Eso no está muerto, no me lo mataron, ni con la distancia, ni con el vil soldado…

«Para que la enseñanza pueda cumplir su misión social con toda amplitud es necesario que sea… gratuita, única, obligatoria y laica…

Eso no está muerto, no me lo mataron, ni con la distancia, ni con el vil soldado…

Autor: Wari

«Para que la enseñanza pueda cumplir su misión social con toda amplitud es necesario que sea… gratuita, única, obligatoria y laica…. Gratuita, a fin de que todos/as los niños, niñas y jóvenes puedan beneficiarse de la cultura, sin otras restricciones que las que se deriven de su propia naturaleza… Única, en el sentido de que todas las clases chilenas unifiquen su pensamiento y su acción dentro de las mismas aulas escolares… Obligatoria, pues es deber del Estado dar a todos los miembros de la sociedad el mínimo de preparación requerido por la comunidad para la vida cívica y social… Laica, con el fin de garantizar la libertad de conciencia y hacer que nada perturbe el espíritu de los niños, niñas y jóvenes, durante el periodo formativo…»

Presidente de la República, Pedro Aguirre Cerda, 1939

Queridos/as amigos/as, quisiera compartir con Ustedes mi experiencia en la Formación Docente Inicial, la que transcurrió en el ex – Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile…

Esta institución fue fundada en el año 1889, cuando el Estado impulsaba y financiaba la formación pedagógica e interdisciplinar de los/las profesores/as primarios/as y secundarios/as… Porque en aquella época, los Ministros de Instrucción Pública, los/las formadores/as de docentes, los/las estudiantes de pedagogía y los/las profesores/as en ejercicio entendían que el propósito fundamental de la educación era “…formar ciudadanos/as”… una cultura cívica que debía materializarse en todos los niveles del Sistema Nacional de Educación. Por ello, el nivel primario propiciaba la alfabetización y moralización de la nueva generación de ciudadanos/as… y el nivel secundario impulsaba la preparación y participación en el mundo de la política y sus funciones dirigentes.

En otras palabras, la formación inicial y continua de los/las profesores/as chilenos/as potenciaba la relación entre educación y política, puesto que ambas pavimentan el camino para la adhesión y participación en el orden republicano… En este sentido, la profesión docente estaba preocupada por los problemas sociales, políticos, jurídicos y económicos de la población… y los/las profesores/as asumían un rol protagónico en el ejercicio político y su vocación pública…

En el año 1980, la Dictadura Militar cercenó el Instituto Pedagógico y lo desprendió de su Alma Mater, transformándolo en la Academia Superior de Ciencias Pedagógicas de Santiago, y hoy Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación… En aquella época, la Universidad de Chile fue puesta bajo control militar y su Facultad de Filosofía y Educación fue objeto de una especial vigilancia político-ideológica. Sus profesores/as de Centro Izquierda fueron expulsados/as y silenciados/as… las asignaturas, las mallas curriculares, los contenidos académicos, las bibliotecas, etc., fueron limpiadas de todo pensamiento crítico, fue purgado todo intento de oposición… Así culminó el recorrido histórico de una institución del Estado, un fin traumático, brutal y grosero que intentó acabar con la producción, participación y circulación libre de ideas…

Como estudiante de pedagogía en esta universidad, pude vivenciar la desarticulación epistemológica, axiológica, ontológica y ética en el proceso formativo, la que se manifestada en la formación común, en la especialidad y en la relación entre ambas. Estos contextos formativos evidenciaban serias contradicciones, tanto en las condiciones de producción, reproducción y distribución del conocimiento pedagógico e interdisciplinar, como en los procesos de constitución y transformación cultural de los actores educativos. Asimismo, la Facultad de Educación administraba de modo independiente la formación pedagógica y sus especialidades, donde “las autoridades académicas en sus respectivos feudos burocráticos y los/las formadores/as de docentes en sus parcelas intelectuales” entendían que “los/las estudiantes de pedagogía son los/las responsables de articularlas en su futuro ejercicio profesional”.

En términos generales y salvo honrosas excepciones, mi formación pedagógica reflejaba una racionalidad curricular académica y técnico-práctica. Los/las docentes determinaban los contenidos programáticos de las asignaturas, definían una metodología vertical, normativa y prescriptiva, e implementaban una evaluación centrada en el producto. En estas prácticas de enseñanza y procesos de aprendizaje había escasos espacios para reflexionar acerca de la formación personal, académica, profesional y social de los/las futuros/as profesores/as de Chile.

Si bien, estas asignaturas explicitaban, engrandecían y glorificaban el rol protagónico de los/las docentes, implícitamente estaba la concepción que “éstos/as son los/las reproductores/as oficiales de los Mapas de Progreso, Ajustes Curriculares, y Planes y Programas de Estudios, del Ministerio de Educación”. En otras palabras, estas prácticas discursivas mantenían una alianza o una complicidad estratégica con nuestras inequidades de clase, género y etnia… las que actualmente segmentan los resultados académicos y las expectativas profesionales de niños, niñas y jóvenes en el Sistema Nacional de Educación.

Con algunos matices, mi formación en la especialidad proyectaba una racionalidad curricular crítica de reconstrucción social. El énfasis estaba en las perspectivas constructivistas, que configuraban, circunscribían, posicionaban, demarcaban,  regulaban y diferenciaban nuestros intereses, necesidades y expectativas como actores protagónicos/as. Por ejemplo, en las asignaturas de Metodología por Proyecto (Línea Comunicativo-Textual) se definían comunitariamente las reglas de convivencia, los contenidos programáticos, las temáticas de investigación individual o grupal, y los criterios de evaluación.

Estos/as académicos/as implementaban una pedagogía dialógica, democrática y horizontal entre adultos/as. Sin embargo, se observaban algunas discrepancias  en los modelos socioculturales, bio-políticos y médico-clínicos sobre la integración e inclusión educativa. Pero sin lugar a dudas, estos espacios, ámbitos de acción y productos culturales fueron fundamentales durante mis cinco años de formación docente, puesto que se constituyeron en el soporte de mis operaciones representacionales y experiencias identitarias como profesora.

Por consiguiente, esta institución formadora de docentes segmentada en académicos/as, funcionarios/as y estudiantes, con sus múltiples políticas de gestión, administración y organización, reflejaba “los resabios totalitarios de la Dictadura Militar y los silencios cómplices de los Gobiernos de la Concertación”. “La limpieza ideológica, la liberalización económica y el conservadurismo intelectual” conformaron los modelos explicativos de una universidad pedagógica estatal, cuyos mecanismos de control y vigilancia la cercenaron de su origen republicano, laico e interdisciplinar, y la escindieron de su cuerpo institucional”. Asimismo, estos principios plasmaron las unidades de sentido de su Comunidad Universitaria, donde “los mecanismos de subordinación y docilización torturaron, desaparecieron y encarcelaron los cuerpos de sus actores protagónicos/as”.

De este modo, la formación docente visibilizaba “un cuerpo de saberes aséptico, esterilizado, asexuado, neutral, apolítico, atemporal”, y los/las formadores/as de docentes y estudiantes de pedagogía invisibilizaban “sus orientaciones político-ideológicas en los contextos socioeducativos”. Mientras, el cuerpo institucional controlaba y vigilaba “los recuerdos, añoranzas y viejas consignas de un Estado Docente”, los cuerpos individuales subordinaban y docilizaban “la historia emblemática de una educación pública… un proyecto de calidad con equidad para los/las ciudadanos/as chilenos/as”.

Esta experiencia me permitió conocer a mis amigos/as, hermanos/as y compañeros/as de viaje, profesores/as muy valiosos/as, valientes y comprometidos/as con su quehacer profesional… los que a diario y codo a codo,  deben luchar contra la mediocridad institucionalizada y el desprestigio de la profesión docente…

Como profesora formada en el ex – Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, quisiera finalizar con las palabras de Gabriel Salazar, nuestro Premio Nacional de Historia:

“Como historiador yo pienso que Chile actualmente – y al decir actualmente me refiero a todo el periodo contemporáneo de 1930 para adelante- no ha sido ni es una Nación derechista, entendiendo por derechismo gobiernos autoritarios, conservadores, con un apoyo irrestricto al capitalismo explotador o al capital extranjero, no, no, definitivamente no…

Pero ahora, nos enfrentamos a un proceso de fragmentación de la izquierda, grupos como la Nueva Izquierda, los socialistas auténticos, los socialistas allendistas, etc. Es una verdadera diáspora de grupos de izquierda… Pero todos comparten algo en común. Son críticos con el modelo. Quieren una salida distinta… y esa salida distinta es la que no se ha elaborado bien todavía… Lo que está cociéndose poco a poco en la ollita chica que está expandida por todo Chile. Hay que meterse a fondo en lo que están haciendo los/las jóvenes…

Esto tiene mucho que ver con el hecho de que la gente que tiene mayor sensibilidad social, lo que podría ser la Centro-Izquierda, no ha hecho una crítica fina del modelo neoliberal, no han denunciado el fondo y el trasfondo de esta situación. Porque todos los intelectuales importantes de la Concertación y la propia Concertación gobernó sobre la base de este modelo, entonces no lo ha criticado a fondo, no se ha hecho una crítica fina…”

Por Verónica Alejandra Lizana Muñoz

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