Síndrome de Cotard: la enfermedad del muerto viviente

“Todo comenzó una noche que creí que la casa se vendría abajo

Síndrome de Cotard: la enfermedad del muerto viviente

Autor: Ángela Barraza

“Todo comenzó una noche que creí que la casa se vendría abajo. Podía escuchar los crujidos de las vigas, sentir un pequeño temblor en el piso y esperaba la caída del techo, pero nada sucedió. En las semanas siguientes sentí mi última respiración, pero no perdí mi sentido del olfato pues un olor fétido invadía mi nariz. Días después experimenté el último latido de mi corazón. Esperaba la muerte, pero no llegaba, de manera increíble seguía vivo. El cerebro fue el más complicado, pues aunque podía pensar y hablar, sentí que algo no estaba bien allá arriba. Era como intentar arrancar un coche que se ha quedado sin batería. Un día supe que ya estaba muerto pues no podía haber otra explicación. Quizás mi mente se había superado de mi cuerpo y ahora estaba destinado a vagar en este estado por siempre, aunque aún sentía los gusanos recorrer el laberinto de mis intestinos, devorando cada centímetro de mis tejidos internos y deleitándose del festín de la muerte que para ellos significa la vida”.

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Beatriz, una maestra retirada con 65 años de edad, fue salvada de su intento por suicidarse con una soga al cuello. En su nota suicida, Beatriz reveló que quería matarse pues temía esparcir una infección mortal a los vecinos que podrían sufrir cáncer. Una vez que se le internó en una facilidad psiquiátrica, se conoció parte de su historial, el cual describe el surgimiento de pensamientos de desesperanza y la idea de estar muerta. Sus síntomas comenzaron con la tristeza, temor matutino por hacer cualquier actividad, poca socialización, incapacidad de sentir placer alguno, ansiedad, culpa y poco sueño y apetito, pero evolucionaron hacia alucinaciones de catástrofe, nihilismo y delirio de persecución, con una idea que le hacía creer que todo estaba llegando al final. Se supo también que Beatriz le platicó a sus conocidos que sentía que sus órganos ya no trabajaban, que su cerebro se había detenido y que su hogar presentaba daños que causarían que se viniera abajo y moriría entre los escombros.

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Tras su primer intento de suicidio, Beatriz creyó que ya había muerto por lo que se negó a comer de ahí en adelante. La idea de la muerte siguió presente en su psique pues intentó terminar con su vida en dos ocasiones más. Al momento de ser internada, se le detectaron ideas de desesperanza, ilusiones de catástrofe, culpa, nihilismo y la creencia de que estaba muerta, sin embargo, su cerebro no tenía ninguna anormalidad. Tras el tratamiento recibido, que consistió en medicamentos antidepresivos y antipsicóticos, su situación mejoró y se le permitió abandonar el hospital psiquiátrico. ¿Qué sucedió en su mente para hacerle creer que ya estaba muerta y que sus órganos no funcionaban?

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Beatriz padecía del Síndrome de Cotard, una psicopatología descrita por primera vez en 1880 como un “caso de delirio hipocondriaco” en una mujer que negaba la existencia de Dios y del Diablo; que afirmaba que su cerebro, nervios, sistema nervioso y venas se habían podrido, y que su cuerpo era sólo de piel y huesos. La mujer murió de hambre al resistirse a comer. El caso registrado por el neurólogo Jules Cotard sentó las bases para describir una conducta asociada con la depresión, la ansiedad y la melancolía, en la cual las víctimas afirman estar muertos o sentir la putrefacción de sus órganos vitales.

Desde entonces, decenas de casos más han surgido en el mundo, con la característica de que comienzan con pensamientos que refieren que su muerte está próxima y culminan con la certeza de que ya han muerto. Sin poder explicar exactamente qué les sucede, los pacientes se aferran a la idea de la muerte y aseguran que sus órganos están descompuestos, que pueden oler la putrefacción de su cuerpo y piden ser enterrados o llevados a la morgue. Un caso reciente, el de una mujer filipina de 35 años, detalla cómo
le pidió a sus familiares que la llevaran a la morgue, al lugar al que realmente pertenecía pues un presunto olor fétido le hacía creer que había muerto. Sus familiares la llevaron al médico, y tras presentar actitudes de desesperanza, melancolía y depresión, se le internó en el hospital.

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Otro caso se remonta a 1996, en que un hombre de origen escocés que había sufrido un accidente de motocicleta comenzó con las ideas de haber muerto tras alguna complicación en su operación. El hombre aseguró morir de septicemia, un riesgo al principio de su recuperación; de sida, tras haber leído de un caso similar, o por la fiebre amarilla. Sus familiares, esperando que un cambio de latitud le permitiera mejorarse, se mudaron a Sudáfrica en donde el paciente afirmó haber llegado al infierno debido al fuerte calor del país africano.

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Las investigaciones médicas han permitido asociar esta enfermedad con otras como la sífilis, la tifoidea, migraña, epilepsia, tumores cerebrales y daño al cerebro. Aunque los casos reportados son escasos a comparación de la población mundial, y no está incluida en el DSM-IV, sí ha sido catalogada como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud.


Fuentes:
Cotard’s Syndrome: Two case reports and a brief review of literature. US National Library of Medicine National Institutes of Health.
A Case Report of Cotard’s Syndrome. Psychiatry.
No seriously, I’m deadScientific American.

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