«Necesito que me perdones y trates de olvidar todo lo que pasó. Te juro que nunca más va a pasar. Eres el amor de mi vida. Te amo demasiado», le escribió su pareja a Raquel, luego de pegarle. Ella lo perdonó. Cinco semanas después de escribir esa carta, el mismo hombre la mató a golpes. Esta es una de las historias del libro «No te mueras por mí», que recopila cartas y mensajes de «amor» escritos por hombres violentos a sus parejas.
Detrás de cada una de estas cartas hay una mujer golpeada. Los 25 testimonios que reunió la ONG peruana Vida Mujer son reales, y permiten mostrar las dos caras de la violencia de género: los hombres golpeadores que piden perdón y las mujeres abusadas que los disculpan y que, muchas veces, termina costándoles la vida.
Con esta iniciativa buscan generar conciencia acerca de la gravedad de la violencia de género y convencer a las mujeres de que corten el vínculo con el hombre violento. «Fue difícil llegar a aquellas que están expuestas a maltratos, porque no los denuncian. Apelamos a esa vocación de la mujer de proteger y cuidar, y las exhortamos a cuidar de otras mujeres a través de sus testimonios en este libro», dijo la directora de dicha ONG, Nelly Canción, a AFP.
El libro «nos ayuda a reflexionar sobre la proximidad de la violencia en nuestras vidas: las disculpas y la exaltación de las virtudes de las mujeres (novias, esposas, parejas) por parte del varón violento tratan de endulzar aquello que, en realidad, es un ejercicio de control hacia las mujeres (‘si no te permito la libertad es porque me importás’). Así se van construyendo vínculos de dependencia emocional (y muchas veces también dependencia económica) de las mujeres hacia varones violentos», dice Natalia Gherardi, directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) a Entremujeres.
Salir del círculo violento
«Lo que pasó ayer no fue mi intención. Tú sabes que yo te amo aunque me haya equivocado. No va a pasar nunca más». «Ya no voy a tomar, te lo juro». «Discúlpame por lo de anoche». «Ayer cometí el peor error de mi vida. Juro no tocarte ni con el pétalo de una rosa». «Quiero que sepas que estoy arrepentido». «Sorry por lo que he hecho. Te juro que estaba borracho y ni cuenta me di. No me podía controlar».
Todos los casos de mujeres abusadas presentan un mismo patrón: los hombres arrepentidos piden disculpas y quieren convencer a sus parejas de volver con ellos con mensajes de «amor», lo que muchas veces evita que los denuncien. Pero esto solo les da una nueva oportunidad para reincidir, aun más violentamente.
Estas cartas dejan en evidencia una de las tres instancias del ciclo de la violencia, la «luna de miel», que se da cuando el violento promete no repetir el maltrato e intenta convencer a la mujer a que le de otra oportunidad y no «rompa» la familia. «Los hombres violentos tienen un período muy amoroso en el que están buenitos: son agradables, mandan flores, escriben pedidos de perdón y demás; pero luego, de repente, la relación cambia, vuelven los golpes y la agresión es aun más fuerte», explica Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), aEntremujeres. Es que, luego de justificar la violencia -en un intento de minimizar su repercusión-, el violento se muestra irritable y desarrolla pequeños maltratos (con gritos, miradas, gestos) que solo anteceden a nueva explosión violenta, ya sea física, psicológica o sexual.
Enrique Stola, médico psiquiatra feminista, coincide: «El machista ejerce de todas maneras su dominación hasta llegar a la descalificación psicológica y a la violencia física. Cuando percibe que la mujer puede llegar a poner distancia por la agresión recibida, apela a discursos románticos y dramáticos, con promesas que nunca se van a cumplir, con gestos amables y una tranquilidad que pueden durar varios días hasta que llega otro momento incomprensiblemente violento para la mujer y, nuevamente, recomienza el ciclo». Y agrega: «Disculpar a un violento es abrir la puerta a la posibilidad de muerte o, como mínimo, de tener por años la vida hipotecada en manos de un machista y atravesada por un gran sufrimiento».
La clave es trabajar con las mujeres para que estén preparadas para enfrentar esta situación: «Hay que explicarles que es una conducta que ellos no pueden controlar: ellos no pueden dejar de ser violentos; entonces, ellas deben entender que no pueden confiar o continuar la relación», dice Mabel Bianco. «Esto da mucho trabajo y requiere personal capacitado. La mujer debe estar acompañada (para evitar el encuentro con el agresor y evitar lesiones más graves o la muerte) y preparada para poder sostener la denuncia».
En este sentido, Natalia Gherardi considera que «una de las prioridades debe ser fortalecer la autovaloración de las mujeres desde la niñez, para que en el proceso de construcción de sus subjetividades la posibilidad de crear con libertad sus planes de vida ocupe realmente el centro de sus preocupaciones. Les debemos a estas niñas y adolescentes la convicción y las oportunidades para que puedan crecer y desarrollarse en forma autónoma, y no sujetas al poder de otra persona».
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