Al cumplirse hoy 115 años del nacimiento del filósofo indio Jiddu Krishnamurti, en este artículo nos proponemos ofrecer un breve resumen de la vida y la obra de este maestro espiritual del pasado siglo.
Nuestro deseo es incitar al lector a conocer las detalladas biografías escritas por quienes lo conocieron íntimamente y colaboraron con él en la difusión de sus enseñanzas, además de las obras originadas en sus pláticas a lo largo del mundo.
Krishnamurti nació en Madanapalle, un pueblo entre Madrás y Bangalore, el 11 de mayo de 1895 según el cálculo hindú ( A las 0.30 horas de la madrugada del 12 de mayo según el cómputo occidental). Era el octavo hijo de una familia brahmán.
Durante su infancia casi murió de malaria, enfermedad que con sus ataques y convulsiones lo mantuvo lejos de la escuela y más cerca de su madre, quien representó un papel muy importante en su vida. Era una mujer devota, caritativa y con características de psíquica. Se sentía muy apegado a ella y comprendido en su naturaleza tan singular, por lo que a su muerte, ocurrida cuando tenía 10 años, quedó muy confundido y desolado.
En 1909, su padre pidió ayuda a la señora Annie Besant, presidenta de la Sociedad Teosófica, solicitándole un puesto en Adyar. Se le aceptó como secretario de la Sección Esotérica y además se le otorgó una pequeña casa fuera del complejo residencial. Así, junto a su hermano Nytia, pudo asistir a la escuela en Nylapora, donde Krishnamurti se caracterizaba por su indiferencia hacia los estudios.
En esta época fue descubierto por Leadbeater, otro miembro de la Sociedad Teosófica, quien quedó admirado de la pureza de su aura y lo presentó a la señora Besant. Ella se preocupó de su adiestramiento esotérico con el objetivo de proclamarlo como un nuevo «Mesías» o redentor del mundo. Es en este período que se sembraron las semillas de una relación basada en el amor y la confianza mutua.
Krishnamurti tuvo contactos con la Jerarquía Espiritual que inspiró a la fundadora de la Sociedad Teosófica, madame Blavatsky. Fue llevado por Leadbeater ante los Maestros para recibir su primera iniciación. El Señor Maitreya lo recibió en la Hermandad Blanca.
En esta época se publicó su primer libro «A los pies del Maestro», con el seudónimo de Alcyone, bajo la guía del Maestro K.H. Al ser consultado posteriormente sobre quién escribió el libro, Krishnamurti respondió: «ese hombre ha desaparecido», y se negó a dar más información.
En 1911, Krishnamurti y su hermano Nytia viajaron a Europa junto a la señora Besant. Llegaron a Inglaterra donde fueron recibidos por un grupo de teósofos. A principios de este año se fundó la Orden de la Estrella de Oriente. Su objetivo era reunir a los que creían en el próximo advenimiento del Instructor del Mundo, el Señor Maitreya. Krishnamurti fue nombrado como su jefe y la señora Besant y Leadbeater como sus protectores. Durante la Convención Teosófica en Benarés, donde repartió los certificados a los nuevos miembros de la Orden, un poder extraordinario fluía a través de él, siendo percibido por los presentes.
En 1912 fueron firmados los documentos para que A. Besant llevara a los muchachos a Inglaterra para ser educados. Llegaron a Italia donde los esperaba Leadbeater para su segunda iniciación. Al enterarse su padre de que la custodia había sido delegada en la persona de Leadbeater -de quien desconfiaba por ciertos comentarios sobre una posible homosexualidad – decidió recuperarlos. La señora Besant apeló del juicio ante el Tribunal Superior de Madrás en la India donde perdió el caso; pero más adelante lo ganó ante el Consejo del Rey de Inglaterra. Durante este período, los muchachos recibieron poca educación y la vida espiritual fue escasa.
Una teósofa, miss Dodge, le otorgó una pensión anual vitalicia de £ 500. Recién entonces Krishnamurti sintió por primera vez lo que era tener independencia y poder tomar sus propias responsabilidades.
En mayo de 1915 se conoció el dictamen del juicio que falló a favor de la señora Besant; pero para esa fecha él ya tenía la mayoría de edad. Así los muchachos pudieron establecerse en Londres. Deseoso de trabajar, Krishnamurti pidió autorización para hacerlo. Esto le fue negado por considerarse más importante que continuaran sus estudios para ingresar a Oxford. Pero hubo que dejar de lado esa esperanza, porque influyó en forma negativa la reputación de Krishnamurti como el Mesías.
Decidieron probar en Cambridge sin éxito. Trataron luego en la Universidad de Londres, donde Nytia aprobó con honores en Leyes y Krishnamurti fracasó en los exámenes de admisión. Entonces solicitó a la señora Besant que lo enviara a Francia para aprender francés. Allí conoció a escritores, músicos, pintores y, por un tiempo, descansó de su papel de Mesías.
Krishnamurti comenzó a percibir que la Sociedad Teosófica lo había estado preparando con el fin de formar un cuerpo para el advenimiento del Instructor del Mundo, el Señor Maitreya, con lo que lo privaban de todo lo que él era. Declaró entonces que creía en los Maestros; pero que quería que se le reconociera por lo que era y no por lo que intentaban hacer de él. Decidió que debía tener una filosofía de vida, y que sólo trabajando sobre sí mismo podría ayudar a otros. Estaba consciente que debía preparar su cuerpo y su mente para que su Yo Superior pudiera comunicarse con él.
En el primer Congreso Mundial de la Orden de la Estrella, en 1921, asombró al auditorio por la comprensión de los asuntos que se trataron, por su firmeza en el control de las discusiones; pero más que nada por su intensa convicción de la realidad y de la Omnipotencia del Dios oculto en todos los seres humanos.
En esa fecha su hermano Nytia enfermó de tuberculosis y tuvo que interrumpir sus estudios. Entonces decidieron trasladarse al Valle de Ojai, en California, por su excelente clima para los enfermos del pulmón. Disfrutaron de una libertad que nunca antes habían experimentado.
El 17 de agosto de 1922 en Ojai, comenzó el extraño proceso de Krishnamurti, fenómeno que cambiaría completamente su vida y que lo acompañaría para siempre. Comenzó con un agudo dolor en la base de la nuca el que empeoró el día 19. Este dolor lo obligó a permanecer en cama casi inconsciente, pudiendo apenas alimentarse. La señora Besant y Leadbeater atribuyeron la experiencia de esos días como el paso por una iniciación. El día 20 fue un día muy especial en su vida. Bajo un pimentero, sintió las vibraciones del Señor Buda, contempló al Señor Maitreya y al Maestro K. H. y para él ya nada podría ser igual.
Según Leadbeater, que oficiaba de intermediario, los Maestros le trasmitieron un mensaje donde decían que lamentaban el dolor tan prolongado que había tenido que soportar; pero que esa labor que se estaba desarrollando era de la mayor importancia y sumamente delicada. En realidad, el entrenamiento intensivo aplicado por Leadbeater, sobre-estimulando los chakras de alguien con una sensibilidad tan exquisita como la de Krishnamurti y a la temprana edad de 16 años, produjo el despertar prematuro de la Kundalini. Esta, al ir destruyendo la trama etérica protectora que existe entre los chakras, fue la causa de los intensos dolores. Por el alto nivel de evolución que traía de vidas anteriores, pudo haber madurado naturalmente y obtener la iniciación que le correspondía al final de su vida.
Después de 7 meses, el proceso alcanzó su clímax, subiendo por la espina dorsal hasta la nuca y luego separándose en dos, una parte por el lado derecho y otra por el lado izquierdo de la cabeza, hasta juntarse entre ambos ojos encima de la nariz. Continuaría con episodios muy dolorosos para detenerse en algunos momentos, por ejemplo, cuando Krishnamurti recibió un mensaje que, según creía, era del Señor Maitreya, diferente a los anteriores. Era más al estilo de los poemas que Krishnamurti pronto escribiría.
Ante un anuncio público de parte de la señora Besant del nombre de los apóstoles que – según ella – el Señor Maitreya había elegido, Krishnamurti se sintió lleno de escepticismo y muy desdichado ante estas situaciones. Por esto, rehusó aceptar estas rápidas iniciaciones y a los apóstoles anunciados por la señora Besant. También manifestó sus dudas ante la próxima Religión Mundial.
En noviembre de 1925, murió su hermano Nytia al agravarse por una influenza. Se sintió desolado, pareció haber perdido la fe en los Maestros, y más tarde manifestó en torno a ello que todas las imágenes y manifestaciones, por profundas que fueran, sólo eran proyecciones de la mente. Un cambio comenzó a operarse en él. Sus amigos lo comenzaron a llamar Krishnaji (término afectuoso).
Sus pláticas y discursos los expresaba con una desbordante alegría y con un sentimiento de unidad con el universo. Sus amigos creían que el Señor Maitreya hablaba a través de él. Pero la verdad es que comenzó a usar un lenguaje diametralmente opuesto a la enseñanza teosófica. A pesar que en enero de ese año la señora Besant declaró ante la Associated Press: «el Instructor del Mundo está aquí», Krishnamurti, en una reunión de la Sociedad Teosófica en París, afirmó que los Maestros eran sólo incidentes. Esto causó un gran impacto y perturbó a mucha gente de su alrededor.
Empezó a luchar intensamente por liberarse de todos sus vínculos y tentaciones, aún la de convertirse en sanyasin. Rechazó toda autoridad, y aseguró que los Maestros y gurúes no eran necesarios. Todo esto despertó antagonismos entre los miembros de la Estrella. Habló también de su unión con el Bienamado, que habitaba en él. Buscaba despertar en sus corazones y en sus mentes el deseo de encontrar la verdad.
En una asamblea de más de 3.000 personas, en 1929, en el Campamento de Ommen, y ante la presencia de la señora Besant, respondió a la pregunta vital acerca de su creencia en los maestros, hablando claramente sobre la necesidad de abandonar toda autoridad y especialmente la del Instructor del Mundo. Dijo que cada cual debía vivir su propia luz interior y que disolvía la Orden de la Estrella, de la cual era presidente. Sostuvo que la verdad era una tierra sin caminos, que su enseñanza no era ni oculta ni mística y que consideraba ambas cosas como limitaciones que se oponían a la búsqueda de la verdad. Renunció a la Sociedad Teosófica, aunque siguió manteniendo una relación amistosa con ella.
Descansó un tiempo solo en la cabaña de los Pinos en Ojai, disfrutando de esta soledad. Por primera vez en su vida su mente estaba serena pero concentrada. Estaba lleno de un algo tremendo, de un gozo desbordante, de un silencio vívido. Trataba de encontrar las frases necesarias a fin de que transmitieran el verdadero significado de sus ideas.
En septiembre de l933 falleció la señora Besant. Su abnegado y cálido amor fue tal vez el único factor constante en la juventud de Krishnamurti. Al año siguiente murió Leadbeater.
Realizó una extensa gira por Sudamérica. Durante 8 meses ofreció pláticas en Brasil, Uruguay Argentina, Chile y México. Finalizó con un gran agotamiento por lo que debió tomarse un descanso en Ojal y después en Suiza. Al año siguiente continuó ofreciendo pláticas en la India, donde se sintió consternado ante las condiciones de pobreza, miseria y odio en que se encontraba en esa época. Escribió que los problemas no se resolverían mediante el nacionalismo, desde afuera, sino que sólo lo harían gracias a la completa transformación interna del ser humano. La percepción debía ser directa y sin opciones (palabras que habría de usar frecuentemente).
En el año 1938 conoció a Aldous Huxley, que se había establecido en California y estaba perdiendo la vista. Se produjo una gran afinidad entre ambos. Hablaban de los sentidos y de la ceguera espiritual, de la percepción de sí, del tiempo y del estado de alerta. Lo ayudó en su dolencia con el poder de curar que estaba activo en él, aunque siempre lo usó muy parcamente. Huxley escribiría más tarde el prólogo de su libro «La libertad primera y última».
Ante la amenaza de guerra que restringió sus movimientos, Krishnamurti permaneció en EEUU, estableciéndose por 9 años en California en un relativo aislamiento. Las noticias sobre las devastaciones provocadas por las bombas de Hiroshima y Nagasaki lo llenaron de horror y despertaron en él intensas percepciones sobre la naturaleza del mal y de la violencia. Predicó sobre el pacifismo diciendo que debían interesarse más por la guerra de adentro que por la de fuera. Sacado de sus pláticas de los años 1945 y 1946, se publicó su libro «La paz individual es la paz del mundo».
Durante estos años de guerra Krishnamurti llevó una vida tranquila y de gran valor como instructor, una vida extraordinaria, creativa y muy gozosa. Comenzó a escribir «Comentarios sobre el vivir» que se publicó en 1956. Allí trataba sobre los problemas esenciales de cada individuo, con un mensaje profundo producto de su intensa experiencia y espiritualidad, matizado por poéticas descripciones de la naturaleza que tanto amaba.
En otro de sus libros: «La educación y el significado de la vida», expresaba que la educación en su verdadero sentido es la comprensión de uno mismo y que nuestros problemas no pueden ser resueltos por nadie más que por nosotros mismos.
Al año siguiente decidió iniciar una gira por Nueva Zelandia, Australia y la India, pero se enfermó seriamente de los riñones por lo que debió permanecer en cama durante 2 meses. Sufría de períodos de inconsciencia y, al parecer, durante esta enfermedad se le produjeron intensos cambios psíquicos.
Desde 1947 a 1949 Krishnamurti permaneció en la India. En 1947 se produjo la independencia de ese país, por lo que viajó en un momento propicio para ponderar las cosas y formularse preguntas fundamentales. Se desprendió de todos los lazos y coacciones externas que durante toda su vida lo habían sostenido y protegido. Encontró allí un nuevo grupo de adherentes, quienes por el resto de sus días habrían de ser sus compañeros y también sus colaboradores en la India.
En 1948 conoció a Pupul Jayakar, una trabajadora social, filósofa e importante líder cultural de la India, muy amiga de Indira Gandhi. Ella, a pedido de Krishnamurti, escribió más adelante su biografía, basada en sus largos años de amistad y colaboración.
Durante este período se desplegaron todas las vías de comunicación de su enseñanza: pláticas públicas, discursos, diálogos, entrevistas personales. Trataba de abordar los problemas de la existencia desde un punto de vista diferente. El consideraba esa época como años de trabajo duro.
En sus paseos solitarios y en sus retiros de silencio, se le revelaban intensas percepciones extrasensoriales. El «proceso» comenzó a presentarse nuevamente. Una presencia espiritual llenaba el cuarto y el dolor del cuerpo físico era agudísimo. El pedía- «Cuiden al cuerpo y bajo ninguna circunstancia lo dejen solo».
Durante los años 1950 a 1959, podemos hablar del desarrollo de su enseñanza. Decía que era necesaria una revolución fundamental, radical, que no se basara en las ideas. Decidió hacer un retiro de un año, sin ninguna clase de entrevistas ni discusiones públicas, Fue un año silencioso, paseando a solas, meditando y ocupándose del jardín.
Regresó a la India en 1951, tras una ausencia de 18 meses. En 1954 viajó a Nueva York donde atrajo a grandes multitudes, ya que mucha gente nueva se había interesado en él desde la reciente publicación de su libro «La libertad primera y última».
Habló en Londres por primera vez sobre «entrar en la morada de la muerte mientras aún se está vivo». Viajó además a Sidney, Atenas, Holanda y Bruselas. Se mudó a Pahalgan, un valle en Kashmir donde pasó 6 meses de relativa soledad. Allí iban a visitarlo diferentes personajes, entre ellos sanyasins. Estos meses de relativo descanso volvieron a alimentar su mente.
Debido a un recrudecimiento de su afección a los riñones, se trasladó a Nueva Delhi, donde debió permanecer en cama por 7 semanas. A pesar de continuar delicado de salud, siguió ofreciendo pláticas. Hablaba a pequeños grupos en Nueva Delhi acerca de la naturaleza de la creación, del pensar negativo como fuente de creación, «la mente vacía es creación». Los años 1960 al 1962, Pupul Jayakar los describió como «los ríos del discernimiento».
En Bombay, impactado por los recientes cambios, por la insensibilidad e inhumanidad creciente en estos días, expresó que no existía el tiempo; que había una imperiosa necesidad de una mente nueva que contuviera piedad, afecto y compasión. Permitió que sus pláticas se grabaran en cinta magnetofónica. El «proceso» apareció de nuevo y muy intenso.
En 1961, comenzó a escribir su «Diario», el más extraordinario relato de sus estados internos de conciencia, diferente de los otros libros. Es un diario personal acerca de sus vivencias y percepciones. Abarca 7 meses de su vida, donde cada día hay algo nuevo, maravilloso, una «Bendición», una nueva cualidad, un perfume nuevo, pero no obstante todo es inmutable. La «Bendición» surgía en todo lugar, llegaba a él y a su alrededor, penetrándolo todo. No existía separación entre su vida cotidiana y sus estados místicos.
En enero de 1962 interrumpió súbitamente su «Diario», tal como lo empezó. Esta obra extraordinaria sólo fue publicada en 1976. Su editor la mantuvo oculta todos esos años porque temía que desalentara a los seguidores de Krishnamurti. El había sostenido a lo largo de toda su enseñanza que las personas podían transformarse radicalmente, no por evolución sino por percepción inmediata. En cambio, de la lectura de ese libro se desprendía que el autor no era un hombre ordinario transformado sino un ser único, existiendo en una dimensión diferente de la humanidad.
Dado que para él los niños eran de gran importancia, en Bombay habló a niños y maestros especialmente sobre el conocimiento y la inteligencia como movimientos que deben fundirse. Les habló de dos clases de muerte, la del cuerpo y la del pensamiento. También los introdujo en la meditación. Además, impartió audaces y explosivas pláticas a los maestros sobre la educación. Por ejemplo, explicó que al pensamiento debe dársele tiempo, al igual que las flores, de florecer y luego así poder morir.
Entre los años 1962 y 1977, un gran cambio operó en él. Se transformó en un maestro que exigía respuestas a interrogantes fundamentales. Con ésto, todas sus relaciones personales habrían de sufrir una transformación.
Después de muchas pláticas y discusiones de grupo en la India e Inglaterra, se resintió su salud, por lo que permaneció un tiempo en Italia recuperándose en una especie de retiro: «tapas», con severas austeridades, donde se genera una energía que no se disipa.
Expresaba una insatisfacción general con la India, cuestionándose que, a pesar de haber hablado por espacio de 30 años, no había sucedido nada. Esto lo hacía volver sobre la necesidad de producir una transformación radical de la mente humana. Krishnamurti se mostraba inquieto y crítico, deseaba un cambio contínuo, lo que provocaba un sentimiento desalentador entre sus seguidores.
El pidió a Mary Lutyens que escribiera sobre sus pláticas, lo que posteriormente se publicó en 1969 bajo el título elegido por Krishnamurti de «La liberación del pasado». Más tarde le pediría que escribiera un relato de los primeros años de su vida. Su seguidores compraron en Inglaterra Brockwood Park, para construir una de sus escuelas, la Krishnamurti Foundation.
En 1970 se publicó la «Urgencia del cambio», donde hablaba de la terminación del pensamiento. Este libro lo revisó y corrigió personalmente. Sentía una nueva e inmensa energía. Percibió un nuevo modo de abordar la enseñanza, a través de diálogos, y expresaba que no existían respuestas para los problemas esenciales de la vida. En este tiempo fueron publicados también sus diálogos entre 1970 y 1971 de Nueva Delhi, Madrás, Valle del Rishi y Bombay en su libro «Tradición y revolución».
También escribió «El despertar de la inteligencia», subdividido en tres volúmenes titulados: «La raíz del conflicto», «La persecusión del placer» y «La conciencia fragmentada». El propósito de su enseñanza era ahora producir una clase diferente de ser humano. Para muchos, esta es una de sus obras más fundamentales.
Comenzó a escribir el «Diario 2» donde revela más de él mismo, y muestra que cada día era un día nuevo para él, con bellas descripciones de la naturaleza.
En 1976, a pesar del estado de emergencia impuesto por la señora Gandhi, decidió viajar a la India recibiendo la garantía de que sus pláticas se desarrollarían con amplia libertad.
Fue operado de la próstata en Los Angeles. Con la administración de la anestesia tuvo una experiencia diferente, un hermoso «diálogo con la muerte», sin sentido del tiempo y sin temor, donde la vida y la muerte se encontraban íntimamente unidas.
De 1978 a 1985 tenemos la totalización de sus enseñanzas. Comenzó a hablar de un ver holístico, de una totalidad del ver. Fueron célebres sus conferencias en el pueblo suizo de Saanen bajo una carpa que daba cabida a unas mil personas. Dedicaba esas reuniones a un asunto muy serio para él: «estar libre del miedo».
Empezó a preocuparse por lo que sucedería después de su muerte. Tenía más de 80 años. Le importaba el futuro de las escuelas, por lo que durante tres años decidió escribir continuas cartas a sus profesores, declarándoles cuales eran sus intenciones para con ellos, y cómo debían interesarse en el cultivo total del ser humano.
En esta época las meditaciones crecían en intensidad. Encontró algo completamente diferente y nuevo: «el movimiento había alcanzado la fuente de toda energía».
Al regresar a Ojai, tuvo un encuentro con David Bohm, con quien sostuvo largas discusiones que más tarde, en 1985, serían publicadas bajo el nombre de «Más allá del tiempo». En ese libro abordaba tanto la terminación del pensamiento como la terminación del tiempo psicológico, que constituye el pasado. Investigaba la relación entre el cerebro, que es el instrumento, y el pasado, que es acumulación. Decía que para mantenerse joven debía romperse con el pasado. Investigaba también la naturaleza de Dios y el significado de la muerte. Aludía a la muerte como una total terminación del cerebro, su cesación, de modo que la muerte significaba el fin del apego. Sólo así la persona podía descubrirse a sí misma. Este libro fue muy importante porque atrajo un público nuevo a sus enseñanzas.
En 1984 participó de un simposio sobre Creatividad en la Ciencia, en el Centro de Investigaciones Atómicas de EEUU, donde asistieron 700 científicos. Les habló de que el conocimiento jamás podría ser creativo porque era incompleto.
Tuvo que operarse de una hernia ya diagnosticada en 1981. A sus 90 años, estaba muy débil, apenas caminaba, tomando sus comidas en la cama. Aun así, participó en reuniones con maestros de todas sus escuelas. Les trazaba una distinción entre mente y cerebro, hablando de como dar origen a un cerebro nuevo, lo que significaba «florecer en bondad», siendo exclusivamente ésto el propósito de las escuelas.
Decidió cancelar las pláticas programadas en diciembre de 1985 y volver a Los Angeles. Le preocupaba la pérdida de peso sufrida, pesaba sólo 42 kilos y tenía fiebre. Aun así dio tres pláticas en los jardines de Visanta Vihar. El 4 de enero de 1986 fue su última plática, donde dijo que la creación era lo más sagrado, y que la confusión de la vida se debe cambiar hoy mismo, no mañana.
Se le diagnosticó cáncer al páncreas con compromiso del hígado. Decidió volver a la cabaña de los Pinos porque no quería morir en el hospital. Pidió que sus cenizas fueran repartidas en tres lugares diferentes y sin ceremonias. Convocó a una junta con los miembros más jóvenes, de quienes esperaba que llevaran a cabo su labor en la India y porque «aún tenía cosas que decirles». Por las noches, sus meditaciones eran maravillosas, lo que demostraba que la «Bendición» seguía estando con él.
Se reunió también con los que tenían que ver con la preparación y publicación de sus libros. Deseaba que sus pláticas y escritos fueran publicados en Inglaterra y en la India. En ese país, debían traducirse sus obras a los dialectos locales.
No deseaba que a su muerte veneraran ni vieran al «cuerpo». Resulta extraordinario que, tan débil y tan cerca de la muerte, hiciera una síntesis de su enseñanza. Habló también con su médico acerca de la muerte; no temía morir, porque había vivido siempre con ella.
El 17 de febrero de 1986 (10 minutos pasada la medianoche del 16) Jiddu Krishnamurti falleció en la Cabaña de los Pinos. Fue cremado en Ventura, California, y sus cenizas se esparcieron en Ojai, en el río Ganges, y en Brockwood (Inglaterra). Sus íntimos recuerdan unas palabras suyas de sus últimos días: «Pasarán doscientos, trescientos años, antes que haya otro cuerpo como éste. Si alguien siquiera hubiera escuchado, pero nadie escuchó… »
Por Tatiana Reyes
Fuente: www.alcione.cl
Artículos relacionados: