Realizar actividad física: una buena rutina de ejercicio ayudará a que tu cuerpo gaste el exceso de energía, lo cual, aportará a que te sientas cansado durante la noche. No es necesario que te mates en el gimnasio: con caminar media hora de corrido todos los días ya es suficiente. Además de ayudarte a dormir, el ejercicio diario es bueno para todo tu organismo. Debe ser practicado con un mínimo de dos horas de diferencia antes de irte a la cama.
No ingerir bebidas estimulantes después del mediodía: es necesario, especialmente, mantenerse alejado de cualquier bebida que contenga cafeína, es decir, no solo del café si no que hay que tener cuidado con el té manufacturado, las gaseosas y hasta, incluso, ciertas variedades de helado (es posible que el cacao con el que se fabrica contenga dosis de cafeína).
Leer en la cama: además de ser relajante, es un buen modo quedar somnoliento. Mantiene alejadas las pantallas (la computadora, el televisor o el celular) que aportan al insomnio. De hecho, un estudio reveló notorias diferencias entre aquellas personas que leían libros en papel y aquellas que leían E-books: las primeras se sentían más descansadas al otro día y tardaban menos tiempo en dormirse.
Cenar liviano: durante la noche, al cuerpo le cuesta más realizar la digestión. Es por esto que se recomienda no ingerir alimentos pesados durante la cena (grasas, frituras o azúcares) y comer dos horas antes de acostarse a dormir. Tampoco es necesario ser un extremista: ir a la cama con hambre o con el estómago vacío solo dificultará conciliar el sueño.
Mantén un horario estable: el cuerpo se acostumbra a nuestras diferentes rutinas. Si nos acostamos todos los días a la misma hora durante un período considerable de tiempo, el cuerpo lo tomará como un hábito y el sueño aparecerá casi automáticamente. Incluso es positivo realizar una rutina relajante de una o dos horas previas al momento de dormir (como, por ejemplo, una larga ducha caliente) para empezar a desconectar con el estrés de la jornada.