«Alejate. Te va a contagiar la mala onda», es una frase utilizada comúnmente para referirse a una situación en la cual una persona con energía negativa tiene la capacidad de transmitírsela al resto.
Pero ¿Qué pasa con quien entabla una relación con el mala onda? ¿Qué pasa cuando la energía negativa es, en realidad, una serie de comportamientos ligados a la angustia, a la autodestrucción, a la depresión? ¿Qué pasa con quien comparte ese vínculo?
En primer lugar, es importante aclarar que no estamos hablando de lo que se denomina gente tóxica, sino de personas que padecen trastornos como, por ejemplo, las crisis de angustia. Entre esa persona y otra, existe un proceso denominado contagio afectivo en el cual quien sufre el contagio pasa, de manera inconsciente, por una situación identificatoria cuyas consecuencias no son solo psíquicas sino también físicas.
De acuerdo al artículo «Crisis de angustia e ideaciones suicidas» de David Maldavsky, los contagios afectivos tienen mayor poder cuando quien contagia está yendo de camino a la auto-destrucción (negativas a comer, conflictos de adicciones) y el contagiado es propenso a estar pendiente del estado del primero: «Suele ocurrir que quien sufre el contagio se encuentre ante la tarea de elaborar los pensamientos y los afectos del primero, quien no logra dar cabida en sus propios procesos psíquicos» lo cual conlleva a un desgaste tal del contagiado que suele comprometerlo fuertemente en su organismo.
El contagio, a su vez, se da de manera independiente al universo discursivo verbal: «Este contagio afectivo suele coexistir con un tipo de comunicación entre las mentes sin mediación por las palabras o con independencia de ellas. Esta comunicación tiene un carácter telepático, e implica una captación de los procesos de pensamiento del interlocutor a los que en ocasiones ni este logra acceder» y que sólo son conjeturables a través de un trabajo terapéutico, agregó Maldvasky en la publicación de la revista especializada Actualidad Psicológica.
Otro rasgo común de este complejo proceso es que las personas involucradas suelen tener serios problemas a la hora de separarse o de diferenciarse el uno del otro. Claro que ninguno de los dos es consciente de ello, lo cual aumenta el desborde y la sensación de incomprensión respecto a la situación y el vínculo que se vive.
Por último, existen diferentes tipos de contagio emotivo: contagio de erotización, contagio de cólera, contagio de euforia, contagio de apatía y contagio de angustia.
En el contagio de erotización, la persona siente una excitación inusitada, en el de cólera, un estallo de furia involuntaria, en el de euforia, una exaltación y alegría desmesuradas, en el de apatía, una sensación de cansancio y desgano, y en el de angustia, un cúmulo de ansiedad que suele traducirse en aceleración de la frecuencia cardíaca, dificultades respiratorias y hasta problemas en el sistema digestivo.