Las investigaciones apuntan a los independentistas del sur o a los grupos que se oponen a la dictadura desde las provincias rurales del norte.
«Un sospechoso aparece en las grabaciones de video pero no se ve con claridad… estamos buscando a ese hombre», ha dicho hoy el primer ministro Prayut Chan-O-Cha.
El medio local The Nation asegura, citando fuentes policiales, que la grabación muestra a un sospechoso de «aspecto árabe» en un banco del templo Erawan que abandona una bolsa, utiliza un teléfono móvil y se marcha rápidamente.
Pero las declaraciones oficiales parecen apuntar a los conocidos como «camisas rojas», un movimiento arraigado en las rurales provincias del norte y noreste, formado por millones de pobres campesinos enfrentados al tradicional poder político y económico de las élites de Bangkok.
El primer ministro ha citado algunas advertencias en Facebook de «grupos antigubernamentales del noreste», una velada acusación a los camisas rojas.
En esas provincias alejadas de los neones de Bangkok y de las playas turísticas se defiende a la exprimera ministra, Yingluck Shinawatra, expulsada del poder en un golpe militar incruento en 2014.
Yingluck es hermana del también ex primer ministro Thaksin, quien por primera vez consiguió barrer a las clases dominantes de la capital con el apoyo popular antes de ser también expulsado del poder.
Las autoridades militares han acusado a los camisas rojas de pequeñas explosiones sin víctimas en el pasado que éstos han desmentido.
Pero el atentado que se produjo ayer en el templo de Bangkok supera en mucho los precedentes.
La posibilidad de que el ataque fuera de los insurgentes islamistas es también poco sólida porque nunca han atentado contra turistas y su radio de actuación se limita al sur del país.
«Este es el peor incidente que ha ocurrido nunca en Tailandia», ha explicado hoy el primer ministro.
«Antes ha habido pequeñas bombas o apenas ruido, pero esta vez han atacado vidas inocentes. Quieren destruir nuestra economía, nuestro turismo», ha añadido.
Tailandia vive una fractura social irresoluble desde que Thaksin fuera expulsado y los sucesivos gobiernos populistas amparados por él desde el exilio hayan sido apeados del poder por golpes militares o decisiones judiciales, lo que ha sumido en la desesperación y el hastío a las clases bajas del país.
Pero Tailandia, uno de los lugares más turísticos del mundo por sus playas cristalinas, es considerado un destino muy seguro y, hasta ayer, a salvo del terrorismo que sí ha golpeado Indonesia.
La explosión mató a cinco tailandeses, dos malasios, cuatro chinos, un singapurés y otras ocho personas cuya nacionalidad no ha sido aún desvelada.
Hong Kong, de donde provenían la mitad de los chinos fallecidos, ha aconsejado a sus ciudadanos que no viajen a Tailandia mientras otros gobiernos asiáticos piden que se extremen las precauciones.
Fuente: Sputnik News