En la segunda mitad del siglo XVI, tras el estallido de la Guerra de Arauco, la Corona española había logrado avanzar en los territorios del Wall Mapu hasta el sur de la Araucanía. Sin embargo, este avance se llevaba a cabo con grandes costos. Convertida en un terrible dolor de cabeza para los reyes Carlos V, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y el Virreinato del Perú, la Guerra de Arauco se imponía como el hecho más conflictivo y desgastante para el Imperio español. El propio rey Felipe II había reconocido que ningún otro hecho había costado tantas vidas españolas en tierra americana, y era muy dificultoso reclutar soldados en Lima dada la temible fama de los guerreros mapuches y las inhóspitas condiciones geográficas que los albergaba. El enfrentamiento armado entre la Corona y los defensores del WallMapu se extendía mientras la Capitanía General de Chile buscaba abrirse paso hacia el sur con la espada y la cruz.
El objetivo de la Gobernación del Reyno de Chile era hacer del Gulu Mapu (área occidental del Wall Mapu correspondiente hoy al Estado chileno) el centro de su desarrollo económico gracias a la explotación de los placeres auríferos del sur, dado que en esta zona, entre el río Bío Bío y el seno de Reloncaví, había una población indígena muchísimo más densa para explotar y allí los ríos poseían un flujo mucho más constante. La Corona no había logrado avanzar por el Puel Mapu (zona oriental del Wall Mapu correspondiente hoy al Estado argentino), territorio desconocido completamente, así que todas las ciudades que se construyeron con el avance de la Corona por territorio mapuche se hicieron en la costa del Pacífico a los costados de los ríos, con el consecuente sometimiento de la población indígena para su explotación.
Banderas de las fuerzas beligerantes. A la izquierda la bandera del Imperio español, la Monarquía y la Capitanía General de Chile, simbolizada con la Cruz Borgoña de San Andrés. A la derecha, la bandera de los defensores del Wall Mapu.
Sin embargo, esta naciente economía colonial aurífera, basada en el saqueo y la explotación de los mapuches, no pudo emerger para constituirse en una economía relativamente autosuficiente. Por un lado, la Corona tendía permanentemente a confiscar los excedentes de los conquistadores en el Wall Mapu; por otro, Lima, cabeza del Imperio español en el llamado Nuevo Mundo, asfixiaba a esta naciente economía con verdaderos sobreprecios en manufactura importada. Por esto los conquistadores españoles no tuvieron mayor remedio que aumentar las condiciones de explotación salvaje que sufría la población mapuche para sostener su economía. Esto llevó a un salto en la relación entre invasores e invadidos, lo que le permitió a la resistencia militar mapuche reconstruir una nueva base de apoyo para una nueva ofensiva.
El conquistador español Pedro de Valdivia ya había caído en combate hacía mucho, muerto a manos del célebre toqui Lautaro, en los primeros capítulos de la Guerra de Arauco. Ahora se encontraba Martín García Óñez de Loyola como gobernador, sobrino del ex virrey del Perú Francisco de Toledo y sobrino-nieto de San Ignacio de Loyola, quien además gozaba del prestigio de haber sido el captor del líder indígena Tupac Amaru, sobreviviente del imperio Inca que aún oponía resistencia a los invasores. Por esa razón Felipe II lo designó Gobernador del Reyno de Chile para poner fin a la Guerra de Arauco. Dada las constantes dificultades para reclutar hombres en Perú, en 1598 venía de un largo viaje desde el sur de la Araucanía, por las ciudades de Villarrica, Osorno y Valdivia, reclutando nuevos soldados para reemprender la campaña militar contra los mapuches aún no sometidos. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Desde la ciudad sureña de San Andrés de los Infantes (hoy Angol) llegó el llamado de auxilio ante las amenazas de un ataque mapuche. Así, Óñez de Loyola emprende el viaje a dicha ciudad con un contingente de cuatrocientos hombres aproximadamente, entre españoles e indios auxiliares (término utilizado en la época para referirse a los indígenas que colaboraban con los invasores españoles).
Gracias al trabajo de sus redes de inteligencia, los líderes militares mapuches se enteraron de la columna de Óñez y su recorrido. Fue así en Curalaba donde el toqui Pelantaru los atacó por sorpresa con un contingente de quinientos guerreros, aniquilando completamente a su adversario. Pelantaru, que ya tenía en su poder el cráneo de Valdivia, sumó para su botín el de Óñez de Loyola. Esta acción militar tuvo un fuerte impacto en la moral de los invasores, quienes retrocedieron ante el levantamiento masivo que barrió con todas las ciudades al sur del Bío Bío: Santa Cruz de Coya, Santa María la Blanca de Valdivia, San Andrés de los Infantes (Angol), La Imperial, Santa María Magdalena de Villarrica, San Mateo de Osorno y San Felipe de Arauco fueron incendiadas y destruidas. Solo se salvó la ciudad de Castro, construida más al extremo sur en la Isla Grande de Chiloé, aunque posteriormente fue saqueada por piratas holandeses que se asociaron coyunturalmente con los mapuches del sur conocidos también como Williches.
La gran mayoría de estas ciudades solo pudieron ser reconstruidas casi trescientos años después, cuando, ya no la Corona española, sino los Estados chileno y argentino, ocuparon militarmente el Wall Mapu con las campañas conocidas como Pacificación de la Araucanía y Conquista del Desierto, respectivamente. Eufemismos utilizados por la historia oficial para referirse a lo que en realidad fue un genocidio étnico, ya que no tuvo mayor objetivo que extender las fronteras productivas de las clases dominantes de ambos países.
Terminado el período conocido como Conquista española, la economía mapuche había logrado consolidarse en el siglo XVIII gracias a una combinación fenomenal de técnicas autóctonas y europeas, pasando de una economía agrícola a otra ganadera. Ya para el siglo XIX se encontraba en estado de expansión, abarcando relaciones comerciales desde el Pacífico al Atlántico.
Wall Mapu («Territorio circundante»). Era el término con el que los pueblos que hablaban el mapudungun se referían a su mundo habitado.
La ocupación militar del Wall Mapu en la segunda mitad del siglo XIX, la confiscación de sus centros productivos y caminos comerciales por los estados (para ser revendidos por migajas a colonos europeos) y el asesinato de una parte importante de la población trajeron consigo un retrotraimiento de su economía a niveles terribles, matando de hambre y enfermedad a la mayoría de los sectores que habían logrado sobrevivir a la ocupación militar.