Vivir enojado o de mal humor conlleva, además de un pasar cotidiano conflictivo, consecuencias a nuestra salud.
Esto se explica a partir de la respuesta fisiológica que se produce al transmitir el cerebro al cuerpo la sensación de enojo:
Por ejemplo, nuestro corazón, advirtiendo que podría haber una huida o una pelea, bombea sangre más rápidamente a nuestros músculos y se genera mayor adrenalina. A su vez, se pone en marcha el sistema inmunológico y se crean más plaquetas en las venas.
Tampoco es bueno para nuestros niveles de colesterol, ya que la grasa acumulada se convierte en colesterol malo. Y lo peor de todo es que nos produce un ritmo de envejecimiento 3 mil veces más rápido que el normal.
Claro que, aún sabiendo todas sus consecuencias, los roces con nuestro entorno (relacional, laboral, familiar, etc.) son inevitables. Pero hay que tratar de tomarse las cosas con más calma y crear un círculo virtuoso en nuestros hábitos, para lo cual se recomienda hacer ejercicio al menos tres veces por semana, escuchar música que nos guste, llevar una dieta saludable, exponerse al sol y al aire libre, tener limitaciones con la cantidad de horas de trabajo, ser más propenso a la risa y, sobre todo, enamorarse.