Más allá de cualquier tipo de simplismo o sentimiento nacional puramente chauvinista, la importancia de una industria de estas características es, estratégica. Porque no se trata sólo de crear un producto final, sino de crear toda una cadena de proveedores especializados en la materia que, generan un conocimiento único que posiciona al país con una ventaja comparativa respecto de sus vecinos de la región y además es el puntapié para comenzar con un proceso de reindustrialización.
Los proyectos tecnológicos de estas características tan específicas, como ser el desarrollo de satélites, de centrales nucleares, de tecnología aérea y espacial, son los principales pilares de la innovación en materia industrial. No sólo queda el producto final, sino que queda una cadena de proveedores especializados en desarrollar tecnologías muy específicas que luego pueden ser utilizadas en otras ramas de la industria, y en aplicaciones civiles. Estas tecnologías se ubican en el vértice de las cadenas de valor, por lo cual, su desarrollo implica el desarrollo hacia abajo de toda la pirámide. Desde un fabricante de tornillos hasta un desarrollador de software.
Consultado sobre estos temas, Néstor Otheguy, presidente de INVAP – la empresa nacional que desarrolló el satélite para la otra empresa estatal ARSAT – dijo que “una cuestión importante es que la Argentina necesita contar con un control de las comunicaciones en casos críticos para la soberanía, como lo es en el área de defensa y seguridad. Otro punto fundamental es impulsar el desarrollo de la industria nacional en general. Porque uno puede decir ‘bueno, lo compramos afuera y listo’, como era la política argentina en la década del noventa. Pero hay una decisión política estratégica para el país, que es utilizar las capacidades científico-tecnológicas nacionales para implementar proyectos complejos como un satélite, un reactor nuclear o un radar, maximizando la participación de empresas locales, que perfeccionan sus capacidades y elevan su nivel de competitividad general. Se produce, así, un efecto multiplicador de la industria nacional”.
Consultado sobre las importancia de profundizar los procesos de soberanía tecnológica, Otheguy sostuvo que “ Es tener autonomía de decisión. Por ejemplo, no tiene sentido que en la Argentina se haga todo el desarrollo y hay cosas que vamos a comprar, como también lo hacen otros países fabricantes de satélites. Pero también hay que saber qué comprar, a quién y cómo hacer que, luego de integrar las distintas partes, todo el sistema funcione. Ese es el know-how. Decidir qué compro afuera y qué hago acá, que no me lo imponga una empresa extranjera. Si un componente tiene varios proveedores y no es crítico para el desarrollo, lo compro. El día que necesitemos fabricarlo, lo hacemos, pero mientras tanto hacemos posible que el proyecto esté en un tiempo razonable. Porque si me quiero poner a desarrollar todo, puedo hacerlo, pero voy a tardar 20 años y la tecnología va a quedar obsoleta”.
Consultado sobre el porcentaje de materiales extranjeros utilizados en el ARSAT-2 el presidente de INVAP sostuvo que “del proyecto total, debe haber un 25% de elementos importados, pero las tres cuartas partes del satélite son nacionales. Y con el tiempo se puede ir desarrollando lo que hoy se importa para reemplazarlo con industria local”.
Las declaraciones del presidente de INVAP sirven para poner en perspectiva la importancia de los logros alcanzados durante estos años en materia de ciencia y tecnología. Pero por sobre todas las cosas, dejan en claro, que sin decisión política no hay oportunidad alguna para la ciencia y la industria nacional.