La prolongada sobrevivencia de esta especie se debe a las condiciones climatológicas en las que viven, que son de vientos helados, tierra árida y se encuentran a una altura de 11,000 pies sobre el nivel del mar. Esta adversidad del ambiente es, paradójicamente, lo que los hace tan fuertes. Gracias a los intempestivos vientos que los rodean, los árboles fortalecen sus troncos y forman una gruesa capa de resina que los protege de podrición y de parásitos u hongos.
Como herederos de la magia y el silencio, en esta parte del mundo se encuentran los perennes sabios que guardan el paso del tiempo en su quietud. Aunque su tiempo en la tierra sea muy difícil de comprender para la escala humana (es una escala de inmortalidad por lo que podemos inferir), su existencia no puede más que infundir en nosotros el asombro y el más hondo sentimiento de humildad.
Además, la singular forma de estos pinos, llamados bristlecone (o pino de Colorado), que aparentan ser sólo troncos pues rara vez adquieren follaje, expone el símbolo más grande de todos: el de la espiral. Los troncos crecen torcidos y enredándose en sí mismos, moldeando así, conforme los altos vientos los rodean, la silueta de lo eterno.
La locación exacta de Matusalén se mantiene en secreto para evitar vandalismos, o cualquier tipo de daño, que se les pueda infringir; lo anterior le infunde aún más encanto a la idea de ir en busca de este intempestivo sabio y testigo del mundo.