La izquierda en Hungría no ha perdido las elecciones… ¡No existe!

La bancarrota de los «socialistas liberales» en Hungría nos entrega valiosos elementos para repensar la izquierda en Chile, ya que aquí también un importante sector del socialismo criollo devino en «progresistas» ejecutores neoliberales; mientras que otra parte de la izquierda nacional se quedó «pegada» en nostálgicas recetas bolcheviques

La izquierda en Hungría no ha perdido las elecciones… ¡No existe!

Autor: Wari

La bancarrota de los «socialistas liberales» en Hungría nos entrega valiosos elementos para repensar la izquierda en Chile, ya que aquí también un importante sector del socialismo criollo devino en «progresistas» ejecutores neoliberales; mientras que otra parte de la izquierda nacional se quedó «pegada» en nostálgicas recetas bolcheviques. Al igual que en Hungría, en nuestro país también pesa la herencia cultural de esquemas semifeudales y ataduras mentales católico-cristianas. Dejamos con ustedes esta interesante entrevista publicada en michelcollon.info.

Para comprender mejor Hungría, su situación social, la distinción izquierda/derecha, el problema gitano, el nacionalismo, etc., nuestro invitado, Attila Jakab, responde a las preguntas de Cédric Rutter para  Investig’Action.

Nacido en Transilvania, Attila Jakab (en la foto) tiene doble nacionalidad, húngara y rumana. Es licenciado de la Faculta de Teología Católica de la Universidad de Estrasburgo (Tesis en historia del cristianismo antiguo). Después fue asistente post-doctorando en la Facultad de Teología Protestante de Universidad de Ginebra. Colaboró con el Centro Internacional de Estudios Geopolíticos de Ginebra. Actualmente vive en Budapest donde es investigador de la Fundación Pública de Investigación Comparativas sobre las Minorías en Europa. Investiga sobre el papel de las iglesias y de las comunidades religiosas de las minorías nacionales en una perspectiva geopolítica. Ocasionalmente también es profesor de historia y de geopolítica del cristianismo.

¿Puede resumirnos brevemente el resultado de estas elecciones?

La coalición de izquierda, una alianza entre el Partido Socialista Húngaro (MszP), la Alianza de los Demócratas Libres (SzDSz) y para estas elecciones, el enemigo de antaño, el neoliberal y conservador Foro Democrático Húngaro (MDF), ha perdido las elecciones de manera aplastante, mientras que desde 2002 estaba en el poder.

En alianza con el en realidad inexistente  Partido Popular Cristiano-Demócrata (KDN, se trata de una red de influencia de la iglesia católica), la Fidesz (Unión Cívica Húngara), antaño liberal y anticlerical pero ahora calificada en los medios occidentales de “populista”, ha obtenido dos terceras partes de los escaños del parlamento frente a los «socialistas” [que han obtenido] el  15%.

En realidad todas las circunscripciones están en manos de la Fidesz de Viktor Orban salvo Budapest, donde el socialista MSZP sigue tratando de resistir a la avalancha de votos.

Pero éste no es el único cambio. Desaparecen los dos partidos de la coalición y dos nuevos partidos hacen una destacada entrada: el Jobbik de extrema derecha consigue el 12% de los votos y el ecologista LMP (Por Otra Política), considerado de izquierda con un tinte liberal, el 4,5%.

¿Cómo se puede explicar el enorme derrota de los socialistas (MszP)?

En la primavera de 2006 se reeligió al MSzP gracias a una retórica de izquierda y al carisma de su dirigente Ferenc Gyurcsány. Prometían abundancia, que todo iría cada vez mejor… Pero en el curso de estos últimos cuatro años han tratado de introducir una tasa sobre las consultas médicas y de hacer que la universidad fuera de pago (lo que se rechazó en referéndum); también lograron congelar los sueldos de los funcionarios y suprimir empleos en el servicio público … Y mientras tanto, los salarios del sector privado se estancan, aumentan el precio del gas, de la electricidad y de la gasolina, hay una fuerte inflación. En Hungría hay más de 30.000 personas sin hogar, la mitad de las cuales está en Budapest.

En estos últimos cuatro años Hungría se ha convertido en una especie de “Absurdistán” y la izquierda húngara en una broma. No tiene nada que ver con el socialismo, lleva a cabo una verdadera política neoliberal. La izquierda en Hungría era el Estado de bienestar que cuidaba a las personas. Los votantes eligieron a los socialistas del MSzP en 1994, 2002 y 2006 porque todavía creían en ello.

La modernización e industrialización se llevaron a cabo bajo el bolchevismo, que a la vez había elevado y nivelado los niveles de vida. Pero al cabo de veinte años las desigualdades aumentaron de forma dramática. Entre los dirigentes socialistas hay personas que pertenecen a los más ricos, muchos de los cuales provienen de la antigua Nomenklatura (por lo tanto, del Estado de bienestar, por lo tanto de la idea de izquierda). La gente considera que es una injusticia y por consiguiente ya no quieren esta “izquierda”, podrida por una corrupción institucionalizada.

¿Cómo se puede imaginar que un millonario pueda entender lo cotidiano o la miseria del pueblo?¿Cómo pueden entender estos políticos lo que es vivir con un sueldo de miseria y estar expuesto a lo que quiera el patrón, mientras que el presidente del Banco Nacional no paga sus impuestos porque su dinero está en sociedades off-shore en Chipre ?

El MSzP tiene ahora un discurso ultraliberal a ultranza (que, no lo olvidemos, funciona casi como una religión totalitaria), ya sea en la organización de la economía, de la educación, del sistema sanitario … Mientras que la Fidesz de derecha (lo mismo que el Jobbik, mucho más radical) tiene un discurso nacionalista y socialista que le resulta familiar a la mayoría de la población.

¿Era previsible la llegada al poder de la Fidesz?

Desde el cambio de régime en 1989 (en realidad, [fue] una redistribución negociada de los poderes) siempre ha habido una alternancia, una especie de acuerdo tácito entre la derecha y la izquierda. Esto funcionó muy bien hasta 2006. Por ejemplo, en 2002, la Fidesz, que en los sondeos era ganadora, había aceptado la derrota y no quiso volver a hacer un recuento de votos. Gyurcsány, el primer ministro socialista de la época (procedente del mundo de los negocios) trastocó las reglas en 2006. Prefirió permanecer en el poder antes que prestarse al juego de la alternancia.

Con todo, hay que saber que este enorme resultado es la conclusión de un largo proceso, de un largo descenso a los infiernos de los socio-liberales del MSzP. El punto de partida es un discurso pronunciado el 26 de mayo de 2006 (un mes después de la victoria) por el jefe del gobierno de la coalición socialista-liberal. Un discurso en parte realista, incluso diría que valiente, pero que un político no puede pronunciar en ningún caso en público. Dijo crudamente que eso no podía seguir así en este “puto país”, que iban a hacer todo lo contrario de lo que habían prometido durante la campaña, lo cual, evidentemente, chocó mucho, incluso en el seno del clan socialista.

El discurso se hizo público en septiembre, dos semanas antes de las elecciones municipales. Esa misma noche, unas horas después de que se difundiera, se llenaron las calles de Budapest. La capital y el país vivían una especie de efervescencia “revolucionaria”. Después durante un mes todos los días se reunían los manifestantes delante del parlamento y en las grandes ciudades del país.

El 1 de octubre de2006 la Fidesz prácticamente “conquistó” el país. Emprendió entonces su marcha hacia el poder, cuyo punto de llegada constituyen las actuales elecciones.

La Fidesz ha conseguido estos resultados por medio de la combinación de varias razones: el carácter hiriente del discurso, la evidencia de la mentira política expresada durante la campaña electoral, la avería del ascensor social, una política fiscal exclusiva, el empobrecimiento de una gran parte de la población. En resumen, una crisis grave y bastante generalizada de la sociedad.

¿Esto explica también el ascenso de la extrema derecha?

El ascenso de este joven partido (nacido en octubre de 2003 de una asociación de estudiantes) se produjo tras la divulgación de este discurso.

El clima revolucionario que se desencadenó el 17 de septiembre de 2006 duró poco más de un mes. La Fidesz oscilaba entre apoyar o tomar distancia porque políticamente era demasiado arriesgado apoyar abiertamente a este movimiento “espontáneo”. Se parecía a un escenario de una revolución de colores. Desde luego había una voluntad de intentarla. La Fidesz dudaba, pero Hungría no es Ucrania, Serbia o Georgia. La Unión Europea y Washington nunca lo habrían aceptado. Esto habría sido sin lugar a dudas el final político de quienes lo hubieran intentado.

El 23 de octubre, día del cincuentenario de la Revolución de 1956, hubo un clarísimo retroceso por parte de la Fidesz, y los “revolucionarios”, las tropas de choque, se quedaron en medio de la nada, ya no había nadie para apoyarlos y eran demasiado débiles para ir más lejos. Aquello se desinfló, la Fidesz reculó y… el Jobbik inició su ascenso. Tanto más cuanto que el gobierno socialista utilizó la fuerza. La policía húngara, insuficientemente preparada para este tipo de situación se encontró ante una situación de guerra urbana y actuó de forma desproporcionada.

Pero este discurso y la situación que se desprendió de él no fueron sino un desencadenante. De hecho, el ascenso del Jobbik proviene también de la crisis que afecta al país. Muchos obreros y asalariados han visto descender sus ingresos en el curso de los tres últimos años, mientras que los jóvenes tiene cada vez menos perspectivas de futuro. Entonces, cuando se tiene miedo al final de mes, cuando no se pueden satisfacer los nuevos deseos de consumo o cuando algunas personas tienen que hacer elecciones dramáticas, incluso para alimentar a sus hijos, a la gente le importa un bledo el pluralismo, la libertad de prensa, la democracia …

Por no hablar del hecho de que la carrera política se ha convertido en un empleo a tiempo completo que ofrece dinero, reconocimiento social, calidad de privilegios y que la mayoría de las veces no exige cualificación alguna. Resulta muy tentador para los oportunistas que tienen enormes dificultades para realizarse en un dominio muy preciso.

Unos socialistas capitalistas, una derecha anticlerical con un discurso social y una extrema derecha que utiliza los sentimientos de la población. Entonces, ¿dónde estaría una izquierda democrática?

La izquierda nunca ha sido fuerte en Hungría.

Todo ello está vinculado a nuestra historia. En el siglo XIX los aristócratas húngaros de Austria-Hungría que se empobrecían dejan una parte del poder político a los industriales en pleno crecimiento. Hubo, pues, una especie de ósmosis entre la burguesía emergente (depositaria del poder económico y financiero) y la aristocracia (a la que faltaba dinero para mantener su tren de vida). En este mundo industrial y financiero había muchos judíos, en plena emancipación, y alemanes. Si bien el pueblo campesino, con frecuencia analfabeto y enmarcado por las instituciones eclesiásticas, permanecía en silencio ante las desigualdades sociales, la emergente clase obrera se sentía atraída por las ideas socialistas.

Tras la derrota de la guerra de 1914-1918 el país fue desmantelado y sólo una tercera parte de la población del antiguo reino permaneció en el marco de la Hungría delimitada por las nuevas fronteras (véase el mapa abajo): es el trauma del Acuerdo del Trianon. En esta época se proclamó la primera república húngara (16 de noviembre de 1918) dirigida por el conde Mihály Károlyi (1875-1955), el cual el 21 de marzo de 1919 cedió el lugar a la República de los Consejeros (de esencia bolchevique; Béla Kun estuvo en permanente contacto telefónico con Lenin). Durante los 133 días que duró, esta República instaura el terror y la persecución religiosa, colectiviza las tierras, asesina.

Así pues, la idea de República y, menos aún, la del socialismo, no pudieron hacer su camino en la conciencia colectiva húngara porque estas palabras van asociadas al trauma del Tratado del Trianon, al terror y al anticlericalismo, que chocó a una sociedad mayoritariamente agrícola y profundamente conservadora, unida a la Iglesia católica o a la protestante reformada. La Hungría de Horthy vuelve a ser entonces en un reino con el mismo sistema feudal del siglo XIX que dura hasta la Segunda Guerra Mundial.

Después, bajo el régimen soviético, entre 1948 y 1989, esta República de los consejos se convierte en el modelo, en una especie de arquetipo primordial. Se ha hablado mucho de ello, ¡hay bibliotecas enteras escritas sobre ello! Pero desde hace veinte años, de nuevo, ya no se habla. Existe un fuerte tabú, es una de las cuestiones (entre otras) que no se ha tratado suficientemente. Se ha ocultado la historia cuando debería haber discusiones sobre ello, debates sobre la idea misma de la República. Los intelectuales húngaros tienen una responsabilidad inmensa en la situación actual porque no se puede imponer impunemente a la sociedad tabúes intelectuales.

Pero, después de la Segunda Guerra Mundial se instauró una república socialista…

Después de la Segunda Guerra Mundial Hungría hubiera podido emprender un camino sin duda difícil hacia la democratización a la occidental, pero eso sólo duró dos años. Durante este corto periodo bajo la ocupación soviética el poder se había dado de antemano al Partido Comunista. Hasta  1956 fue de nuevo el terror. Después Kádár (dirigente de Hungría de 1956 a 1988) cambió de política: “Quienes no están en contra de nosotros están con nosotros, ganad dinero, haced lo que queráis, pero, sobre todo, no hagáis política”. Una especie de paraíso (la barraca más feliz) entre los demás países del bloque socialista. Pero no era de esta manera como se iba a aprender la democracia.

No se puede hacer una república sin republicanos, una democracia sin demócratas, una sociedad democrática con unos dirigentes incultos que sólo hablan de mitologías religiosas o nacionalistas, o  bien de internacional socialista o de lucha de clases. No se puede hacer funcionar una sociedad democrática cuando en ninguna parte hay un funcionamiento democrático. De hecho, seguimos viviendo según un modelo feudal. Las administraciones, las empresas, las universidades funcionan según un modelo feudal que nos viene del siglo XIX.

Y en nuestros días con el capitalismo, los jóvenes empiezan trabajando en un McDonal y ¿qué aprenden? Orden, sumisión, precariedad… Aprenden que están completamente a merced de su jefe. ¿Cómo quiere que se haga una democracia con este modelo? La democracia se aprende en cada generación.

Vivimos en una sociedad en la que los jóvenes no aprenden a reflexionar. Son incapaces de plantear preguntas, no aprenden [a hacerlo] y eso es un peligro. Para ellos el bolchevismo es historia, es la generación de sus padres o de sus abuelos.

Sin embargo, con la caída del comunismo en 1989 Hungría se convierte en una democracia representativa con la posibilidad de elegir entre varios partidos…

En la década de 1980 Gorbachov se da cuenta de que eso ya no podía funcionar. Y aquí nadie quería una revolución. Así pues hubo una transición negociada o, más bien, una redistribución de poderes. Se dejaba a los disidentes entrar en el juego político, mientras que la antigua Nomenklatura se retiraba  tanto a la vida económica y financiera como al mundo bien protegido de las universidades, impunemente, sin tener cuentas que rendir a nadie.

Hace veinte años que llegó el cambio de poder. Veinte años es mucho tiempo. Los dirigentes de hoy tenían veinte o treinta años entonces. Siguen en el poder y los mayores en una posición de eminencias grises. Toda movilidad social se hace únicamente en el seno de los dos grandes partidos que desde la década de 1990 se han repartido el país y dejado una pequeña parte a la SzDSz.

El Jobbik a la derecha y el LMP a la izquierda son respuestas a este inmovilismo social. Son personas de treinta o cuarenta años que se las ven negras desde que acabaron sus estudios, o estudiantes jóvenes que desean acabarlos desde una buena posición política. Se sienten sin perspectivas, no pueden construir una existencia conveniente ni una carrera porque no han podido insertarse en este medio político. El Jobbik son jóvenes que han comprendido que sus títulos no valen para nada. Se puede hacer carrera sin título. Lo que se puede producir, las capacidades o talentos, no son más que tonterías. Los títulos no tienen valor alguno. La gente no está ciega. Se ve fácilmente que muchas personas ocupan ya un puesto y que sólo después tratan de obtener el título  correspondiente a su empleo. La distribución de puestos se hace por medio de las personas conocidas, en redes más o menos informales o estructuradas. Son jóvenes que han comprendido el juego. Estamos en la misma situación que hace veinte años: una nueva generación que quiere su parte del pastel, ya sea la derecha o a la izquierda.

¿Quiere usted decir que la juventud actual trata de obtener el poder de la misma manera que la de la década de 1980? Sin embargo, aquí no se ve un partido racista y nacionalista cuando se habla del Jobbik.

El Jobbik es una máquina de guerra muy bien organizada y con una ideología seductora para una gran parte de la población, sobre todo los jóvenes. La gente se encuentra con problemas en su vida cotidiana. Para ellos las grandes ideas no quieren decir nada. Lo que ven es que los gitanos roban el fruto de su trabajo e incluso de su jardín, que se les construyen viviendas (mientras que otras personas, que están endeudadas, son expulsadas por los bancos), que se benefician de ayudas sociales sin contrapartidas, que debido a una discriminación positiva entran en la función pública en base a unos criterios étnicos, etc.

Está el discurso político oficial, sobre todo de izquierda (que no deja de hablar de racismo) y está la realidad social que vive la población. Ambos no coinciden y el problema lleva veinte años sin resolver. Entonces se puede venir con todo tipo de ideas… El Jobbik lo ha entendido bien. Con esta retórica, de un vocabulario simple o simplificado y comprensible, que parece hablar de los verdaderos problemas, tienen todas las posibilidades de ganar. Es una estrategia bien pensada.

En la época bolchevique los gitanos estaban bien insertados en la sociedad. Bajo el comunismo el trabajo era un derecho y un deber. Todo el mundo tenía un trabajo, pero con el cambio de régimen y las privatizaciones se perdieron un millón de empleos. La inmensa mayoría de los gitanos representan la clase más baja de la población, sobre todo los que viven en el campo. Tienen menos educación, algunos ni siquiera saben leer y en muchos sentidos constituyen prácticamente una especie de sociedad paralela con sus propias leyes y costumbres. Sobre todo hacen trabajos manuales, pero raramente se les contrata ni siquiera en las cadenas [de producción].

Actualmente el gran problema sigue siendo el desfase entre la realidad social y la imagen de la sociedad que se hacen y transmiten los políticos. Algunos ni siquiera se interesan en ello. El Jobbik es el primer partido que ha entendido que utilizar a los gitanos (y más moderadamente a los judíos) en una sociedad en crisis puede aportar beneficios. Esto es tanto más fácil cuanto que desde hace unos diez años la Fidesz utiliza una retórica que mezcla el nacionalismo, la mitología nacional y la grandeza de antaño. Así pues, el terreno estaba preparado para recibir un discurso más radical. La  Fidesz ha abierto la puerta al Jobbik, el cual ha sabido beneficiarse tras los disturbios de 2006, aunque entonces estaba en cuarentena mediática. Han encontrado ahí un terreno ideológico y un terreno en venta trabajando la base y también gracias a internet.

Se ve por las calles a jóvenes y menos jóvenes que llevan camisetas con el mapa de la Gran Hungría, la de antes de 1914. También en los coches se ven pegatinas con el mismo mapa. Se ven chapas, banderas…

El trauma del [Tratado del] Trianon, que ya he mencionado, se reavivó por razones oportunistas. Algunas personas mayores se acuerdan de ello, pero para los jóvenes no es más que mitología. Todo ello se desprende del hecho de que no se conoce la historia. Por ejemplo, no se sabe que ya en el siglo XVII los rumanos eran mayoritarios en Transilvania.  Además, tampoco se habla del hecho de que en el sistema feudal sólo los nobles (independientemente de sus orígenes) constituían la Nación húngara. Un noble húngaro nunca habría considerado que su campesino pertenecía a la misma nación (aunque éste hablara húngaro).

Incluso diría que no tenemos una historia nacional moderna sino un mosaico compuesto de todo tipo de mitologías nacionales vinculadas a diferentes zonas geográficas.

¿Y el antisemitismo del que se acusa al Jobbik?

La problemática del holocausto no se ha tratado de manera serena; también es un trauma todavía sin digerir a nivel de la sociedad. Aquí la población judía está muy presente a nivel cultural, económico y político. Criticar estas redes y su relación con Israel resulta imposible. Existe una amalgama extremadamente perjudicial entre estas críticas y el antisemitismo. No existen alternativas entre el apoyo incondicional a Israel y el antisemitismo. El Jobbik trata de llenar el vacío en un lenguaje codificado. Tanto más cuanto que los discursos sobre el holocausto (con frecuencia culpabilizadores y moralizantes, sin ser lo suficientemente explicativos) parecen que quieren hacer olvidar el trauma comunista. Nadie se atreve a decirlo, pero en la sociedad se está muy cerca de la saturación.

Respecto a la imposibilidad de criticar a Israel veamos, por ejemplo, a Tamás Gáspár Miklós, un universitario (CEU) y publicista de tendencia anarco-izquierdista. Durante la guerra contra Gaza formuló unas críticas muy sutiles y de manera mesurada contra Israel. Inmediatamente fue tachado de antisemita. En los periódicos se puede encontrar todo un despliegue de publicaciones atacándolo abiertamente.

Y esto le hace el juego al Jobbik. Tanto más cuanto que en 2009 el primer ministro israelí Shimon Peres declaró que Israel no sufría demasiado la crisis y que incluso hubieran podido comprarse  Manhattan, Polonia y Hungría. Lo cual, como se puede imaginar, fue muy mal recibido y a partir de entonces prácticamente no ha habido un solo día en que el Jobbik no recuerde esta declaración. Peres se excusó después diciendo que era …¡una broma! Pero muchos húngaros siguen sin encontrarlo gracioso. Otra “anécdota”: el pasado mes de marzo dos aviones israelíes sobrevolaron Budapest a baja altitud, justo después del asesinato de un sirio en las calles de la capital. ¡Una oportunidad fantástica para el Jobbik! Y más teniendo en cuenta que con frecuencia los demás partidos políticos no saben qué decir.

La sociedad húngara está en crisis y no sólo económica, esto es un hecho. Se trata también de una crisis social, moral y de memoria. Y el Jobbik juega de una forma bastante audaz con estos sentimientos porque en Hungría no hay verdaderos debates racionales.

¿Verdaderamente es posible ganar unas elecciones con tan pocos medios? Un partido necesita  apoyo financiero…

Evidentemente, detrás de cada partido hay un conjunto de actores que los financian, lo mismo que en Francia o en Bélgica. La ideología no basta para crear un partido. No se sabe quién financia al  Jobbik, se sabrá dentro de unos años. Se habla de potencias extranjeras: de los chinos, de los rusos, de los países árabes. Según algunos rumores, incluso habría dinero público por medio de la Universidad Reformada Károli Gáspár… Pero por el momento todo esto no son más que rumores.

¿En Hungría la religión tiene influencia sobre la política?

No se ha comprendido la idea de República. En los países del este cuesta comprender por qué hay que separar el Estado de la Iglesia. Cuando lo afirmo, se me responde: “Pero los comunistas ya lo hicieron”. Pero es falso. Ellos instrumentalizaron, subyugaron a las Iglesias, pero nunca hicieron separación.

Se habla de República sin saber qué es. Por ejemplo, se tiene el sentimiento de que la laicidad a la francesa es el anticlericalismo más duro. No se comprende que las religiones son también unas ideologías con connotación política y que ellas también quieren dirigir a la sociedad. En Hungría detrás de cada partido hay una Iglesia. Por ejemplo, la Fidesz está influenciada por el cardenal   Péter Erdő, un hombre del Opus Dei; el Jobbik se presenta como un partido cristiano, incluso los socialista sintieron la necesidad de tener una asociación de diputados creyentes, etc.

Es cierto que este nuevo partido ha obtenido un bien resultado, pero la Fidesz aplasta a todos los demás con ese 68%.

Con la Fidesz nos encontramos en una espera mesiánica. Va a venir a salvarnos y traernos al fin leche y miel en abundancia, la prosperidad… Pero esto no ocurrirá. No vamos a vivir como los austriacos dentro de seis meses. ¿Se da cuenta de la decepción inmensa que va a haber? Seguramente la Fidesz tendrá una vida dura, no tanto a la izquierda como a su derecha, a menos que encuentre una astucia jurídica para disolver al Jobbik. Pero sin duda esto tendría una consecuencias fundamentales a nivel europeo en la definición de lo que es una democracia.

La Fidesz tiene un margen de maniobra estrecho. Si con la mayoría absoluta no hace grandes reformas (verdaderas y no venganzas políticas encubiertas) en la enseñanza, la sanidad y las administraciones, la sociedad húngara se hundirá aún más en la crisis. Pero hacer reformas significa también impopularidad y crearse enemigos. En ambos casos es indudable que la Fidesz perderá electores en favor del Jobbik, a menos que la izquierda se reencuentre. Pero sin una ideología creíble y con unos recursos humanos desgastados, verdaderamente el MSZP no tiene perspectivas de resurrección en mucho tiempo.

Toda la cuestión es si la Fidesz es capaz de hacer reformas y, sobre todo, con quién. Estas reformas habrá que hacerlas de manera racional, sobre la base de competencias y capacidades, y no según el modelo feudal húngaro como en el que vivimos desde hace 150 años. Distribuir puestos entre los fieles que hacen cola no es reformar. Seguir en este camino en el que la competencia y el saber no tienen valor alguno es suicida, incluso a medio plazo. Si las reformas se hacen de esta manera feudal y en un clima de caza política, la sociedad va a estallar en pedazos.

Después de haber entrado en el Parlamento Europeo para obtener legitimidad, entran en el parlamento húngaro en igualdad con el MSzP. Y ahora es muy probable que si la Fidesz provoca una inmensa decepción, sin duda el Jobbik va a conquistar una gran cantidad de ayuntamientos, instituciones que son bastante poderosas a nivel local. Además, cuentan con la decepción que se producirá este verano cuando el tan esperado mesías no se presente.

El debilitamiento del MSZP y, sobre todo, la muy fuerte progresión del Jobbik han creado una situación completamente nueva que el estado mayor de la Fidesz tiene problemas para entender y controlar. Van a tener que luchar en dos frentes (a derecha y a izquierda) y no excluyo que no tengan ninguna estrategia.

¿Cuál es el futuro de la democracia en Hungría?

Serían necesaria una mayor toma de conciencia por parte de la sociedad. Los ciudadanos de Occidente tienen más posibilidades. Aquí es mucho más difícil porque se está muy ocupado en ganarse la vida. Sobre todo, no hay conciencia ciudadana. No hemos tenido tradición democrática, no hemos tenido aprendizaje de la vida en una sociedad pluralista y abierta.

También hay que repensar la idea de izquierda. El país está completamente a la derecha, entre la moderada en el poder y la más dura que gana terreno.

Está claro que las referencias ideológicas son diferentes en Hungría, pero, ¿estamos condenados a no entendernos nunca a cada lado del antiguo telón de acero?

Probablemente habría que repensar las cooperaciones europeas e insistir más en la dimensión humana y social. Está claro que la Union Europea no nos hace progresar verdaderamente. En efecto, aquí no se capta bien qué es la república, la democracia, la izquierda “verdadera”. Pero los occidentales tampoco nos comprenden. No se puede construir Europa simplemente suprimiendo las fronteras físicas. Es mucho más difícil hacer que evolucionen las que están en las cabezas. Cuando estoy con occidentales en Hungría o con “orientales” en Francia no se trata únicamente de traducir de una lengua a otra, sino de un modo de pensar a otro, de una memoria a otra, ambas medio vacías y llenas de mitos y de desconocimientos.

Es una de las razones por las que hay que reformar la Universidad. El nivel ha bajado terriblemente. En ella ya no se forma a pensadores sino a personas licenciadas incultas, aptas únicamente para ejecutar órdenes. Cuando se reconvirtieron los apparatchiks muchos lograron puestos en las universidades. Para ello no hacían falta títulos sino estar en la red adecuada y esto sigue sin cambiar.

Después, para reforzar su postura instalaron un sistema informal de contra-selección, es decir, que para ascender en la jerarquía y para que nadie tome sus puestos, seleccionan a asistentes, futuros profesores que son todavía más incompetentes que ellos. Estos últimos utilizan el mismo sistema. Ya ve usted, pues, a dónde vamos. De aquí a poco tiempo es posible que haya personas estúpidas a la cabeza de las universidades. Asistimos a un proceso de “estupidización” de la enseñanza superior.

Las universidades no transmiten una enseñanza o un método de pensamiento, no se forma a personalidades, a intelectuales dignos de tal nombre. Se distribuyen títulos a personas formadas en cadena de las que se espera que ejecuten órdenes, que sean dóciles, que hagan su trabajo y, sobre todo, que no reflexionen, que no tengan ninguna opinión propia. Pero este problema no es sólo húngaro, toda Europa está en esta situación. La UE no ayuda a los países del este a llegar al nivel de los del oeste, al contrario, se trata de nivelar a la baja. Se intenta crear una masa homogénea en la que ya no se reflexione, no se piense, sino que coma, trabaje y se duerma delante de la tele.

Cuando se ve que los dirigentes del Jobbik salen de las universidades más prestigiosas de Budapest y, sobre todo, de las facultades de historia, uno se puede preguntar qué han aprendido en ellas. ¿Qué se les ha enseñado? O bien, se trata de una especie de reacción frente a sus profesores que son los veteranos del régimen y que bloquean los puestos para ellos y sus amigos.

Para luchar contra el ascenso de la extrema derecha en Hungría y la desaparición de la democracia hay que renovar a las elites. Hacen falta personas competentes, la nueva generación; eso disminuiría la frustración de la juventud y evitaría el ascenso de los extremos; sobre todo el del antiguo régimen con su modelo feudal.

En cuanto a Europa, habría que crear talleres en los que los orientales reflexionaran sobre las ideas democráticas y a la inversa, talleres para que los occidentales comprendan a sus vecinos del este. Sin ello nos encaminamos al final de las democracias de masas porque éstas no pueden funcionar con unas sociedades incultas que lo único que hacen es seguir sus instintos.

Por Cédric Rutter (Texto y fotos)

Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos de Rebelion.org

Fuente: www.michelcollon.info


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