No soy valdiviano de nacimiento, pero sí descendiente, por la rama materna, de una familia valdiviana, y la contaminación atmosférica de la capital me impuso la necesidad de abandonarla, y me he radicado en Valdivia.
Mi bisabuelo, Johannes Hanne, llegó a Corral en 1854, a bordo del velero Grasbrock, al mando del capitán August Goertz, proveniente del pequeño pueblo de Zeiningen, en los alrededores de Stuttgart. Lo acompañaban su mujer, Bárbara Schepper, y sus pequeños hijos Guillermo, mi abuelo, de dos años de edad, y la tante Cristine, de sólo meses. En Valdivia nació ya mi tío abuelo Carlos Hanne Schepper -de quien desciende la familia Hanne de Valdivia- padre de mi tío Carlos Hanne Volke. Mi abuelo Guillermo, luego de casarse en Valdivia con Ana Ellwanger, mi abuela, se radicó en la provincia de Arauco, y de él desciende la familia Hanne de Lebu, donde yo nací.
Si he anotado todo lo anterior ha sido para establecer mi vinculación ancestral con Valdivia, de la que emana mi afecto por ella y mi decisión de entregar las energías de los años de vida que me resten a su recuperación como una de las provincias más prósperas de Chile, a lo que contribuyeron mis mayores con sus mejores esfuerzos, adecuados a los tiempos que corrían.
Durante las próximas quincenas concentraré mi trabajo en los dos principales proyectos valdivianos actuales, uno ya en ejecución y afrontando graves problemas propios de los tiempos que vivimos, de tipo ambiental, y el otro, durmiendo hace más de treinta años un profundo sueño, del que me he propuesto sacarlo y darle la vida que merece.
Me refiero a la Planta de Celulosa de la Empresa Celco y a la Exploración de Recursos Petrolíferos y de Gas Natural del Mar de Chile.
Se desconfía mucho del desempeño a favor de la provincia de Valdivia de los senadores Allamand y Frei, que el buen humor criollo ha llamado los “senadores extranjeros”, pero yo no quiero adoptar ninguna actitud negativa hacia ellos, y espero que a la mayor brevedad aclaren sus respectivas posiciones al respecto y, en concreto, si prestarán o no su apoyo parlamentario para el debido manejo de estos proyectos.
Ahora bien, comenzaré por hacer una síntesis, objetiva y realista, del caso de la celulosa valdiviana, y la encabezaré con la siguiente estrofa poética:
“Reina en el lago de los misterios, tristeza suma;
los bellos cisnes, de cuello negro, de terciopelo,
se han ausentado, porque del hombre tienen recelo…”
No son emotivas palabras que haya escrito en estos días una liceana valdiviana sentimental ni un fanático ecologista criollo al servicio del mundo desarrollado. Son versos de enorme y visionaria profundidad escritos hace cien años por el gran poeta chileno Carlos Pezoa Véliz, fallecido en 1905, refiriéndose, al parecer, a los cisnes que abandonaban el lago Vichuquén.
Los cisnes curicanos de entonces recelaban del hombre, al igual que lo hacen hoy los cisnes valdivianos. Pero concretamente ¿de quién, o de quienes recelan actualmente estas delicadas aves?
En Valdivia murieron varios miles de cisnes del Río Cruces y alrededor de 1.200 emigraron en busca de un hábitat más propicio, que sin ayuda de la burocracia gubernamental encontraron en aguas más limpias de la cercanía, o un poco más alejadas. Porque, sin perjuicio de lo que en definitiva dictaminen los científicos, parece obvio que la causa inmediata del problema es la contaminación de las aguas del río.
En cuanto a las causas profundas, hay que buscarlas en el mal desempeño de los últimos gobiernos ineficientes y corruptos que han dirigido los destinos del país. (Continuará)
Raul Hermosilla Hanne