ahora quiere dejar claro que es su gobierno, son sus decisiones y que su coalición no la deja gobernar. Con esto busca rescatar su mayor atributo: la empatía con los ciudadanos (ambos, quizás, hastiados con los partidos)
Así las cosas el desorden se instaló, ahora con camas y petacas en la coalición de gobierno, y desde La Moneda no se perciben mayores esfuerzos por enrielar a sus filas. Ejemplo de esto es que mientras en su gira por Centroamérica apunta a ciertos «bloqueos» para llevar adelante las reformas; su ministro del Interior, y por entonces vicepresidente, Jorge Burgos recibía al presidente de RN para analizar la agenda legislativa, muy al estilo de la añeja Concertación.
¿Consecuencia? Un gobierno que avanza a los tropezones, con una agenda legislativa que fuera de la reforma laboral y la ley de aborto, no tiene mayor energía en el parlamento. Atado de manos, con total imposibilidad de conducción.
A este letargo de La Moneda se debe sumar la cercanía de un nuevo proceso electoral, donde los partidos deberán tomar posición: apuntalar al gobierno o dedicarse de lleno a hacer campaña, separando aguas de forma definitiva.
El escenario para la Nueva Mayoría con miras a las próximas municipales es oscuro. Con más del 70% de desaprobación en cada encuesta que se publica, sumado a la desconfianza ciudadana frente a los grupos políticos tradicionales y el desprestigo de la actividad política general, hace pensar que la participación en las elecciones municipales pueda ser aun más baja que en las elecciones de 2012 (donde se produjo una abstención de del 40%
A partir de estos datos, cabe pensar si los partidos integrantes de la Nueva Mayoría ya piensen en correr en la pista electoral, aplicando el acerado pragmatismo que ya conocemos. Y obligando a La Moneda a sumarse o ver como el castillo de naipes de derrumba.
La disputa está en pleno desarrollo y con diagnóstico reservado.