Poliamor 3.0 o cómo la tecnología afectará a las parejas

Las apps han cambiado las reglas del juego y tres ya no son multitud: del Tinder para tríos al coaching de la poligamia

Poliamor 3.0 o cómo la tecnología afectará a las parejas

Autor: Andrea Peña

Las apps han cambiado las reglas del juego y tres ya no son multitud: del Tinder para tríos al coaching de la poligamia.

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A medida que el poliamor (consiste en mantener varias parejas a la vez con el conocimiento de todas las partes implicadas y un sentimiento de estabilidad y amor entre todos) se va haciendo más y más popular, los desarrolladores y programadores de Silicon Valley apuestan por tecnología específica para las relaciones 2.0.

Aunque puede que llamarlas así, relaciones “2.0”, se quede corto teniendo en cuenta que el amor va dejando de ser una cosa de dos para convertirse en algo de carácter colectivo. Esto no es nada nuevo, en los años 70 los hippies de Norteamérica ya habían dejado atrás la fase experimental de la liberación sexual de los 60 para convertirse en parejas casadas, padres y madres de familia. Así fue como surgieron las key parties (fiestas de la llave), donde grupos de parejas casadas se reunían en una casa, los hombres dejaban su llave en la entrada y, al salir, las mujeres seleccionaban una al azar y se iban a casa con el dueño de la llave elegida. Era el inicio de las fiestas swingers, el intercambio de parejas, que ahora cuenta con maneras más avanzadas y tecnológicas de llevarse a cabo.

¿Pero acaso hay alguien a quien le funcione lo contrario?

Según el consenso actual somos un animal demasiado impredecible e imperfecto como para funcionar sin que los celos nos ganen la batalla, pero cada vez existen más caminos abiertos a la experimentación. En Strangertickets.com podemos comprar entradas para un coaching de poligamia llamado monoga-maybe, que ayuda a dar pautas sobre cómo iniciarse en el poliamor e introducir a otras personas en tu relación éticamente y minimizando los daños. En el momento en el que se escribe este artículo no quedan plazas disponibles.

«No es que la monogamia funcione mal sino que puede que no esté diseñada para que le vaya bien a todo el mundo».

Bronze Party son unas fiestas de intercambio de pareja que se organizan en San Francisco a las que acuden muchos ingenieros y dueños de start ups atraídos por el aspecto tecnológicamente avanzado del evento. Con una app propia llamada Auto Date puedes indicar si estás interesada en uno de los invitados y si él o ella también lo está recibes una notificación y ambos os podéis marchar juntos. Funciona como un Tinder privado y usado por parejas por consentimiento mutuo, o más exactamente, como una de las llaves de las fiestas de los 70.

Si antes decíamos que se habían vendido todas las entradas para Monoga-maybe, no os sorprenderá averiguar que el grupo propietario de Bronze Party posee 50 clubs de intercambio a lo largo y ancho de Estados Unidos y que en 2014 la compañía facturase 3 millones de dólares solo en venta de entradas.

Aunque el verdadero Tinder para parejas existe y se llama 3nder, una app específica para swingers y solteros que buscan aventuras fugaces sin necesidad de largos preámbulos en Whatsapp o con una cerveza entremedias. Lo que más llama la atención de esta app es el mensaje que subyace en ella, ensalzando la figura de sus usuarios a los que no ponen etiquetas, como swingers, sino que se dirigen a ellos por lo que son, humanos que buscan satisfacer sus deseos con la mente abierta y sin sentimientos de culpa. 3nder apela a esos sentimientos de intolerancia y prejuicios que llegan a sentir los ambígamos para hablarles en un tono amigable y liberal, buscando su integración en una sociedad demasiado conservadora para su gusto.

En Her, la película de Spike Jonze ganadora del Oscar a mejor guión en 2014, la relación entre el personaje de Joaquin Phoenix y su sistema operativo fracasaba porque la capacidad de ésta para comunicarse simultáneamente con miles de millones de personas y/o consciencias a la vez la hacía a su vez capaz enamorarse de otros casi infinitamente. Al verse él limitado a un cuerpo físico era incapaz de concebir el amor de la misma manera y ella decidía liberarse y partir con otros tantos sistemas a un universo “infinito”.
Esto puede ser un reflejo de lo que nos está pasando hoy en día. Antiguamente nuestras relaciones personales se veían limitadas a un tiempo y un espacio muchísimo más reducido al actual. Ahora podemos estar tomando una copa con Pedro mientras cotilleamos las fotos de Luis y riéndonos por Whatsapp con Sara. Nuestras relaciones personales se han multiplicado literalmente en el tiempo y el espacio y lo único que diferencia unas de otras es el dispositivo. En el mundo “real” ese interfaz es el cuerpo, que nos permite tocarnos, vernos, sentirnos y olernos, pero a nivel digital nuestros teléfonos móviles, tablets, ordenadores portátiles y en un futuro cercano podrían ser nuestras gafas y relojes, nos permiten tener un número de relacionesmucho mayor y conocer, aunque sea a distancia, a muchísimas más personas de aquellas con las que se podían relacionar nuestros abuelos.

¿No es natural entonces que las reglas del juego se adapten a la nueva realidad, por poco real que la consideremos?
En el fondo, si creemos en el alma o en que hay mucho más en las personas de lo que se ve y se toca en un cuerpo, éste no deja de ser un dispositivo. Algo así como una móvil orgánico.

A lo mejor es esta la razón por la que siguen desarrollándose nuevas aplicaciones prácticamente a diario y por lo que todas o casi todas tienen una buena acogida y cierto éxito: nuestra necesidad de comunicarnos con cuantas más personas mejor. No es raro por tanto que eso se extrapole al sexo y las relaciones sentimentales.
Si podemos conocer a más gente en mayor profundidad corremos el riesgo, por decirlo de alguna manera, de sentirnos atráidos por más personas a la vez. Eso es al fin y al cabo el poliamor, y es probable que el puente que lo conduzca de una extraña minoría al consenso universal masivo sea, precisamente, eso que decimos que nos está alejando a los unos de los otros: la tecnología.

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Fuente: Vida Vanguardia/ Work&Techcno Glam


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