La segunda guerra mundial marca la consolidación definitiva de la hegemonía imperial norteamericana, a partir de su condición de país abastecedor no afectado por la guerra.
Esa condición le da el privilegiado status de ser el Estado con la economía más sólida del planeta. Desde ahí se crean lo organismos multilaterales financieros que dan lugar al control económico y financiero del mundo.
Desde esa condición además, a los efectos de constituirse en gendarme de América Latina, con la justificación de contrarrestar la expansión del comunismo, se crea en 1946 un organismo militar llamado “Escuela de las Américas” en Panamá. El objetivo de dicho organismo fue preparar y formar a las fuerzas Armadas de Latinoamérica al apoyo de EEUU que nos iba a “preservar” a los latinoamericanos del peligro del comunismo.
Se crea consecuentemente una resemantización del concepto de “inteligencia militar”, ya que históricamente, ese concepto tiene que ver con los dispositivos de los ejércitos para la recolección de información del enemigo que servirá como elemento de acciones tácticas en función de la seguridad del Estado al que pertenecen y obedecen. Es decir, la seguridad nacional asumida como el territorio en que se asienta el Estado.
En el marco del conflicto bipolar de URSS-EEUU entonces, la seguridad trasciende las fronteras de los estados latinoamericanos, para adoptar una dimensión hemisférica bajo el comando de EEUU, creándose la ficción de un estado grande gobernado por la potencia del norte.
Había que formar a militares del hemisferio para combatir a un “peligro” que se podía generar al interior de los estados, y las fuerzas armadas debían prepararse contra ese enemigo interno. Surge entonces, la llamada “Doctrina de Seguridad Nacional”.
En la “Escuela de las Américas” se graduaron más de 60.000 militares y policías de hasta 23 países de América Latina.
En términos reales políticos la función de la entidad militar hemisférica era la de garantizar la hegemonía norteamericana y desde ahí, la implementación del control social para viabilizar la política de sojuzgamiento hemisférico hacia el imperio. Desde esa tesitura, existió una conexión directa de la CIA, órgano de inteligencia norteamericano, con los órganos de seguridad de los ejércitos de Latinoamérica.
Un engendro de esta conexión fue el llamado “Operativo Cóndor” que fuera implementado en el cono sur entre los servicios de inteligencia militares de la subregión en los años 70 y 90 del siglo XX.
MUNDO MONOPOLAR Y DECLIVE DEL IMPERIO NORTEAMERICANO
A fines de la década de los 90 del siglo XX, cuando ya dejó de existir la Unión Soviética, había que producir o inventar otra polarización que justifique el control social de A. Latina, esta vez ya no es el comunismo, sino el terrorismo, cuyo epicentro estaría en el mundo árabe y sus conexiones en el hemisferio, al que se conectan los intentos insurgentes internos en la región.
Sin embargo, esta reformulación estratégica se da en un contexto diferente al de la guerra fría.
El declive hegemónico de EEUU, en una crisis estructural que arranca de los años 70 y la necesidad imperiosa de exacerbar el keinesianismo bélico, combinado al ineludible control del cercano y central oriente, los recursos del imperio se vieron obligados a concentrase en esa parte del mundo, no pudiendo controlar a su tradicional patio trasero. Sumado este hecho a la crisis energética y los estallidos sociales consecuentes (Ejemplo: Caracazo 1989, Argentina 2001, etc.), se produce la emergencia de nuevos gobiernos en A. Latina con una propuesta autonomista cuya articulación en más de un Estado, va cobrando fuerza.
En ese contexto, surgen nuevas corrientes dentro de las Fuerzas Armadas, que son incompatibles al gobierno norteamericano.
EL PARAMILITARISMO COMO NUEVA VÍA DE CONTROL
Esa separación de esos sectores de la égida norteamericana, resquebraja esa estructura de control social a través de las “inteligencias” de los ejércitos latinoamericanos, lo que consecuentemente, hace que sus miembros dejen de ser interlocutores de fiar para EEUU.
Había que intentar entonces otra vía generada por ellos mismos, para ejercer siempre violentamente, el control social de los movimientos sociales.
Esa vía dejará de ser entonces para el Paraguay, la llamada G2, servicio de inteligencia del ejército paraguayo, que en tiempos de Stroessner estaba a cargo del Coronel de Ejército Benito Guanes Serrano.
La nueva vía sería la policía que ejecutaría lo que estaba a cargo de los ejércitos, obviamente a través del Ministerio del cual depende. Es decir, el Ministerio del Interior, que hoy está a cargo de Rafael Filizzola.
Esta falta de control a su vez del ejército, exacerba el espíritu antinorteamericano en determinados sectores del mismo.
Esa posición por tanto, hace que a los primeros “desertores” de un militarismo colonial, son acompañados ahora por un despecho por parte de quienes se consideran, con razón, de una jerarquía mayor, sobre todo en términos académicos, a seres considerados inferiores, como la policía. No hay que olvidar que el gobierno de Stroessner fue tan militar que durante toda la dictadura, se tuvo militares comandando la policía. Fueron jefes de policía, el Coronel Ramón Duarte Vera primero y el General Alcibiades Britez Borges hasta el final de la dictadura.
Ese resentimiento (por llamar de alguna forma) y separación del ejército de EEUU es lo que estaría manifestado en posiciones renovadas del estamento militar, que en ese contexto por primera vez después de la guerra grande, están en condiciones de darle el carácter y la dignidad que le corresponde.
A nivel de A. Latina la base de operaciones de la nueva estrategia, obviamente está instalada de Colombia, que desde el paramilitarismo, esta vez justificada en el combate a la acción “terrorista” de la Farc.
Ese paramilitarismo es usado para una incursión sistemática al territorio Venezolano a través del Estado de Zulia, fronterizo con ese país, con el beneplácito del actual Gobernador Manuel Rosales, opositor al gobierno de Chávez. La incursión, con asesoramiento de la Mossad, servicio de inteligencia de Israel, se dedica a desatar una ola de violencia e inseguridad para socavar el gobierno de Chávez.
Hoy existen datos ciertos de que en Paraguay hay un experto Mossad, llamado Jael Klein que operó en Colombia.
Existen fuertes indicios que en Paraguay la nueva estrategia de incursión a través de la policía, se viene implementando desde hace años. El actual flamante nuevo Director de Inteligencia del Ministerio del Interior es el comisario Carlos Altemburger, un policía de muy buena calificación que viene de operar en la “Secretaría de prevención e investigación al terrorismo”, Seprinte, desde hace 8 años, oficina que operaba en el local de la embajada norteamericana, y que actualmente, estaría operando en el local de Usaid.
Por Carlos Verón de Astrada
Fuente: Periódico E’a