El mapa del odio

Las diferencias étnicas, la ocupación de territorios o los intereses políticos y económicos, han hecho que, en los últimos 50 años, se hayan originado en el mundo 240 conflictos internos y 22 enfrentamientos entre países


Autor: Arturo Ledezma

Las diferencias étnicas, la ocupación de territorios o los intereses políticos y económicos, han hecho que, en los últimos 50 años, se hayan originado en el mundo 240 conflictos internos y 22 enfrentamientos entre países. Además, siguen presentes la discriminación racial, las tensiones nacionalistas, los conflictos sociales, la amenaza terrorista, cada vez más absurda, la persecución religiosa, que parecía desaparecida y la violencia doméstica. Este panorama no es nuevo. Los conflictos sociales ocurren desde tiempos remotos y hunden sus raíces en nuestro origen colectivo: los intereses contrapuestos de las personas o de los grupos, llevan a la confrontación con el objetivo de herir o, directamente, eliminar al adversario, convertido, para ello, en enemigo. El mundo interconectado no parece aportar solución a estas situaciones, sino que, a veces, da la impresión de que las acrecienta.

No existe ninguna guerra activa declarada oficialmente entre diferentes Estados, pero el mundo es testigo de al menos diez grandes conflictos armados. Como hace cien años, ¿el orden internacional vigente se despedaza?

Una revanchista Rusia anexa Crimea y la violencia estalla en Ucrania. En Irak, el sectarismo vuelve a resurgir y estrecha lazos con sus respectivas cofradías en la región. La Franja de Gaza, una vez más, sangra y arde. La cruenta guerra civil en Siria lleva más de tres años sin tregua. La violencia en Libia hunde al país en el más absoluto caos.

Estos conflictos engrosan la lista de guerras más largas, como las de Afganistán, Somalia, Mali, Sudán del Sur y República Centroafricana, entre otras. Son guerras olvidadas y relegadas a un segundo plano, pese a ser tan sangrientas como las más recientes.

Los analistas dicen que suponen una ruptura del orden internacional y que no podrán apagarse sin un ejército de diplomáticos. Pero las zonas calientes se multiplican sin que nadie parezca estar dispuesto a apuntalar una estructura global.

En el Sahara Occidental se enfrentan políticamente Marruecos y Argelia; la situación social de Libia, después de la desaparición de Ghadafi, sigue siendo muy delicada. Grupos insurgentes amenazan la estabilidad y la paz de la población de la región de Sahel, otra de las regiones más conflictivas de África. Somalia sufre el conflicto interno entre fuerzas islamistas y del gobierno. Otro de los conflictos más destacados y violentos de África es el que sucede en Nigeria entre diferentes grupos étnicos y religiosos.  En el mundo latinoamericano siguen vigentes los conflictos a causa de los carteles de la droga en México, Guatemala, Colombia y El Salvador.

En Europa, donde, en la actualidad, no son frecuentes los conflictos armados y sociales, es preocupante la situación en Kosovo y sus países limítrofes. Oriente Medio presenta serios conflictos sociales y políticos, como el palestino-israelí, o los que tienen lugar en Siria, Líbano, Irán, Iraq o Turquía.

La historia de la humanidad está sembrada de conflictos. ¿Cuál es su origen? Los primeros hombres que se diferenciaron de sus antepasados pertenecían al homo erectus: fueron las primeras criaturas que hablaron, los primeros que fabricaron vestidos, los primeros que construyeron cabañas y que habitaron regiones frías, los primeros que abatieron caza mayor y que utilizaron el fuego. Con el fuego, comenzaron a cocinar… y a comer juntos. Surgieron los sentimientos afectivos, quizás la innovación más importante, que condujo a la noción de familia, pasando por la de tribu y clan. Y apareció así sobre la faz de la tierra el homo sapiens, que fue adquiriendo sabiduría pero llevaba consigo los miedos primitivos y las armas que utilizó durante milenios para defenderse de esos miedos, causados por animales cercanos o congéneres de otra especie, a los que podía considerar distintos y por lo tanto también peligrosos. Y aquí estamos nosotros ahora repitiendo esos miedos y usando esas armas, a veces de manera inconsciente.

No nos confesamos racistas, pero en la práctica olvidamos el slogan de Manos Unidas (“Una sola raza, la raza humana”) y somos  intolerantes con los diferentes, sean inmigrantes, de otras etnias o… de otra religión. Muchos tipos de intolerancia sólo desaparecerán  cuando, dentro de varios siglos, dejen de haber tan abismales diferencias entre ricos y pobres, cuando no existan naciones desarrolladas y naciones hambrientas, cuando hayan desparecido las fronteras y el mestizaje sea más normal y generalizado.

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