El reciente terremoto en Chile, del que bien sabemos sus nefastas consecuencias, ha significado una situación límite que nos ha permitido observar probablemente y de manera simultánea “lo mejor y lo peor de lo nuestro”. Por cierto los medios masivos de comunicación han centrado sus imágenes en esto último, incluidas transmisiones en directo de saqueos a grandes tiendas.
Bastante menos cobertura han conseguido acciones muchas veces anónimas de solidaridad, no sólo de aquellos menos afectados por el sismo hacia las localidades mayormente golpeadas, sino que aún menos la solidaridad conmovedora –por ejemplo- de los pescadores de Duao que después de casi un mes sin poder entrar “a la mar” en apenas cinco botes que se mantenían en condiciones de hacerlo, deciden donar la exigua pesca conseguida a los habitantes de la localidad de Curepto.
Entre otros sectores, también los sistemas de agua potable rural muestran en algunos casos serios efectos producto del sismo. Apenas a 50 kilómetros de Santiago, en las localidades de Champa y Hospital (Comuna de Paine), se cayeron los estanques metálicos, uno de ellos sobre la oficina de la cooperativa que provee del vital elemento en las localidades; la copa de hormigón está quebrada y deberá demolerse; la oficina de Champa está inutilizable.
Rápidamente las cooperativas de agua potable rural asociadas a la Federación Nacional de Cooperativas de Servicios Sanitarios Fesan Ltda., han ido en ayuda de la Cooperativa Hospital – Champa, habiendo habilitado en un par de días oficinas de emergencia para intentar regularizar la situación de la dañada cooperativa.
En el marco de la virtual avalancha de empresas con deseos irrefrenables de “ayudarnos” con ofertas especiales, promociones y descuentos post sismo, el Servicio Nacional del Consumidor -Sernac-, realizó un análisis de 25 anuncios de entidades financieras emitidos en prensa escrita y televisión entre los días 5 al 7 de marzo de 2010. En el 52 % de los casos, las piezas publicitarias no cumplen con los requisitos establecidos por la ley del consumidor, omitiendo información básica respecto de condiciones legales y vigencia de las “ofertas”, entre otros vicios.
En todos los casos las instituciones infractoras son bancos y empresas de retail. No se consigna reparo alguno a las cooperativas de ahorro y crédito, también consideradas en la muestra.
Pero, ¿que podrían tener en común el Sindicato de Pescadores de Duao, la Cooperativa de Agua Potable Rural Hospital – Champa y las cooperativas de ahorro y crédito? Son parte de un tipo particular, aunque heterogéneo y con límites en ocasiones difíciles de precisar, de entidades de la Economía Social y Solidaria de nuestro país.
Son organizaciones que no responden a lógicas propiamente privadas de maximización de utilidades, así como tampoco a formas público– estatales de fines sociales. Es lo que desde la perspectiva de las oposiciones y con matices distintivos, se le ha catalogado como el tercer sector, la sociedad civil, el sector sin fines de lucro, entre otros variados rótulos.
La Economía Social y Solidaria pareciese ser todavía un concepto que la opinión pública en general no ha integrado a cabalidad, pues hasta la fecha se ha caracterizado por aquella economía que difiere de la economía estatal, como también de la economía de mercado. No mucho nos queda de esta forma descartable de definir.
En un intento de dar una definición más precisa, podemos decir que este tipo de economía está ligada a un desarrollo productivo en donde el componente social no desaparece producto de otros elementos que en reiteradas ocasiones pareciesen ser más importantes que la misma vida humana. La Economía Social y Solidaria genera producción, trabajo y renta que no solo piensa en el lucro, sino que en el bienestar de los participantes, quienes tienen igualdad de derechos y son dueños de su emprendimiento.
Estas organizaciones forman redes y cadenas de producción, articulando relaciones que fomentan la solidaridad, integración y democracia. Fomenta el consumo responsable a través del cual, además de potenciar el trabajo decente, se preservan los procesos del medio ambiente.
¿Qué pasa entonces en Chile, que casos como estos aún no son del conocimiento de un público masivo? Respuestas a esta interrogante pueden enfocarse desde distintas aristas.
Mario Radrigán R., Coordinador del Diplomado en Gestión Estratégica de Organizaciones Asociativas y Empresas de Economía Social, de la Universidad de Santiago de Chile USACH (www.ciescoop.usach.cl), señala que: “Nuestro mayor desafío es visibilizar este sector, con las cerca de 100 mil organizaciones y empresas, que reúnen a más de 7 millones de personas en el campo de las cooperativas, mutuales, fundaciones, corporaciones y sindicatos en nuestro país”.
Aún el impacto noticioso está centrado en mostrar hechos de alto dramatismo, pues tienen una llegada de repercusión fuerte sobre el inconsciente/consciente de cada uno de nosotros.
Sin embargo, ha habido otros hechos que no podemos dejar de lado: si bien lo que ha marcado la experiencia terre-mare-moto en la ciudad de Concepción ha sido más que nada el denominado terremoto social posterior al movimiento telúrico, debemos detenernos también en cómo se han organizado los barrios, los vecinos, las unidades vecinales para ayudarse entre sí, sea por problemas materiales, como por verse amenazados por una crisis social.
Muchas opiniones apuntan a que se ha perdido todo tipo de solidaridad; en lo particular la solidaridad existe, son microsolidaridades, microorganizaciones, que surgen con la misma fuerza de antes. Posiblemente ya no tenemos a los grandes líderes que mueven miles de almas bajo un mismo lema, pero tenemos una diversificación de liderazgos que han guiado en este proceso a su barrio, a su junta de vecinos, a una organización que ha cumplido con darles seguridad y apoyo en un momento tan difícil.
“Este liderazgo que ha surgido no debe perderse, sino que potenciarse para que se construyan emprendimientos ciudadanos fuertes”, comenta el Coordinador del Diplomado en Gestión Estratégica de Organizaciones Asociativas y Empresas de Economía Social, siendo un desafío para la academia universitaria, entregar las herramientas necesarias para un desarrollo estratégico y fortalecer el ímpetu por emprender y transformar la sociedad.
Por Luis Hernández Astudillo y Cristina Barría Knopf
Antropólogos Sociales, profesionales del Centro Internacional de Economía Social y Cooperativa. Ciescoop, de la Universidad de Santiago de Chile.