Las universidades estadounidenses se han visto salpicadas una y otra vez durante los últimos tiempos por las historias de violaciones sufridas por sus estudiantes. Más allá de la resolución de cada caso, la sucesión de denuncias ha popularizado la imagen de los campus como lugares sin ley donde la libertad sexual ha llegado a cruzar las líneas de la moral y la legalidad. Ahora, otro juicio, esta vez relacionado con un importante colegio de élite de Nueva Hampshire, promete trasladar dicha situación a la educación secundaria. Se trata del St. Paul’s, donde estudió entre otros John Kerry, actual secretario de Estado.
Un joven llamado Owen Labrie ha sido denunciado por una compañera de 15 años del centro que asegura que este la violó durante sus últimos días de colegio, antes de que hiciese las maletas para estudiar en Harvard. Lo llamativo del caso es que la agresión, cierta o no, desvela una de las costumbres del colegio por el que cada año se pagan unos 50.000 euros de matrícula: el senior salute o saludo senior, una tradición por la cual los estudiantes que están a punto de abandonar el centro deben conseguir que sus compañeras más jóvenes pierdan la virginidad con ellos.
Como recoge The Telegraph, el estudiante señaló a la policía que estaba intentando conseguir el primer puesto en esta tradición que los estudiantes mayores transmiten a los más jóvenes y que quizá se remonta al momento en el que el colegio comenzó a admitir estudiantes femeninas, en 1971, como señala una columna publicada en American Thinker.
Que gane el peor
Las versiones del acusado y la acusada coinciden en lo siguiente: Labrie escribió un correo electrónico en el que proponía a la estudiante participar en su saludo senior, y para ello había conseguido acceso a una habitación recóndita en el edificio de ciencias que disfrutaba de unas buenas vistas sobre el resto del campus. “Quiero invitarte a que vengas conmigo a escalar estos escalones escondidos y disfrutar de la bella vista que Millville ofrece”, en referencia al nombre con el que se conoce a dicho campus.
Fue una de las compañeras de la joven la que finalmente la convenció para acudir a la cita, después de que Labrie la pidiese que le echase una mano. Es en este punto donde acusado y denunciante no se ponen de acuerdo. La estudiante ha asegurado que fue violada, a pesar de que insistió una y otra vez al estudiante que no quería hacer el amor con él. Algo que Labrie niega, al mismo tiempo que, en espera de su declaración, recurre en su defensa al mensaje que la compañera le escribió poco después y en el que decía “también perdí mi pendiente ahí arriba, haha”. Sin embargo, este afirma no haberse acostado con ella, a pesar de otros mensajes en los que los dos hablan acerca de los métodos anticonceptivos utilizados.
Más allá de lo que decida la justicia, el caso ha puesto de manifiesto la costumbre de “tumbar” (slay) a las compañeras más jóvenes y que incluso ha dado lugar a grupos de Facebook como Slaymakers Anonymous. Al parecer, los jóvenes apuntaban sus conquistas en un muro de la escuela y frotaban el nombre grabado de uno de los veteranos slaymakers para que les diese suerte en sus conquistas. Además, la policía afirma que Labrie había hecho una lista con sus potenciales candidatas, entre las que se encontraba la que finalmente terminaría convirtiéndose en su ‘saludo senior’.
Como explica el artículo de American Thinker, “el escándalo de St. Paul’s es un ejemplo de liga local de la mala conducta sexual, que prepara a los graduados del colegio para la Primera División, las universidades, donde las oportunidades son muchas, las medias aumentan y los éxitos son copiosos”. A pesar del tono marcadamente machista del artículo, el autor señala que la única solución a este problema es volver a separar por sexos a los estudiantes de colegios y universidades. Y, aunque probablemente este no sea el mejor camino, sí está claro que la cultura sexual de dichas instituciones educativas, muchos de ellas de élite, está dando lugar a situaciones delictivas y abusos de poder.