“Nos dijeron que nos escondiéramos bajo una alfombra. El ruido era ensordecedor. La explosión era una como una esfera, gigante, como una nube. Nos dijeron que no la miráramos pero no nos pudimos resistir, éramos niños. Era un ruido muy fuerte, como si dos montañas chocaran. Estábamos terriblemente cerca de la explosión. Los cuartos se estremecían y todo caía. Animales, vacas y perros hacían mucho ruido; no sabían dónde esconderse. Cuando éramos jóvenes no entendíamos que podía ser tan dañino. […] Después de la explosión, encontramos perros, vacas y otros animales corriendo desesperadamente mientras su piel y cabello se caía”.
Sovieta Mukhamadiyec quedó ciega por haber visto la explosión, perdió a su esposo y tres de sus hijos por el cáncer.
El mundo recuerda con horror la tragedia nuclear de Chernobyl, en que un error humano causó un desastre radioactivo que aún hoy perdura en la región. Sin embargo, el mundo desconoce una desgracia aún mayor, perpetrada con dolo y bajo la excusa de investigaciones científicas.
Tras las detonaciones nucleares de Hiroshima y Nagasaki, los soviéticos aceleraron sus investigaciones con miras a generar su propia bomba atómica, y en aras de probar los prototipos y el efecto de éstas en construcciones humanas y civiles, eligieron una zona presuntamente desierta en Kazakistán, en la antigua Unión Soviética. El sitio de pruebas de Semipalatinsk fue concebido como un polígono para realizar pruebas atómicas, y en palabras del líder del proyecto de la bomba atómica soviética, Lavrentiy Beria, se trataba de una región deshabitada y que no suponía un riesgo para ninguna población, aunque ello no fuera completamente verdad.
En la región vivían por lo menos 250 mil habitantes de origen kazajo, quienes vieron cómo cientos de “trabajadores” de los GULAG llegaron a la región para construir complejos de edificios y laboratorios científicos; los primeros para probar la fuerza de la detonación y los segundos para estudiar los efectos. Incluso se construyó la réplica de una estación de metro estadounidense para saber si una bomba atómica podría dañar la red subterránea de una ciudad. La primer bomba fue detonada el 29 de agosto de 1949, sin evacuación de las ciudades y pueblos aledaños, que aunque no sufrieronn graves daños materiales, si sus pobladores, quienes desconocían de las verdaderas pruebas a las que estaban siendo sometidos.
Desde 1949 hasta 1989, se realizaron 456 pruebas nucleares en el polígono, incluyendo 340 pruebas bajo tierra y 116 explosiones atmosféricas con nubes de hongo. Con base en el poder explosivo de las bombas, se estima que el daño y consecuencias radioactivas equivalen a por lo menos 2 mil 500 bombas atómicas de Hiroshima.
Aunque la Unión Soviética lo negó, el lugar fue elegido por su cercanía con determinadas ciudades que podrían ser parte de las investigaciones científicas. Aunque el poder destructivo de las bombas estaba probado, también se deseaba saber qué efectos tenía la radiación en las personas y los animales. Según el Doctor Nailya Chaizhunusova del Instituto de Medicina Radioactiva de Kazakhstan, “el ejército experimentó con civiles, incluso los movían cerca de los lugares de prueba. Bastaba llevar a cien personas, darles vodka para beber y monitorear su salud tras la detonación. Durante los experimentos, el ejército prohibió a los doctores atribuir el aumento en enfermedades y muerte por cáncer y leucemia, a los altos niveles de radiación en la zona.
Por lo menos tres generaciones han sido afectadas por los efectos de la radioactividad. En la región, los niños crecen con enfermedades genéticas, leucemia, cáncer e infertilidad. Con la caída de la URSS, el polígono fue cerrado de por vida, pero se estima que al menos el 10 por ciento de la población de Kazajistán, es decir 1.5 millones de personas, tienen problemas de salud relacionados con la radioactividad. Sin embargo, cientos de personas que viven en la pobreza aún rondan la zona para encontrar metal que puedan vender.
Por lo menos 1 de cada 20 niños nace con deformaciones serias, casi la mitad de ellos no superan los 60 años y la región tiene una expectativa de vida 7 años menor que la media de Kazajistán. Aquellos que han sufrido los efectos de la radiación, fueron retratados por Ed Ou: un fotoperiodista con sede en Yemen.
Bajo la lente de Ou, decenas de casos de habitantes de la región de Semipalatinsk también tuvieron la oportunidad de contar sus historias, mismas que reflejan cómo la vida de inocentes se trastornó por una absurda carrera armamentística que casi causó una tercera guerra mundial.
“Olía, tu sabes, como a cabello. Cabello quemándose. El olor venía de la tierra cada vez que llovía”.