Iba en el subte línea A, a las 7.30 am. Él y Ella viajaban también, a esa hora de la mañana en que este tren rebalsa y todos vamos apretados.
Él, 31; Ella, 46. Él queda justo detrás de ella y comienza a tocarla. Ella no dice nada, por un rato, observa al chico por la ventana y se siente halagada por un instante, piensa en sus preocupaciones, en su pareja, en sus hijos, qué agradable esto y a esta hora de la mañana, este pibe debe ser bueno, pero debería buscarse a alguien menor… Sus divagaciones cesan cuando siente algo raro, siente algo húmedo en su pantalón.
Entonces se toca, es algo pegajoso. Es… sin dudas. Siente asco, se gira. Se para frente al tipo y comienza a gritar. El subte se detiene, llega la policía. Arrestan al tipo por abuso, Ella le grita y le grita, ha sido víctima de abuso, no era un pobre pibe, cómo fue tan tonta.
Como siempre, en estos casos, alguien graba esto y lo manda rápidamente a un canal de noticias y en estos momentos se debe estar viralizando.
Por lo demás, confiá en mí: la masturbación no es esa cosa pecaminosa o enferma que intentaron hacernos creer durante siglos de represión sexual. Por el contrario, es una fuente natural de placer y relajamiento para el cuerpo humano. Pero una cosa es tocar, frotarse con alguien en el subte o en un colectivo y otra muy distinta eyacular sobre esa persona, ¿no?