Nada tiene que ver la Grecia de hoy con la que conocieron Platón, Sócrates y esa larga fila de indispensables que le dieron sentido al pensamiento. También diremos que es el país de Nana Mouskuori, de Melina Mercuri, de Alexandros Panagulis, además de ser una nación que conoció las botas miserables de un grupo de coroneles golpistas.
Grecia es hoy un país que se debate en la bancarrota convertido en un festín de los tiburones que hacen millones de beneficios en la Bolsa, esos que no se ven pero que se les conoce como “inversores”. Grecia está dejando en evidencia una vez más, las mentiras de un modelo al que se le da el carácter de mágico, indispensable, único, magnífico y sostenible.
Toda Europa está preocupada de evitar la quiebra griega, porque todos los países tienen dineros ahí -en el interior de su sistema financiero- pero nadie dice en voz alta cuáles fueron las condiciones para esta catástrofe, y ¿dónde está la culpa que provoca este enorme caos y que tiene a todo un continente en crisis? Grecia no será la única, España con cuatro y medio millones de cesantes no es poca cosa, no logra salir a flote y Portugal respira profundo.
Hay que ir despejando las posibles causas para acercarse a comprender las verdades de esta enorme tragedia.
Grecia no está en estado de casi quiebra porque el gasto público se haya desviado en subir los salarios de los empleados públicos, profesores, telefonistas o bomberos.
Grecia no está en estado de casi quiebra porque millones de euros se hayan destinado a construir carreteras, hospitales, puertos, universidades, ni en la restauración de sus monumentos, estatuas y vestigios de su pasado, ese del que nos enorgullecemos todos, y del que algo andamos trayendo.
Ni los más avezados analistas de la economía europea, ni las lumbreras del Banco Europeo, ni sus Comisarios, pudieron predecir el estado actual de la economía griega; guardaron silencio cuando los anteriores gobiernos falseaban datos públicos, como si de una libreta de notas de alumno desganado se tratara. No lo hicieron porque han dejado que el sistema económico suplante a la política; los gobiernos hacen los que los empresarios necesitan y dictan, para seguir en su proceso hacer desaparecer el Estado de Bienestar Social, para explotar más, para pagar menos, esa es la lectura que se debe hacer.
Yorgos Papandreu, Primer Ministro, ha tenido la valentía de reconocer ante el mundo, que son “un barco a punto de hundirse”, que están pagando los errores de gobiernos anteriores, que son una Grecia sin credibilidad, un país que ha perdido el respeto de sus socios, una economía expuesta a la compasión y al apetito de los especuladores.
El más alto responsable de la política griega reconoce que su tragedia lo obliga a mendigar dinero para evitar que se produzca la mayor crisis financiera, desde que Europa diseñó una bandera, una moneda y convirtió a los bancos en catedrales intocables y al modelo neoliberal en religión para todos sus países miembros.
Los bancos, esos tiburones, pilares de un modelo que entró a una crisis de carácter mundial y que se encuentra actualmente en la mitad del túnel, sin ver la luz, está muy lejos de ser quien haga de este mundo, uno más justo y equilibrado. No es el altruismo lo que salvará de la pobreza a millones de hombres y mujeres.
Y no faltan los que sostienen que es posible -desde este modelo excluyente- hacer una mejor distribución del ingreso. Hay profetas y encantadores de serpientes afirmando que este sistema puede dar un toque humano, que hay que humanizar al capitalismo.
La verdad es que la crisis es mundial, y en ella no han tenido absolutamente nada que ver, ni los sindicatos, ni los países subdesarrollados, de los cuales existen algunos que -según las estadísticas e informes- nunca superarán su pobreza. Esta triste lectura nos dice que millones morirán antes de nacer y otros sin haber conocido nada o muy poco de la vida.
Ante el cuadro de tragedia griega, el pensamiento de la izquierda se encuentra casi en el suelo, desaparecido, disperso, y las calles sólo las ocupan los espontáneos del hambre, la cesantía y la casi total falta de oportunidades, donde encontrar un trabajo estable y digno, es buscar un traje a la medida.
Enfrentados a la condición de hacer flexible el mercado laboral, exigencia del Banco Europeo y del FMI, se están cercenando derechos laborales conseguidos en años de luchas callejeras, ganados por los sindicatos y los trabajadores, con leyes construidas contra la volunta del mercado y es justamente la clase dominante -burgueses y financistas- la que ha generado esta crisis, y la que solicita AHORA que sean los sectores más golpeados los que paguen los costos del despilfarro y eso, es sencillamente inaceptable.
Ante una crisis de tan enorme magnitud, como es la del sistema capitalista con un sobrepeso producto del robo descarado, hay que apurarse en buscar alternativas para respuestas que posibiliten construir un modelo equilibrado, más justo, a escala humana y donde millones de personas puedan tener la seguridad de algo tan básico, como la vida, y que ésta sea digna para vivirla.
Lo que apura construir son propuestas creíbles, alternativas posibles y reales de alcanzar la victoria, que sin duda nada tendrán que ver con las experiencias de la izquierda en otros periodos de la historia reciente. La izquierda debe reconstruirse siendo capaz de disputar con posibilidades de triunfo, el campo que provoca tantas y profundas diferencia entre la sociedad y los pueblos.
Dejarle todo a la derecha es conocer el final de una tragedia, y la derecha y el modelo no se detendrán hasta que no se encuentren con alternativas y programas serios, sostenidos por millones de hombres y mujeres con verdadera voluntad de cambio.
Ese avance engullidor entre pasillos de bancos y bolsas de valores, disfrazados de “inversores”, tiene que detenerse y será posible cuando la izquierda dispersa vuelva a encontrarse.
Se debe volver a levantar el protagonismo popular, se debe avanzar en un nuevo modelo donde esté presente bajo alguna forma, un “área social”. Hay que manifestar y sostener que es posible, hacer a los trabajadores protagonistas directos es viable, necesario, indispensable y correcto, y no es en absoluto cosa del pasado.
Por Pablo Varas