Estaba en un costado del campo de juego, protestando porque el equipo no funcionaba, reclamó al entrenador para que haga cambios, que modificara la táctica. De repente, el técnico se anima y le dice: «Ahora va a entrar usted. Juegue, vaya allá, de siete». Fue en 1994, cuando un tal Steve Davies -fanático del West Ham- cumplió ese deseo: jugó para los Hammers. El DT Harry Redknapp le inventó un apellido, Tittyshev, y lo mandó al campo de juego, en pleno amistoso de pretemporada frente al Oxford City.
La historia la rescató este año el programa español Informe Robinson. Aquel día del verano europeo del 94, Davies viajó rumbo a Oxford en su auto, acompañado por dos amigos y su novia de ese tiempo. No había razón para su incondicionalidad: un partido menor, ante un equipo que competía en las categorías regionales; poco más que una práctica. Pero la presencia del equipo londinense generó expectativa: había unos dos mil espectadores en el lugar. Quejoso como siempre, Davies esta vez se enfadó con el atacante Lee Chapman. Le gritó durante todo el primer tiempo, según él mismo, ya entre risas, 21 años después: «Jugaba contra un defensor que era más bajo que él, pero acababa en el suelo cada vez que lo chocaban. Cuando se cayó por tercera vez, empecé a meterme con él». No se inhibe al momento de la confesión: «Cada vez que atacábamos le gritaba: «Chapman, burro, levanta el culo…».
En el primer tiempo, West Ham finalizó arriba en el resultado pero complicado por las lesiones. Ya no le quedaban jugadores para ofrecer cambios. Entonces, Redknapp se acercó a Davies, quien seguía quejándose del rendimiento de Chapman, y sucedió el siguiente diálogo:
-¿Puedes jugar mejor que Chapman?
-Claro que sí. Por supuesto.
-¿De qué juegas?
«De delantero», mintió Davies, quien con sus amigos solía ubicarse en la defensa.
Davies no aparecía en ninguna planilla. El encargado de los altoparlantes no sabía quién era. Le tuvieron que preguntar al técnico. Y Redknapp resondió astuto: «¿No vieron el Mundial? ¡El es Tittyshev, el búlgaro!». El tal Tittyshev no existía. No había nadie ni con apellido parecido en el plantel búlgaro que accedió a las semifinales del Mundial de los Estados Unidos. La mitología estaba naciendo. Tittyshev era Davies, un amateur por donde se lo mirara. Sin embargo, el hincha del apellido inventado sorprendió a todos: jugó, se animó y hasta escuchó aplausos. También hizo un gol que gritó hasta la disfonía. Se lo anularon. Cuando pasó por al lado del árbitro, mitad en broma y mitad en serio, lo insultó: «Me cagaste el sueño». Luego volvió a ofrecer una sonrisa que no le cabía en la cara.
Aquella decisión de Redknapp resulta, claro, un homenaje al hincha incondicional. Venga, cumpla su sueño. Porque de algún modo es como lo decía El Ñato (el personaje al que Discépolo le puso la piel y el alma) en la película El Hincha: «¿Y para qué trabaja uno si no es para ir los domingos y romperse los pulmones a las tribunas hinchando por un ideal? ¿O es que eso no vale nada?»…»¿Que sería del fútbol sin el hincha?… El hincha es todo en la vida…» Esa vida de fanáticos es la que retrata con final feliz La Leyenda de Tittyshev.