A muchos fumadores les pasa que cuando dejan de fumar están una semana sintiéndose peor que cuando encendían un cigarrillo atrás de otro. Esto está relacionado con que el cuerpo siente que necesita la nicotina y se producen efectos de abstinencia.
Pero si sucediera solamente esto, nadie dejaría el cigarrillo. En tu organismo se producen muchos cambios beneficiosos solo a partir de los 20 minutos posteriores a que apagaste tu último cigarrillo.
Antes de que se cumpla media hora, tu pulso y tu presión sanguínea vuelven a funcionar a su ritmo normal. Luego de 12 horas, los niveles de oxígeno en la sangre también vuelven a su estado regular. Cuando cumples las 24 horas, es probable que tus niveles de ansiedad estén en su máxima potencia. Respira. Tardarás al menos dos semanas en sobrepasar ese trastorno.
Después de 48 horas, tu sentido del gusto y del olfato comienza a mejorar. Esta etapa es asombrosa. Sentirás aromas de tu entorno que no habías notado antes y ya no le echarás tanta sal a tu comida. Sí estarás irritado y nervioso. Respira. Todavía falta.
A las 72 horas ya habrás eliminado el 90% del total de la nicotina en tu cuerpo a través de la orina y tus pulmones comenzarán a funcionar mejor.
Cuando cumplas una semana, tendrás unos irrefrenables deseos por fumar. Estos duran aproximadamente tres minutos. La buena noticia es que a los 10 días los deseos por fumar bajan su ritmo a dos cada 24 horas.
Cuando llegues a las tres semanas, ya habrás reducido tus ganas de encender un cigarrillo. Incluso, tus receptores cerebrales que controlar la respuesta en función a la nicotina ya se habrán regulado y no te estarán volviendo loco.
Si ya has cruzado la barrera de los 21 días, debes sentirte orgulloso pues has atravesado la peor parte. Piensa que dentro de un año tus posibilidades de tener un ataque cardíaco o un accidente cardiovascular habrán disminuido a la mitad de las que tiene un fumador. Recuerda esto las pocas veces (porque sucederán) en que te tientes con encender aunque sea un último Marlboro.