Los talibán de L&D nos acaban de revelar que el tema del alza de los impuestos es la madre de todas las batallas del piñerismo neoliberal. Es ahí donde se expresará, según ellos, la pureza de las intenciones de S. Piñera. Su fidelidad a la ortodoxia y su fe de creyente en el dogma y credo neoliberal.
La pulsión de fondo así como los mecanismos recónditos del “alma” neoliberal los conocemos bien. Se resumen a la búsqueda de la ganancia sin límites de los proprietarios del capital que se conjuga con los imperativos de privatización, apertura y desregulación de los mercados, “flexibilidad” laboral, baja de impuestos, crecimiento, productividad, competitividad y libertad … para la circulación de capitales.
¡Si habremos escuchado la misma tonada con aires de renovación y modernidad en los veinte años de gobierno de los administradores concertacionistas!
Con la salvedad que los concertacionistas y sus sucedáneos progresistas estipulaban —y lo seguirán haciendo— un agregado. La construcción de una red de contención social para que no se desmorone el modelo mismo y poder así esquivar los desbordes sociales. Lo que John Kenneth Galbraith designaba como el trabajo de “redondear las aristas del capitalismo”. En esa pega la ex coalición de gobierno obtuvo un 7 o un A+. Le dio garantías de orden y seguridad a las clases dominantes.
Hoy, los fundamentalistas neoliberales del piñerismo, los intelectuales orgánicos de la clase dominante y del capital en el gobierno, están dispuestos a sacrificar todo “irritante” o “rigidez” en nombre de la pureza del modelo. Para eso hay que “gobernar de otra forma”, dicen. Ir al hueso, sin remilgos ni bonnes manières. Son Talibanes.
Aunque los resultados de la aplicación del modelo en la realidad social irrumpieran abruptamente con el terremoto, no escarmientan. Poco importa que se haya instalado durante treinta y siete años de neoliberalismo la desigualdad, la fractura social con destrucción del vínculo social solidario, el desempleo, la alienación consumista que puede conducir al vandalismo, el endeudamiento, la precariedad existencial, la fragilidad psicológica, el miedo al otro y la incertidumbre ante el futuro. Ellos siguen diciendo desde su confortable think tank (*) o torre de marfil que más neoliberalismo, más modelo, 100% puro, es el remedio para todos los males del país.
Y a nivel macro global el mismo relato neoliberal llevado a la práctica es responsable de la crisis del aparato financiero y su burbuja especulativa, del déficit fiscal de los estados, de la concentración económica en manos de la oligarquía mundial (a la cual pertenece nuestro insigne Presidente) y de la baja general del nivel de vida de la población. Sin hablar de la depredación ambiental (vía privatización de los océanos y de los recursos naturales, en Chile con la manito concertacionista) resultado, otra vez, de la misma narrativa que empuja al crecimiento y al “progreso” tecnológico productivista sin límites éticos como paradigma civilizacional.
Ahora bien, los taliban de L&D nos acaban de revelar que el tema del alza de los impuestos es la madre de todas las batallas del piñerismo neoliberal. Es ahí donde se expresará, según ellos, la pureza de las intenciones de S. Piñera. Su fidelidad a la ortodoxia y su fe de creyente en el dogma y credo neoliberal.
Así pues, en una especie de división táctica del trabajo político el malo es L&D y algunos ministros piñeristas son los “buenos” que quieren subir impuestos. ¿Y de cuanto…? De 2% ¡Y basta! Y además sería un alza transitoria, exclaman éstos. Es un 2% demasiado cargado de simbolismo que denota debilidad, retrucan los “expertos” de L&D.
Para morirse de la risa.
De aumentar los impuestos a los ingresos personales al 10% más rico y a las sucesiones, nada. Los concertacionistas y progresistas tampoco chistan. Enríquez-Ominami quería eliminarlos. Darles un regalito a los super ricos para que lo vieran con buen ojo.
Para Luis Larraín, el CEO de L&D, no importa que el 75% de los chilenos esté de acuerdo con aumentarles la tributación a las empresas. El Presidente tendría que hacer caso omiso de la opinión ciudadana puesto que si el gobierno opta por “la salida simple (que) es no enemistarse con nadie y evitar los conflictos lleva a no hacer nada” (Entrevista en Reportajes de La Tercera).
Así se revela el pensamiento de la ultraderecha neoliberal para quien la solidaridad social y nacional no cuenta en su visión de país. El liberalismo como filosofía social conduce irremediablemente a la agudización de los conflictos sociales, a la fractura social y a la rebeldía ante el poder de la riqueza extrema. Al divorcio cada vez más insoportable entre una casta de poderosos que se enriquecen en nombre de un crecimiento que nunca se transforma en desarrollo para todos.
(*) Vale la pena releer a Pierre Bourdieu: “[…] Numerosos estudios históricos mostraron el papel que desempeñaron los think tanks en la producción e imposición de la ideología neoliberal que hoy gobierna el mundo; a la producción de estos think tanks conservadores, grupos de expertos pagados por los poderosos, debemos oponer las producciones de redes críticas, que reúnen a “intelectuales específicos” (en el sentido de Foucault) en un verdadero intelectual colectivo capaz de definir por sí mismo los objetos y fines de su reflexión y acción, es decir, autónomo. Este intelectual colectivo puede y debe cumplir en primer lugar funciones negativas, críticas, trabajando en la producción y difusión de las herramientas de defensa contra el poder simbólico, pertrechado a menudo con la autoridad de la ciencia; con la fuerza que da la competencia y la autoridad del colectivo reunido, puede someter el discurso dominante a una crítica lógica que apunta particularmente al léxico (“globalización”, “flexibilidad”, etc.), pero también a la argumentación (…); puede someterlo a una crítica sociológica, prolongación de la primera, poniendo en evidencia los determinantes que pesan sobre los productores del discurso dominante (empezando por los periodistas, en particular de economía) y sus producciones; puede finalmente oponer una crítica propiamente científica a la autoridad pretendidamente científica de los expertos, sobre todo en economía. Pero también puede cumplir una función positiva, contribuyendo a un trabajo colectivo de invención política. La caída de los regímenes de tipo soviético y el debilitamiento de los partidos comunistas en la mayoría de los países (…) liberó al pensamiento crítico. Pero la doxa neoliberal ocupó todo el espacio que quedó entonces vacante y el pensamiento crítico se refugió en el “pequeño mundo” académico, donde se autocomplace de sí mismo, sin estar en condiciones de inquietar a nadie acerca de nada. De modo que hay que reconstruir todo el pensamiento político crítico, lo cual no puede ser obra de un solo maestro del pensamiento librado sólo a los recursos de su pensamiento singular, o portavoz autorizado por un grupo o una institución para transmitir la supuesta palabra de los que no la tienen. Es ahí donde el intelectual colectivo puede cumplir su papel, irreemplazable, contribuyendo a crear las condiciones sociales de una producción colectiva de utopías realistas. […] Pierre Bourdieu, Contrafuegos 2: por un movimiento social europeo, Anagrama, Barcelona, 2001.
Por Leopoldo Lavín Mujica