Fracasados los continuados intentos de crear una catástrofe humanitaria en Siria atribuible a su gobierno legítimo, los agresores de Siria están tratando de buscar nuevas excusas para invadir el país. En efecto, al desmontarse una y otra vez las presuntas masacres del «régimen de Assad» contra su propio pueblo, puestas en ridículo velozmente, aunque los desmentidos no hayan llegado a copar espacios relevantes en los medios de comunicación de masas, como sí hicieron las tentativas de manipulación, la doctrina del R2P, la falsaria Responsabilidad de Proteger que se autoatribuye Estados Unidos en todo el mundo, ya no tiene ningún sentido ni utilidad práctica.
Se impone, pues, un cambio de paradigma para justificar la injerencia y el intento de situar en el gobierno sirio a algún derivado de los Hermanos Musulmanes, el beneficiario premeditado de las revoluciones de colores organizadas por EEUU, llamadas en la región eufemísticamente «primaveras» árabes, aunque hayan supuesto de manera general poco menos que un verdadero infierno árabe, que está, por ejemplo, en el origen de la gran oleada de refugiados que ahora llaman desesperados a las puertas de Europa.
El nuevo paradigma se llama defensa propia, aunque sólo se trate, una vez más, del uso torticero de un concepto jurídico popular y reconocido por todos para encubrir un macabro programa. La defensa propia, por ejemplo, ha sido invocada por Turquía, tras un atentado atribuido al Estado Islámico, pero no para atacar al grupo terrorista, sino para bombardear justamente a aquellos que los estaban combatiendo, a las milicias kurdas que se acercaban exitosamente a Ar Raqqa, la ciudad ocupada siria donde se encuentran los centros de mando más importantes del Daesh.
Ahora es Francia quien ataca en Siria con la excusa de derrotar a los terroristas, pero sin disparar contra al Qaeda (el Frente al Nusra), sino sólo contra el Estado Islámico, su rival sobre el terreno. Hollande, impertérrito, sigue apostando por el terrorismo para derrocar a Bashar al Assad y colocar allá un régimen dócil con el imperialismo y el sionismo. Israel bombardea Siria a diestro y siniestro cada vez que le place, arguyendo supuestas amenazas o ataques de Hezbollah, Irán o el Ejército Árabe Sirio, cuando lo que en realidad hace es actuar de fuerza aérea de al Qaeda, cuyos militantes son asistidos en hospitales de Israel, como ha publicado y fotografiado la prensa de su país, aún a pesar de que es de sobra conocido de que son peligrosos terroristas.
Cuando el consenso sobre la necesidad de mantener a toda costa a Bashar el Assad en el poder crece a ritmo exponencial; cuando en el frente interno, EEUU reconoce que no tiene a nadie sobre el terreno y que ha desistido ya de tenerlos; cuando los palestinos han tomado las armas para defender al gobierno sirio; cuando los kurdos se sitúan masivamente con la República Árabe Siria… es justamente cuando los perdedores intentan jugar las últimas cartas de la partida de la agresión. La mencionada movilización de refugiados hacia Europa no es ajena a ello, tampoco los últimos bombardeos de estos días, ni la campaña diplomática norteamericana admitiendo incluso que podrían entrar en guerra.
Si todo se mueve a una velocidad endiablada es por una simple razón. Como versaba Carlos Puebla, “Se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó parar”. En este caso, la trova no se le aplica a Fidel, sino a Putin. Después de más un año en que la coalición antiterrorista ha estado jugando plácidamente al ratón y al gato con el Estado Islámico, atacando sin atacar, tirándole armas desde el cielo «por error» en múltiples ocasiones, sin haber conseguido ningún avance significativo contra ellos… Rusia ha decidido entrar en acción, sin ambages ni medias tintas.
Y no está sola en su aventura. Además de la gran cantidad de ayuda proporcionada estas últimas semanas y de la presencia real sobre el terreno —no reconocida en toda su magnitud—, se le une la llegada el pasado viernes de un portaaviones chino al puerto de Tartús, escoltado por otros buques de guerra y otra flotilla que aún está por llegar. Algunas fuentes sin confirmar citan la llegada de un contingente de la Guardia Revolucionaria iraní y otras tropas de élite que suman más de un millar de combatientes altamente cualificados. La novedad es que esta nueva coalición cuenta con el visto bueno y el apoyo de los ejércitos de Siria e Irak, con los que van a trabajar de manera coordinada contra todos los grupos terroristas, sin excepción, que operan en ambos países. Como apuntan todos los expertos, esa es la única manera posible de acabar con al Qaeda y el Estado Islámico, cosa que es imposible de hacer sólo desde el aire, como demuestra el fracaso de la coalición impulsada por Estados Unidos, repleta de países que han creado, patrocinado y apoyando al terrorismo —aún lo siguen haciendo— como método de alcanzar sus intereses estratégicos.
Si de verdad quisieran acabar con la amenaza terrorista, deberían estar contentos, muy contentos, con la determinación mostrada por Rusia. De hecho, les van a hacer su trabajo. Si, por el contrario, se muestran tan enojados, es porque siguen utilizando al Estado Islámico y a al Qaeda en su propio beneficio, como llevan haciendo desde el inicio de la agresión. Por eso han intentado cerrar el espacio aéreo de los países de los alrededores, sin demasiado éxito, todo hay que decirlo. Por eso siguen amenazando a Rusia con la posibilidad de inicio de una guerra a gran escala.
Pero si alguien puede invocar el recurso a la defensa propia esa es Rusia o China. Se cuentan por millares los chechenos, daguestaníes… que se han enrolado en las filas terroristas y que pueden acabar volviendo a la Federación Rusa perfectamente entrenados y pertrechados para iniciar otra revolución «popular, pacífica y democrática» de colorines. Lo mismo sucede con China y la etnia uygur; se estima que 3.500 uygures están ahora en Siria luchando, reclutados por el Daesh con dinero de países de la coalición antiterrorista. Ambas naciones no pueden dejar que los combatientes vuelvan sanos y salvos, que es lo que harían si dependiese de la coalición norteamericana.
Una de las virtudes de la iniciativa rusa es que va a poner sobre la mesa, por enésima vez, la hipocresía de los Estados Unidos en lo tocante a política exterior. En este caso, como ya hizo en Irak, jugó la carta terrorista para cambiar el gobierno de Nuri al Maliki, lo mismo que pretende hacer ahora para quitar a Assad de en medio y doblegar la independencia de Damasco.
Sin la amenaza terrorista, Occidente y los restos de la Liga Árabe no tendrán más remedio que aceptar la voluntad del pueblo sirio. Y ya sabemos de sobra cómo piensan y que quieren los sirios. Ese es el problema de Estados Unidos e Israel, por eso utilizan el terror para cambiar los gobiernos que se les resisten…
Juanlu González