Siento que alguien me observa y no es el espejo

    “Pour un Oui, pour un Non, se battre ou faire un vers” (Cyrano de Bergerac)   Después de todas las expresiones nacionalistas, después de que somos todos chilenos, y de que ganamos un territorio, después de las banderas de septiembre, la chicha y las empanadas, vinieron algunos días grises y helados

Siento que alguien me observa y no es el espejo

Autor: Director

 

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“Pour un Oui, pour un Non, se battre ou faire un vers” (Cyrano de Bergerac)

 

Después de todas las expresiones nacionalistas, después de que somos todos chilenos, y de que ganamos un territorio, después de las banderas de septiembre, la chicha y las empanadas, vinieron algunos días grises y helados. Con el frío, todos para adentro, cada uno dentro de su casa, resguardándose, mirando el televisor en lugar de lo que podríamos ver a través de las ventanas. Solos, imaginándonos lo que estarán haciendo los demás, a veces fantaseando que algo malo de nosotros pueden tener en mente, que si abrimos la puerta y salimos, alguien nos puede hacer daño. Una “lógica” irracional se apodera de nosotros, y nos transformamos en el personaje del chiste de la guitarra, que en vez de írsela a pedir a su amigo, hundido en el miedo al rechazo, termina diciéndole que se la meta por dónde le quepa. Ya tendremos la ocasión de tratar el tema de los chistes, de lo que revelan sutilmente respecto de nuestras formas de vida…

 

En la historia del préstamo de la guitarra, la posibilidad de compartir se va transformando y deriva en una agresividad inesperada. Cuando pensábamos respecto del “narcisismo chileno” involucrado en la polémica de La Haya, uno de los hilos quedó suelto; un lector amablemente preguntó por la mención a la paranoia y le escribí, “en broma”, que quizás algunos se persiguieron con que se estaban refiriendo a ellos. ¿Por qué la paranoia tiene que ver con el narcisismo? ¿Cómo se expresa en nuestra vida cotidiana y a qué nos conduce a nivel de la convivencia social? Cuando estamos aparentemente “encerrados” dentro de nosotros mismos, cuando pareciera que sólo pensamos en defender nuestros intereses en virtud de merecidos privilegios, de todas formas el otro se entromete, no se resigna a dejarnos en paz. La paranoia representa las angustias persecutorias que se activan en este tipo de situaciones y en otras muy diversas; se define como una proyección masiva de lo que pensamos y sentimos sobre un otro, realizada de manera inconsciente. Claramente, si llegamos a veces a tener la sensación de que estamos siendo observados, de que todos se han aliado contra nosotros, o de que hablan sin cesar de nuestros supuestos errores (por lo demás, a nuestro parecer, inexistentes), nos estamos ubicando en un lugar demasiado protagónico en relación a la vida de los demás, de manera sospechosamente egocéntrica. ¿Somos realmente tan importantes?

 

En el terreno del narcisismo, mientras se siembra el amor hacia sí mismo, crece el odio hacia el otro, el sentimiento de que representa una amenaza, de que compite contra nosotros y la idea persecutoria de que desea eliminarnos. ¿Y qué es lo que cosechamos en nuestra vida diaria? Cuando ya nos hemos olvidado un poco de pelear contra el enemigo externo, cuando peruanos y bolivianos vuelven a ser invisibles a los ojos de los chilenos, retomamos nuestra convivencia violenta y hostil. Bocinazos, insultos, empujones, atropellos, discriminación (de nuevo, por las más mínimas diferencias). Ciertamente, no es la única forma que tenemos de relacionarnos, pero es la que parecemos estar naturalizando. Como si fuera normal que no respetemos la fila, como si fuera normal que te griten “estúpida” desde otro automóvil, o que haya personas que tengan que viajar más de dos horas para llegar a sus trabajos y otras que transiten a toda velocidad para hacer ese trayecto en cinco minutos. Maltrato por ser pobre, por ser mujer, por ser discapacitado, homosexual o inmigrante sin contrato. Incluso por andar en la luna, por haber tenido un día difícil, por ser un niño que no puede estar en lo cierto. Por cualquier cosa, violencia, abuso de poder, rabia desperdigada sin ningún límite, porque cada quien cree tener el derecho de hacer lo que quiera.

 

En estos días, recordamos el momento en que tuvimos que elegir entre un Si y un No, un hito histórico que, lo queramos o no, es parte de nuestra subjetividad y de nuestra cultura. Se habrá plasmado de diversas maneras en cada uno de nosotros, pero sin duda que dio lugar a dos posiciones en un conflicto que todavía no hemos podido resolver de manera no violenta. La idea de “reconciliación”, la cual circuló por años, no parece haber sido más que una negación defensiva ante un enfrentamiento que, en alguna parte, sabemos destructivo. Cyrano de Berjerac dice, en la defensa de su hostilidad hacia el mundo: “por un Sí, por un No, golpearse, o hacer un verso”. A pesar del odio con el que reaccionaba al rechazo de sus pares, tiene claro que el Sí o el No, en general, son pretextos para la guerra, pero que también pueden ser pretextos para la creación. Y como también estamos recordando el nacimiento de Violeta Parra, con todas estas metáforas referidas a la siembra y la cosecha, quisiera lanzar al viento uno de sus esperanzadores versos: “En los jardines humanos, que adornan toda la tierra, propongo de hacer un ramo de amor y condescendencia”. Puede ser que algunos de ustedes lo recojan del suelo.

 

 


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