Los problemas con la libre compra y venta de dólares pusieron al mercado inmobiliario en una posición de espera y prudencia antes de actuar. Así, cada operación de alquiler o venta pasa por miles de trabas. ¿Qué sucede si uno se encuentra en ambos lados del mostrador? Es decir, si necesita alquilar y a la vez poner a disposición de un inquilino una vivienda de su propiedad. El contacto con las agencias inmobiliarias, los abogados y escribanos es cada vez más tortuoso, tratando de llenar cada vacío legal, pero esto no es el único problema. ¿Hay algo peor? Sí.
El mercado inmobiliario está lleno de “costumbres que le ganan a las leyes”. Con ese razonamiento, se dan por válidos cobros, acciones y obligaciones que por ley no corresponden a los inquilinos. Mónica Yemayel, cronista de Revista Anfibia, decidió hacer un estudio de campo a partir de su doble experiencia: buscar y ofrecer alquilar un departamento, encontrando personajes de los más polémicos y situaciones extravagantes.
Dos ejemplos concretos a modo de resumen: un dueño empieza a pedir cosas que bajo ningún aspecto corresponden al inquilino cumplir o pagar. Los abogados de ese propietario le dan la razón aparándose en que “a nadie le gustan los inquilinos tan legalistas”. La contracara de este jurista se encuentra rápidamente cuando la cronista necesita una abogada para redactar los términos del contrato de su vivienda a alquilar, aconsejándola que pida hasta la tapa del inodoro devuelta de la misma manera en la que fue otorgada.
Pareciera ser, entonces, que la amabilidad y la generosidad parecen haberse extinguido en el mercado inmobiliario, dando como resultado una jungla de la que es difícil salir con vida. A continuación, la nota completa:
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