Libros, lectura y lectores: ¿Es Chile una sociedad y país lector?

“Hay quienes dicen que las bibliotecas son las discotecas de los libros” o que «para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”

Libros, lectura y lectores: ¿Es Chile una sociedad y país lector?

Autor: Carlos Montes

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Hay quienes dicen que las bibliotecas son las discotecas de los libros o que «para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”. Lo cierto es que esta semana y en Santiago, se concentraron dos importantes actividades del rubro: la cita anual del mundo editorial chileno y la del rol e importancia de las Bibliotecas Públicas de Chile. Por una parte y apuntando al “Autocultivo de libros”, la versión n° 35 de la Feria del Libro de Santiago abrió sus puertas al público este sábado. Por el otro y por cuarta vez, el evento del Servicio Nacional de Bibliotecas Públicas busca generar un espacio de encuentro entre los funcionarios de bibliotecas públicas, bibliotecas escolares, universitarias y organizaciones culturales chilenas y además, difundir experiencias internacionales en temas prioritarios para el desarrollo de las bibliotecas públicas.

Mientras FILSA se ha transformado en un clásico de la primavera y el mundo editorial a partir de las posibilidades de compra con descuentos, ofertas, lanzamientos y encuentros con escritores, entre otras actividades, el IV seminario de la Dibam y el SNBP centra su atención en relevar las experiencias, donde la biblioteca pública se emplaza como centro cultural y espacio de entretención, ocio e información; es decir, ser mucho más que libros y almacenamiento de información. En la inauguración de FILSA 2015, la presidenta recalcó que “Los libros y la lectura no dejan nunca de estar ahí, menos en nuestra época, donde se multiplican los formatos y las posibilidades de leer”. Sin embargo más allá de estos espacios de reflexión, ambos eventos han remecido buena parte de la semana en términos editoriales y culturales. Y si bien se emplazan desde actividades, aristas, personalidades, instituciones, organizaciones y ópticas diferentes, comparten importantes y no menores puntos en común: Los lectores y la trascendencia que adquiere en la vida la lectura.

Sin un ánimo de menoscabar los derechos de autor y en instantes donde la sociedad del conocimiento cada día encuentra menos barreras y dificultades para compartir diversa información, atravesando fronteras y derribando importantes censuras, vale la pena preguntarse qué importancia tiene seguir manteniendo una feria de libros que más bien concentra sus actividades en la promoción de los nuevos best sellers, y la compra y venta de libros para los mismos lectores de siempre. Interesante sería que la propia feria llevase actividades, lanzamientos o simples cuenta cuentos a regiones, a otros espacios de la ciudad y no reuniera todo en un solo lugar. Así como también que las bibliotecas públicas efectivamente ofrecieran espacios de desarrollo cultural en horarios realmente abiertos a la ciudadanía local y no sólo en las horas de jornada de trabajo municipal, por ejemplo.

Más allá de la lectura y los mismos lectores de siempre, merece la pena también preguntarse si efectivamente sociedades como la nuestra, son o no lectoras, y cuál es el sentido de seguir articulando nuevos encuentros y espacios de reflexión, si las estrategias de fomento no permean y no se atisban reales cambios a la hora de conseguir encantar a otros con la lectura. ¿Qué estamos haciendo por incrementar los índices, entonces?; ¿Concentramos los esfuerzos en diversificar la oferta lectora, en el acceso o en las formas?. Si el país quiere avanzar, leer y comprender debe ser. La existencia de políticas y planes específicos en relación a la lectura y los libros, es uno, o quizás, el fundamento y carta de navegación más antiguo que existe en materia cultural. Sin embargo, la brújula parece que aún no ha encontrado un norte.

Claro respecto a esto y consecutivamente, los planes que son de corto alcance, ven una remoción de sus maneras, formas y métodos rápidamente. En abril de este año el CNCA lanzó la Nueva Política del Libro y la Lectura (2015-2020) y con este, el nuevo Plan Nacional de Lectura. A Ottone y compañía limitada le ha tocado hacerse cargo de implementar una política de la cual no participó en su proceso de elaboración. Pero más interesante aún, ha tenido que dar una bajada real, sostenida y concreta a una industria que lleva tiempo en crisis, a un Chile que se reconoce falto de hábito, pero que no se empeña en cambiarlo. Que genera espacios de reflexión, de compra y venta, pero que no atisba reales cambios. Que pareciera que potencia a sus escritores, pero que cobra acceso por conocerlos, por compartir con ellos y pasear o intentar comprar en la feria anual que los reúne. En otra arista acerca de las formas y los accesos, interesante debate se mantuvo acerca de la reducción y eliminación del IVA al libro.

En el camino de la creación de la nueva política y su propuesta, el debate no prosperó. Si bien se trataba de un diálogo abierto, pero encadenado a múltiples actores sociales que a su vez siguen teniendo como corcho o tope al Ministerio de Hacienda. Sin embargo los índices de acceso y préstamo en bibliotecas públicas y privadas tampoco aumentan, evidenciando que el problema no es de costo, sino de acceso, de qué estamos haciendo para que la gente acuda, de conocimiento; en la ausente presencia de programas que fomenten de manera actualizada y real el gusto por la lectura. Es decir, en los accesos y en las maneras que estos se sociabilizan.

La frase “Chile, país de poetas”, conocida y reconocida por todos, se pierde ante un plan que no contempla en su programa el acceso, el conocimiento o la difusión de nuestros propios representantes literarios. Tampoco se atisban diseños o planes de trabajo que los incluya activamente, más allá de la celebración y conmemoración de natalicios. Si queremos un país lector, es menester generar espacios provistos de personal calificado, de programas de fomento actualizados que hagan eco y sentido a partir de la realidad y problemas nacionales, diseñados e impartidos para cada público de manera diferente, pero manteniendo énfasis comunes. Ejemplo asertivo, claro, directo y positivo acerca de cómo llegar a nuevas audiencias, lo detenta Bibliometro, pero que sólo subsana en parte un problema sumamente local e inminentemente de la capital. ¿Qué pasa entonces con las regiones? ; ¿Tendremos alguna feria del libro o actividades de promoción, igual de importante en nuestras provincias? Libros, lectura y lectores en el país no abundan pero existen. Sin embargo, ¿Es Chile una sociedad y país lector?

Hugo Ramos Tapia

Licenciado en Historia

Estudiante Magíster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural


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