Hace mucho tiempo andaba tras este texto, el mio y el de Reich, en este periplo de pensar a la izquierda, en estos derroteros de profundizar e ir más allá de lo político, correcto o incorrecto. En el camino sinuoso, a veces escarpado y tantas veces rodeando el precipicio, de repensar a la izquierda sin efectismos, con la responsabilidad de aportar a su reconstrucción sólida e imperecedera, si fuese posible.
Cuál fue verdaderamente el inicio de la traición a nosotros mismos, cuál fue el génesis de la decadencia del pensamiento y de la acción de la izquierda universal y chilena, cuál fueron los conocimientos, las reflexiones y las bases filosóficas que abandonamos, para llegar a ser una oferta más, casi sin distingos de las demás propuestas existentes. Qué hacer frente a ello.
Creo que he ido realizando un trabajo intelectual, si no acertado, al menos honesto. Comencé a trabajar desde el leninismo y lo que a mi juicio era su falta de aplicación. Así tomé las propuestas revolucionarias del 70 del siglo pasado e intenté desde la matriz del mirismo histórico de actualizarlas a los fenómenos de hoy.
Sin lugar a dudas que combiné desigualmente la reactualización con la deconstrucción completa de nuestra herencia y modos políticos y culturales de ser y hacer en lo tiempos presentes, hablo de los últimos 35 años para ser exacto, para luego, al menos inicialmente, desentrañar la esencia de la izquierda en los inicios del allendismo, entroncándola, como propuesta de transformación, con el pensamiento desarrollista y nacionalista. No está demás decir que mi formación ha dado por hecho la herencia cultural de Marx, Lenin, Recabarren, Allende y Enríquez.
Pero no he llegado a la esencia del problema, puesto que la izquierda hoy no es la propuesta de transformación que alguna vez fue, ni la que soñamos. Y estando en este desasosiego permanente, me he reencontrado con un texto, que ya venía murmurando en mí, haciéndose carne. Y si me permiten la osadía y la afrenta, es un texto escrito a cuatro manos. Porque nada de lo externo no existe en lo interno. Es un escrito que yo encontré, pero que también me encontró y no podría ser de otro modo.
En el libro de Wilhelm Reich, La Revolución Sexual, hay tres páginas fundamentales, son las tres últimas y que en definitiva, estimo que responden a este periplo realizado por mí en casi 100 artículos, pero que es mucho más que eso. Es el recorrido de mi juventud hacia mi madurez, es el recorrido desde el deslumbramiento, pasando por la realidad desnuda, hasta llegar al desengaño y al redescubrimiento. Sin que por ello me haya tenido que cambiar de ropaje radicalmente y sin que por ello haya tenido que en definitiva, traicionarme a mi mismo.
DIÁLOGOS
Nos dice Reich: «La vida vegetativa del hombre, que él comparte con toda la naturaleza viviente, le incita al desarrollo, a la actividad en forma de estímulo y de impulsos que llaman a la acción. Estas sensaciones constituyen el núcleo de toda filosofía del progreso; revolucionaria por consiguiente».
Pues si debemos estar de acuerdo en algo, es que ser de izquierda es ser progresista, ser revolucionario. Convocar al hombre y a la mujer a la acción transformadora de sí mismos y del mundo.
Continua Reich: «Así pues, el sentimiento religioso de unidad con el universo tiene su fundamento en hechos naturales. Pero las sensaciones vegetativas naturales se embotan haciéndose místicas. El cristianismo primitivo era esencialmente un movimiento comunista; su poder, afirmador de la vida, al negar la sexualidad, se convirtió en su contrario, en ascético y sobrenatural. Adoptando la forma de Iglesia, el cristianismo, que luchaba por la liberación de la humanidad, renegaba de su propio origen. La Iglesia debe su poder a la estructura humana negadora de vida que resulta de una interpretación metafísica de la vida: prospera gracias a la vida que ella mata».
Más allá de la terrible actualidad de este párrafo con respecto a la crisis de la Iglesia que evidentemente ha nacido, se ha desarrollado, desencadenado y hecho evidencia a partir del problema de la negación de la sana sexualidad de sus miembros y de sus seguidores, hay aquí una enorme, enorme reflexión en torno a la transformación de los movimientos de liberación en instituciones de represión y reaccionarios del progreso y de la liberación humana.
Ser reaccionarios es negar lo vegetativo, negar en este caso la sexualidad y especialmente a través de ella, la unidad del hombre y la mujer con la naturaleza de la cual provienen, negar el estado de felicidad y satisfacción que proviene a su vez de la comprensión profunda de la unidad de lo humano y lo natural, para terminar transformando dicha experiencia en algo sobrenatural, inexplicable materialmente.
Prosigue Reich: «La teoría económica del marxismo reveló las condiciones económicas de una vida progresista. Los acontecimientos de la Unión Soviética demostraron su exactitud. Pero su limitación a conceptos puramente económicos y mecánicos la desvió peligrosamente hacia la negación de la vida con todos sus síntomas bien conocidos. En estos años de duros combates políticos, ha fracasado este economicismo porque la aspiración a la vida vegetativa ha sido condenada como si fuese sicología y se ha dejado para los místicos».
Es casi un desacierto comentar este párrafo, por su exactitud, al igual que el anterior, pero lo intentaré con toda mi fuerza. Si bien el marxismo fue capaz en esencia de reformular la ley del valor y de ahí lanzar sus diagnósticos y propuestas, no es difícil darse cuenta que los socialismos reales, incluida Cuba hoy, se detuvieron con extremo afán en las condiciones económicas de vida, en la igualación radical, para luego en su derrota propiamente económica virar hacia modelos del capital. China es el mejor ejemplo.
Pero lo que los socialismos reales han hecho a su vez, es justamente confundir o simplificar las condiciones económicas de vida, con las condiciones materiales de vida. Por eso se explica que hayan desarrollado en su seno las dictaduras que conocemos; se justifican en su lógica, en la medida que a través de ellas se lograría la obtención del objetivo central. Producción, productividad, distribución social del valor, igualdad económica, supresión de las diferencias de clase.
Discúlpenme el tener que ahondar en esto más en detalle. Desde Reich, podemos comprender que la materialidad de la vida no son meramente las relaciones sociales de producción, ni siquiera Marx lo afirmó, sino y como parte constitutiva de la materialidad, la vida vegetativa, es decir, «el sentimiento oceánico», la enorme capacidad humana de lograr estados de sanidad y despliegue mental y físico, de plenitud y libertad creativa en toda su extensión política, cultural, en fin, de progreso material efectivo.
No estamos lanzados a la vida para meramente triunfar como seres económicos, acaso esa sea la trampa fundamental. No estamos lanzados a la vida para no diferenciarnos en absoluto o para formar ejércitos de hombres y mujeres con trabajo y salario justo. Estamos en la vida para aquello, pero para mucho más. Para, a través de la justicia social, de la igualdad, de la redistribución social de la plusvalía, de la planificación democrática del trabajo, lograr nuestra libertad plena, una vida de unidad con el todo natural y social comunitario, de desarrollo sano del amor, de la sexualidad, es decir de la supresión de la enfermedad individual y social. Y no puede ser por etapas, puesto que la reafirmación del economicismo no fue si no -y sigue siendo en los socialismos reales como estados del capital y en el capitalismo-, la supresión de la vida libre, del despliegue de la totalidad de lo humano.
Reich nuevamente: «La vida vegetativa entró de nuevo en escena con ese neo paganismo que es el nacionalsocialismo alemán. La pulsación vegetativa fue comprendida mejor por la ideología fascista que por la Iglesia y fue traída a la tierra desde el reino de lo sobrenatural. En esta perspectiva, el misticismo nacionalsocialista del ‘vigor de la sangre’ y de la ‘fidelidad a la sangre’ representaba un progreso comparado con la vieja idea cristiana de un pecado original; sin embargo, fue sofocado por una nueva mistificación y por una política reaccionaria. Aquí también la afirmación de la vida se convierte en negación de la vida bajo la forma de ideologías ascéticas de sacrificio, de sumisión, de deber y de comunidad de la raza. A pesar de ello, la doctrina del ‘vigor de la sangre’ es preferible a la del pecado original; habría que encauzarla positivamente».
Este párrafo es decidor y de una honestidad enorme. Reich escapó del nazismo, también habrá que decir que fue declarado demente y asesinado por el capitalismo norteamericano. Sin embargo aquí declara una cuestión de extrema importancia. «La doctrina del vigor de la sangre es preferible a la del pecado original; habría que encauzarla positivamente».
Lo que nos quiere decir sin mediatizaciones, es que el componente ascético de sacrificio, sumisión de deber y comunidad de raza del nacionalsocialismo, torció el destino humano. Que si la reactualización vegetativa del nacionalsocialismo en su componente del vigor de la sangre, es decir de la fuerza biológica del hombre y de su voluntad creadora, enraizada en la fuerza de la naturaleza, hubiese continuado y perseverado en la auto afirmación de la realización humana y no en el seguimiento de valores superiores encarnados en un semi dios o un furher inmaculado y perfecto, como lo afirma el esoterismo extremista, lo más probable es que la humanidad en su conjunto hubiese superado el estado católico de represión universal.
Así mismo, si el nacionalsocialismo no se hubiese desviado hacia la visión mágica de una comunidad de raza como conceptualización inventada, el pueblo alemán y la humanidad en su conjunto se habrían considerado de la misma sangre en la puesta en marcha del proyecto, puesto que lo somos, somos humanos iguales en ese sentido, de una biología que nos hace hijos de la «raza universal», si es posible usar este concepto absolutamente desterrado de las ciencias sociales.
Finalmente Reich: «Sin embargo, el despliegue de la vida no puede detenerse. Lo que los socialistas llaman la ‘necesidad histórica’ no es otra cosa que la necesidad biológica de la expansión de la vida. La distorsión del despliegue de la vida en ascetismo, en estructuras autoritarias y en negación de la vida puede aparecer de nuevo; pero las fuerzas naturales del hombre triunfarán, al fin en la unidad de la naturaleza y de la cultura».
Si la izquierda universal y la izquierda chilena, aún existente en las conciencias y en germen en el mundo social, quieren transformar el mundo, es decir quieren liberar al hombre y a la mujer de sus enfermedades individuales y sociales, de sus determinaciones de clase y de sus represiones sexuales y determinaciones síquicas, deben comprender que su renacimiento no es sino «maldecir a los ejecutores del poder autoritario y de la ideología ascética, que (…) se llaman Padre y Madre» [1].
Puesto que toda reorganización de la izquierda como revolucionaria, debe ser capaz de tomar la tradición del cristianismo primitivo como afirmador de la vida, del comunismo en su acertado diagnóstico de las condiciones económicas de una vida progresista y del neo paganismo como comprensión de la fuerza biológica del hombre y de su voluntad creadora sin dioses, que siempre estará enraizada en la fuerza de la naturaleza de la cual somos parte.
Por Fesal Chain
NOTAS
[1] La Revolución Sexual, Wilhelm Reich.
Fuente: www.alterinfos.org