Detrás del glamour de Hollywood se esconden los grandes egos de las estrellas. No por eso dejaríamos de reconocer que su talento y capacidad histriónica son los que hacen que sus personajes se vuelvan íconos para la posteridad. De ellos depende que un papel ingeniosamente escrito sea un papel ingeniosamente interpretado, y del papel a la realidad hay una gran brecha.
La decisión de aceptar o no un papel depende de varias circunstancias, como el perfil con el que quieren ser identificados por el público o el sueldo que desean cobrar. El difícil dilema entre ser una estrella mainstream o una estrella de festivales. Como sea seguramente debe ser muy frustrante para un actor haber rechazado un papel premiado por la crítica y aplaudido por el público por errores de cálculo o por ego. ¿Se imaginan por ejemplo a Rose de Titanic sin Kate Winslet? ¿O a El Padrino sin Al Pacino? En esta entrega nos dimos a la tarea de buscar a aquellos actores que rechazaron importantes papeles de los que seguramente se habrán arrepentido.
Angelina Jolie en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013)
Este papel fue ofrecido a Natalie Portman, Marion Cotillard y Angelina Jolie. La favorita era Angelina Jolie, sin embargo lo rechazó. Quien lo aceptó -e incluso apoyó a la película- fue Sandra Bullock, lo que le valió una nominación al Oscar como mejor actriz protagónica. La película ganó más de siete oscares y obtuvo una taquilla mundial promedio de 675 millones de dólares. Alfonso Cuarón, al ganar el Oscar a mejor director, agradeció en específico a Bullock: “Gracias Sandra, tú eres Gravity”.
John Travolta en Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994)
John Travolta confesó que haber rechazado este papel fue una de las cosas más estúpidas que pudo haber hecho. En lugar de aceptar este personaje prefirió participar en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) que ganó la Palm d’Or en el Festival de Cannes. A pesar de que el festival francés tiene gran prestigio, John Travolta hubiera preferido la popularidad de Hollywood y por supuesto el Oscar a mejor actor que le arrebató su colega Tom Hanks en 1995.
Michelle Pfeiffer en El silencio de los inocentes (Jonathan Demme, 1991)
El propio Jonathan Demme confesó que Jodie Foster no le convencía para el papel de Clarice Starling que le valió el premio Oscar a la mejor actriz. El director hubiera preferido a Meg Ryan, Laura Dern o Michelle Pfeiffer. Esta última rechazó el papel, apenas terminó de leer el guión, por considerarlo altamente violento. Los productores se decidieron por Foster pero Demme insistía en cualquier otra actriz. ¿Qué hubiera sido de El Silencio de los Inocentes sin Jodie Foster? Nunca lo sabremos. Lo que sí, es que a partir de este papel, la carrera de Foster adquirió importancia y respeto.
Al Pacino en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976)
Nadie se puede imaginar Taxi Driver sin Robert De Niro como Travis Bickle. Este papel se le ofreció primero a Al Pacino y Dustin Hoffman, quien ha confesado que es algo de lo que se lamenta profundamente. La historia pudo ser otra. Nunca sabremos si Taxi Driver con Al Pacino hubiera sido tan memorable como lo fue con la interpretación de De Niro.
Meg Ryan en Mujer Bonita (Garry Marshall, 1990)
De por sí hoy Mujer Bonita puede ser tachada de cursi y romántica por presentar a una scort tan carismática como Julia Roberts, si Meg Ryan hubiera aceptado el papel es posible que no hubiera resultado verosímil su actuación. Nos da gusto que Ryan no se haya atrevido porque tal vez nunca hubiéramos conocido el talento y el ángel de Julia Roberts, cuya carrera despegó como cohete desde ese momento. Incluso ganó el Globo de Oro a mejor actriz de comedia.
Jack Nicholson en El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972)
Antes de que Al Pacino fuera elegido para el famoso papel de Michael Corleone, Jack Nicholson ya había recibido la propuesta para hacer el papel. Sin embargo lo rechazó. Hoy confiesa que si bien sabía que la película sería un éxito rotundo, también sabía, en sus propia palabras, que “Los indios deben actuar papeles de indios así como los italianos deben actuar papeles de italianos”.
Gwyneth Paltrow en Titanic (James Cameron, 1997)
Paltrow era la primera opción de James Cameron pero ella rechazó el papel, pues consideraba que éste no implicaría un reto para su histrionismo. Por Rose, Kate Winslet consiguió una nominación al Oscar, y, Gwyneth Paltrow lo ganó al año siguiente con Shakespeare in Love (John Madden, 1998) por su papel de Viola De Lesseps, que por cierto había rechazado antes Kate Winslet.
Will Smith en Django (Quentin Tarantino, 2012)
Parecía que el papel había sido escrito especialmente para Jamie Foxx pero no, de hecho Quentin Tarantino pensaba en Will cuando escribía este papel. Smith rechazó el proyecto argumentando que la filmación de Hombres de Negro III (Barry Sonnenfeld, 2012) se atravesaba con la de Django, pero luego confesó la verdad: en Django no era el único protagonista.
Sandra Bullock en Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2004)
No quería pero tuvo que rechazar el papel. La actriz se enfrentó a un difícil dilema entre hacer Miss Simpatía 2 (John Pasquin, 2005) o este papel. Al final supimos cuál fue su decisión. No podía dejar la película que le dio fama internacional y aunque se le fue el Oscar, luego lo obtuvo –y no por su mejor película- en el 2009.
Leonardo Di Caprio en American Psycho (Mary Haron, 2000)
El estudio quería a Leonardo DiCaprio para interpretar a Patrick Bateman. La directora prefería a Christian Bale. El argumento: la película no sería tomada en serio pues DiCaprio contaba con un amplia popularidad… pero como actor de adolescentes. “En este proyecto teníamos que cuidar el tono, si poníamos a una estrella tan fuerte como DiCaprio hubiera sido más difícil lograrlo”, confesó la directora que se salió con la suya gracias a que DiCaprio prefirió La Playa (Danny Boyle, 2000).
Para bien o para mal, actrices y actores que rechazaron papeles importantes, seguramente aprendieron la lección; a confiar menos en su ego y en la fama de Hollywood que puede ser atractiva, pero efímera. En la lista que enumeramos se encuentran personajes inolvidables del cine, impensables para cualquier otro actor porque es gracias a su talento -y ojo- que se han vuelto íconos inmortales.