En 1966 el psicólogo británico Peter Cathcart Wason formuló uno de los más conocidos rompecabezas psicológicos de la historia. Hay varias versiones del puzle, pero todas son prácticamente iguales. Este es un ejemplo clásico del problema:
“Sobre una mesa se muestran cuatro cartas. Cada una tiene un número de un lado y un color del otro. Las caras visibles de las cartas muestran 3, 8, rojo y marrón. Si una carta muestra un número par por un lado, entonces la cara opuesta debe ser roja ¿A qué carta o cartas deberías dar vuelta para comprobar la veracidad de la proposición? Una respuesta que identifica una carta a la que no es necesario dar la vuelta, o que falla al no señalar una carta que sí debemos desvelar, es incorrecta”.
¿Conoces la respuesta?
La solución correcta al problema pasa por darle la vuelta a dos cartas: la que muestra un ocho y la que tiene el reverso marrón. ¿Por qué? Sólo una carta con número par y un color que no sea el rojo puede invalidar la proposición. Si damos la vuelta a la carta con el 3, da igual que el reverso sea rojo o marrón, esto no invalida la proposición. Lo mismo ocurre con la carta roja, da igual que la otra cara sea par o impar. Sin embargo, si la carta con un ocho tiene el reverso marrón o la carta marrón tiene una cara par, la regla no se cumple. Es por ello que tan sólo debemos dar la vuelta a estas cartas.
¿Has acertado? Si no lo has hecho no te sientas mal. Como explica Brian Gallaguer en Nautilus, cuando Wason realizó el experimento sólo un 10% de los participantes dieron a la primera con la respuesta correcta, el 90% fallaron, y lo hicieron además cometiendo los mismos errores. En 1993 un grupo de psicólogos replicó la prueba y los porcentajes de acierto fueron similares. Lo interesante del puzle es que, en realidad, es tremendamente sencillo. Pero nos engaña.
Un problema que desafía la forma en que razonamos
El problema, conocido como la “tarea de selección de Wason” es probablemente el paradigma experimental más investigado de todos los tiempos, pues desafía de una manera sencilla pero efectiva la forma en que razonamos todos los humanos.
En un artículo científico publicado en 1968 –“Razonando sobre una regla”–, Wason aseguró que los resultados de su experimento “eran inquietantes”. Solemos asumir que los humanos razonamos naturalmente de formaanalítica, pero ahí está su problema para demostrar que, en realidad, muchas veces tomamos decisiones de forma totalmente irracional.
Existen varias teorías para explicar por qué la gente falla tanto al realizar por vez primera este puzle. Hay quien cree que el rompecabezas es difícil debido a la estructura lógica de sus reglas, pero también existe la posibilidad de que la gente se líe tan sólo por las palabras con las que el puzle está expresado.
En 1982, los psicólogos Richard Griggs y James Cox de la Universidad de Florida reformularon el acertijo de Watson. En esta ocasión pidieron a los participantes que imaginaran que eran policías y su misión era detectar a los menores de edad que estaban consumiendo alcohol en un local. En el bar hay gente bebiendo, gente que no bebe, gente menor y gente adulta. ¿A qué grupos se debe interrogar para hacer bien el trabajo?
El acertijo es exactamente igual que la tarea de selección de Wason. Sin embargo en esta ocasión la mayoría de la gente acierta con la respuesta: la única manera de estar seguro de que no se escapa nadie es interrogar a los menores por si están bebiendo alcohol y a los que están bebiendo alcohol por si son menores.
En este caso el 75% de los participantes dieron con la respuesta correcta. El desafío del puzle es el mismo, comprobar si una regla ha sido violada, pero todos percibimos el problema de forma distinta. Esto revela un “efecto de contenido”: la manera en que razonamos un problema cambia en función no sólo de su estructura, sino también del contenido del mismo.
Un sistema dual
En su libro de 2011, Pensar rápido, pensar despacio (Debate), el psicólogo y premio Nobel de economía Daniel Kahneman popularizó la teoría del proceso dual, que fue anticipada por Wason y que explicaría por qué somos tan torpes resolviendo el acertijo.
Según esta teoría, la forma en que se plantea un problema puede hacer que, para resolverlo, utilicemos dos sistemas cognitivos diferenciados. El sistema antiguo (o “sistema 1” como lo llama Kahneman) es más rápido, y el sistema nuevo (“sistema 2”) es más lento.
Al enfrentarnos a cualquier problema ambos sistemas luchan por imponerse. Pero en el caso de la tarea de selección de Wason suele ganar el sistema antiguo, que utiliza atajos mentales como el “sesgo de correlación” para alcanzar antes la solución correcta. Todos tendemos a escoger como respuesta los elementos que aparecen en el enunciado del problema. No es casual que la mayoría de la gente elige dar la vuelta a la carta “8” (esto es correcto) pero también la carta “roja” (incorrecto), pues el enunciado incluye “número par” y “rojo”. Darle la vuelta a la carta roja no tiene lógica, porque descubrir un número par en la otra cara no viola la regla, pero nuestro “cerebro rápido” nos dice que es una buena idea.
¿Por qué optamos enseguida por una respuesta que carece de lógica? Como explicaba una investigación reciente, lo hacemos porque “es rápido y sienta bien”.Por el contrario, el razonamiento abstracto, que es el que necesitamos para resolver correctamente el problema, requiere un mayor esfuerzo. No ocurre lo mismo cuando el problema es formulado en su versión alcohólica. Nuestro sistema antiguo está muy familiarizado con las leyes que prohíben beber a los menores, y explota este conocimiento para resolver el problema sin demasiado esfuerzo.
Existe una explicación alternativa. Según la psicóloga evolucionista Leda Cosmides, el hecho de que nos cueste menos resolver la versión alcohólica de la tarea de selección de Wason se debe a que somos muy habilidosos detectando quién ha quebrantado una norma social. En su opinión, los humanos hemos evolucionado desarrollando un “modulo de detección de tramposos”, que hace que seamos mucho más rápidos y certeros cuando un problema tiene que ver con el orden social.
Wason murió en 2013. Tras su jubilación, se dedicó de lleno al ajedrez –llegó a ser maestro internacional– y dejó de intervenir en el debate científico sobre su famoso acertijo. Ahora bien, le encantaba ver cómo la gente le daba vueltas y vueltas a su invento. Reflexionando sobre su carrera dijo: “Quizás me sentí atraído por el tema del razonamiento porque la mayoría de cosas en la vida parecen irrazonables”.