Es conocido como “el último hombre de Fukushima”, y la verdad es que es un apodo que se tiene bien ganado. Matsumura es la única persona que, a día de hoy, continua viviendo en la zona de exclusión que rodea la planta nuclear de Fukushima Daiichi, y que fue abandonada nada más producirse el tsunami que destruyó los sistemas de refrigeración responsables de que no se produjera una fuga radiactiva hace ya cuatro años.
Lo curioso de su decisión de quedarse en Fukushima cuando el resto del mundo se fue, es que no lo hizo para cuidar de algún familiar que no podía moverse, o incluso para seguir viviendo en la casa en la que nació y creció. Nada de eso, ya que el único motivo por el que decidió quedarse en la zona, aun a riesgo de su salud, fue por los animales.
Y es que cuando el peligro parecía haber pasado y quiso volver a su casa, descubrió con horror que su propia familia había abandonado a su perro y los animales que tenían en la granja. Pero lo peor fue ver que no habían sido ni mucho menos los únicos, ya que en toda la zona había decenas de gatos, perros, patos, cerdos, vacas y caballos abandonados a su suerte.
“Desde que volví me encargo de alimentar a los gatos y perros todos los días” contó Matsumura a la revista Vice. “Ellos estaban nerviosos e impacientes. En cuanto oyeron mi camioneta empezaron a ladrar pensando que era una tormenta. Y daba igual a dónde fuera, no dejaban de ladrar o gruñir, que era su manera de decir que tenían hambre y sed. Así que no podía dejarles allí, abandonados, y empecé a hacer rondas por toda la zona para cuidarles y alimentarles”.
Han pasado cuatro años desde entonces y Matsumura continua alimentando a los animales y a sí mismo con la ayuda de las donaciones que la gente le deja, ya que tanto la comida como el agua que hay dentro de la zona de contención ya no es segura, con lo que solo pueden sobrevivir con lo que llega de fuera.
A día de hoy sigue sin saberse cuándo dejará de estar contaminada el agua y la comida de Fukushima. Hasta que se sepa Matsumura pretende seguir como hasta ahora: alimentando a sus animales y viendo de vez en cuando a su propia familia. A su mujer la conoció durante un tour antinuclear que realizó por Japón y Europa, y con ella tiene un hijo de dos años. Por desgracia tanto su mujer como hijo viven en fuera de la zona de exclusión, en la que Matsumara sigue viviendo para cuidar de los animales, con lo que todavía no se sabe si algún día podrán vivir como una familia normal, todos juntos.