Hugo Moraga, siempre un descubrimiento

Tal vez fuera trovador de esos solistas con guitarra acústica, pero le gustaba la bossa nova como a nadie más

Hugo Moraga, siempre un descubrimiento

Autor: berenguer

Tal vez fuera trovador de esos solistas con guitarra acústica, pero le gustaba la bossa nova como a nadie más. Tal vez fueran los años del Canto Nuevo, pero a él le gustaba el funk como a ningún otro. No hay modo de hacer calzar por completo a Hugo Moraga en el entorno de sus comienzos porque siempre ha habido en él una distinción musical y de actitud, y si así fue cuando empezó a cantar en Chile en 1974 con mayor razón se mantiene ese rasgo en la trayectoria ininterrumpida que ha sostenido hasta hoy.

Las generaciones de los años ‘90 pudieron conocerlo por una vía indirecta: Hugo Moraga es el padre de C-Funk, es decir de Cristián Moraga, el cantante de la banda de funk y rock Los Tetas y actual solista. Y no es accidental que ese mismo sonido fuera una de las fuentes originales de Moraga padre, quien ya en su adolescencia escuchó cosas tan diversas como el funk, el jazz, el rock de Frank Zappa o las canciones del brasileño João Gilberto.

Es uno de los primeros distingos. Fue uno de los más notorios cantantes con guitarra de la generación de “cantautores” de fines de los ‘70 en Chile y basta escucharlo tocar para saberlo, pero él mismo ha dicho que acudió a ese instrumento en parte como un sustituto manuable de un grupo musical. Y ése es un descubrimiento en canciones de la época como “Romance en tango” o “La vida en ti” y en general en la riqueza armónica que define a todas sus composiciones: las seis cuerdas de la guitarra de Hugo Moraga de verdad copan el espacio como si fuera una orquesta portable en sus manos.

Arreciaba la dictadura además, y sin embargo el cantante no agitó  ni una bandera política literal para estar en contra. Su participación junto a tantos otros músicos y grupos en los circuitos parroquiales, poblacionales o de peñas de la época era una señal libertaria clara, y ya entonces tomó además opciones adelantadas al respecto, en particular en torno a la grabación de sus discos.

El LP más recordado de la época, Lo primitivo (1980), es en realidad una excepción en la carrera de Hugo Moraga. Desde antes, con Canciones del sur de mí (1979), y sobre todo después, con registros como Miércoles, ciudad mágica (1982), Niño de guerra (1984), Bajo New York (1988) o Imago mundi (1992), este hombre publicó la gran mayoría de sus canciones en cassettes grabados en directo durante sus actuaciones y duplicados de manera casera, anticipando así a la autoedición que campea en el nuevo siglo.

Ha vivido en Francia desde 2006, tal como estuvo en EE.UU. en 1986 y 1988 y tal como se dispone a volver a Chile, donde hasta hoy su repertorio está disponible en ediciones disqueras independientes como los valiosos y completos compilados Evidencias 1984-1977 (1998) y Estelas del destino (2002). No es fácil llegar a esas estelas y evidencias, pero el hallazgo es recompensa sobrada: Hugo Moraga siempre es un descubrimiento.

Por David Ponce

Onda Corta
El Ciudadano

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