Una cosa es el país de Federico García Lorca, Miguel Hernández, Unamuno, Negrin, Severo Ochoa, Casal, Marañon, o Serrat, y claro otra España es lo que huele a inciensos extraños en los pasillos de la Audiencia Nacional, y en la corrupta derecha española.
Violento es el mensaje que envían los tribunales españoles al mundo civilizado, cuando se procesa al Juez Baltasar Garzón. Un golpe para todas las asociaciones y grupos que trabajan por el respeto a los Derechos Humanos, que luchan de manera incansable con los fuertes poderes fácticos, que existen, que son reales, para lograr llevar a los tribunales a culpables de delitos de Lesa Humanidad.
Los familiares de víctimas del periodo franquista, quedan abandonados por los tribunales de justicia; sus esfuerzos para saber donde están enterrados sus cercanos, reciben una paletada más de tierra e impunidad, para que el olvido, esta vez decretado de manera más o menos oficial y cómplice… se haga concreto.
Con esa visión de la justicia española, no habría sido posible juzgar a los responsables de los crímenes cometidos en la antigua Yugoslavia, ni tampoco en el genocidio de Ruanda.
Debemos suponer que si por casualidad los responsables de la desaparición de Antonio Llidó o del asesinato de Joan Alsina, o el caso de Carmelo Soria, se hubieran sentado en un tribunal español, los victimarios hubieran recibido las disculpas por el bochorno de pasar por tribunales.
La justicia española confirma que no se pueden investigar delitos de Lesa Humanidad, que la búsqueda de la verdad, SOLICITADA POR LOS FAMILIARES DIRECTOS DE LAS VÍCTIMAS, en este caso, los desaparecidos durante el periodo del franquismo, es una cosa del pasado, al parecer cuando interpreta la Ley de Amnistía de los años setenta, algún tiempo después de la muerte en su cama… del caudillo, por la gracias de Dios .
No es tan extraño que la justicia española esté en la actualidad en un nivel tan primitivo. Los que tiempos que se viven evidencian esfuerzos por lograr que el Derecho Internacional haga y asegure, a las próximas generaciones, un mundo más seguro, donde la vida de millones de hombres y mujeres esté protegida. Eso, tan indispensable en todos los tiempos tiene en Baltasar Garzón a uno de sus principales impulsores.
Baltasar Garzón no pretende investigar lo que sucedió en un “Campo de Experimentación” en Málaga, donde un equipo de médicos españoles, asesorados por la Gestapo concluyó que las mujeres republicanas presentan “anormalidad psíquica, exaltadas por sentimientos pasionales…” y que junto a la catalanas son las más “degeneradas” y que “ el marxismo español es una mezcla judeo-masónica que la distingue del marxismo extranjero, semita puro”. Estas conclusiones tan científicas fueron las que justificaron que 12.043 niños fueran puestos bajo la tutela del Estado Español para salvarlos de la transmisión de aquella “patología”.
Baltasar Garzón no pretendía hacer públicos los informes del diplomático español, Sanz Briz, que desde Budapest le informó de manera oficial a Francisco Franco de lo que estaba sucediendo en Auschwitz. Correspondencia oficial que tiene el sello de “no mostrar”.
La derecha española podía estar y respirar tranquila, Baltasar Garzón no pretendía llevar al potro de tortura a los alcaldes de los cientos de ciudades que colocaron el nombre de Franco en sus calles. Ningún Concejal de la derecha, iba a ser sacado de su casa durante la noche, llevado a un cementerio para ser fusilado sin juicio.
La investigación de Baltasar Garzón no buscaba demostrar que el franquismo no sólo mató a los republicanos, sino que robó a los vencidos, que fueron saqueados, como lo establecieron los tribunales políticos del franquismo, adjuntándole además abultadas multas.
Baltasar Garzón no pretendía dejar establecido que Francisco Franco incorporó y combatieron en su ejército, 80.000 marroquíes, para que su victoria fortaleciera la Raza de España.
No era la intención de Baltasar Garzón pedir explicaciones al Cardenal Rauco Varela por las placas e inscripciones conmemorativas de los “caídos por Dios y por la Patria”, esculpidas en iglesias. La iglesia necesitaba dejar establecido quiénes eran los patriotas y dónde estaban los traidores, esa desmemoriada iglesia que no recuerda por ejemplo, a los curas vascos fusilados por el franquismo en octubre de 1936 en el cementerio de Oiarzun.
Baltasar Garzón considera necesario investigar que pasó con los miles de personas en “zona nacional” entre 1936 y 1950 y su posterior desaparición, las circunstancias de su detención ilegal, cuáles fueron las acusaciones y quiénes los responsables. Estos delitos estaban contemplados en Código Penal vigente de 1932. Si el mundo civilizado estaba juzgando en Núremberg en 1945 por crímenes de Lesa Humanidad y genocidio, aquella legislación era perfectamente válida para lo que sucedía bajo el mando de la Falange Española.
Sentar en el banquillo de los acusados a LAS VÍCTIMAS DEL FRANQUISMO, ya que eso es el juicio a Garzón, es trabajar para la impunidad, y eso deben saber que no está permitido. En España la amnistía de 1977 no anula el derecho imprescriptible a saber qué fue de las víctimas del franquismo.
Por Pablo Varas