El método para transitar a la economía del Socialismo del Siglo XXI requiere la combinación de tres políticas: su planificación y ejecución democrática (autogestión coordinada); la medición del valor de sus productos y servicios (valorización) mediante unidades de tiempo (valor de trabajo) y, el intercambio de equivalencias.
Las tres políticas tienen que realizarse de manera combinada, porque el salto cualitativo hacia el modo de producción del Socialismo del Siglo XXI solo se produce como resultado de sus sinergias. Medidas individuales en una economía de mercado, como en Venezuela, no tendrán éxito. Un análisis comparativo de los modos de producción del Socialismo del Siglo XX y del Socialismo del Siglo XXI explican las razones de este modelo tridimensional o trimodal.
1. La economía del Socialismo del Siglo XX, llamado en la Alemania socialista (RDA) también «el socialismo realmente existente“, no fue planeada democráticamente , sino por elites —al igual que en el capitalismo. En «el socialismo realmente existente“, la planificación la hacían unos cinco mil tecnócratas y políticos del Partido Único y en el capitalismo la hacen unos cinco mil megacapitalistas, burócratas y políticos. La esencia es la misma: las mayorías están excluidas.
2. La regulación y dirección de la economía del «socialismo realmente existente“ se realizaba via una combinación de precios administrativos y precios de mercado, no mediante el valor de trabajo y el intercambio de equivalencias. Los precios administrativos fueron determinados por el Estado a raíz de consideraciones sociales, políticas y militares y, en forma secundaria, económicas. Los precios de mercado se tomaron del mercado mundial y se adecuaron a los parámetros nacionales.
3. La no-determinación del valor de los productos y servicios por su valor de trabajo (time inputs) y su respectivo intercambio por el principio de equivalencia, significaba en la economía monetarizada del «socialismo realmente existente“ que no se podía abolir el sistema de trabajo asalariado. Significaba también que los trabajadores no tenían el derecho al pleno valor creado por su trabajo, sino solo a la parte salarial y algunos servicios sociales que las elites les asignaban. Pero, si no se acaba con el trabajo asalariado, como insistían Marx y Engels, no se puede acabar con el capitalismo; como tampoco se puede acabar con él mediante la estatización de los medios de producción, sino sólo mediante su socialización (Vergesellschaftung).
Hoy sabemos que esa socialización tiene que ser trimodal: planificación y ejecución democrática, valorización por el tiempo de trabajo e intercambio de equivalencias.
4. El tipo y el volumen de los «fondos socialmente necesarios» (Marx/Engels) como salud, educación, defensa, etc., no fueron decididos por las mayorías, sino por las elites. El Socialismo del Siglo XX, al igual que el capitalismo, no permiten que las mayorías deciden por plebiscito, por ejemplo, las tasas de impuestos, ni tampoco, si prefieren impuestos directos o indirectos. Para las mentes stalinistas, al igual que para las capitalistas, es inconcebible que las masas conduzcan democráticamente a la economía, pese a que son ellas las que generan el plusproducto social.
5. La propiedad y el poder fáctico sobre el plusproducto social es ejercido en «el socialismo realmente existente“ por el Estado, no por los productores inmediatos. Pero, el Estado es siempre una estructura de violencia que responde a la distribución del poder de la sociedad. Cuando las elites se enajenan de las mayorías, éstas dejan de ver al Estado como su Estado. En consecuencia, la fábrica, la tierra y los servicios de la economía estatal se convierten en una fuerza externa alienada e impositiva. Sin identificación entre trabajadores y propiedad productiva no se defiende el sistema cuando entra en crisis. Por eso, los trabajadores del «socialismo realmente existente“ actuaron ante la caída del sistema como los campesinos hindúes ante las conquistas externas: con indiferencia atentista o inclusive, como protagonistas de su destrucción (Polonia).
6. Científicamente no tiene sentido llamar al modo de producción del Socialismo del Siglo XX «capitalismo de Estado». Porque sin una clase de propietarios particulares del capital que actúa por ganancia y opera el mecanismo cibernético del sistema (mercado), el concepto pierde su capacidad analítica. Tampoco conviene llamar a ese modo de producción socialista, porque carece de los tres principios distintivos de la economía política socialista.
7. La combinación de los tres principios constitutivos de la Economía Política del Socialismo del Siglo XXI, la planificación y ejecución democrática (autogestión coordinada), el valor del trabajo como unidad de valorización de productos y servicios y, la equivalencia como principio de todos los intercambios, es la esencia política-económica del modo de producción del Socialismo del Siglo XXI (A. Peters), y, por lo tanto, de su modelo de transición. Para obtener el efecto sinergético a nivel nacional y regional, las tres políticas tienen que llevarse a cabo coordinadamente y en cabal consideración de las fuerzas antagónicas a nivel nacional, regional y mundial.
8. Este modelo trimodal de transición hace la explotación laboral imposible y cambia cualitativamente la importancia de la propiedad sobre los medios de producción. La forma de propiedad se vuelve secundaria, porque la planificación democrática de los rubros y volumenes de producción y la determinación de los precios y salarios por el valor del trabajo, junto con su intercambio en forma equivalente, quitan a eventuales propietarios formales —Estado, cooperativas, individuales— la capacidad de abusar de la propiedad. La determinación plebiscitaria de los impuestos, a su vez, impide el abuso confiscatorio del Estado.
9. El sistema burgués utiliza dos mecanismos principales para apropiarse del valor creado por los trabajadores: 1. los dueños de los medios de producción se apropian del valor en forma de ganancia, interés y renta de la tierra; 2. el Estado, el «capitalista colectivo virtual“ ( ideell, Marx/Engels), se apropia del valor en forma de impuestos. Ambos mecanismos quedan bloqueados en el modelo de transición. La «expropiación de los expropiadores “ (Marx/Engels) ya no se realiza primordialmente sobre la estatización de la propiedad privada, sino sobre el derecho y el poder socio-político de apropiación del valor cabal generado por los trabajadores, por parte de los trabajadores.
10. Las características principales del modo de producción del «socialismo realmente existente“ son: una economía centralmente planificada por una elite; dirigida mediante precios administrativos y de mercado; con metas de obtener un plusproducto, más no una ganancia (Profit) y, por lo tanto, no-crematística; basada en el sistema asalariado y monetarizado. Se trataba de un modo de producción sui generis que se estancó en la transición de la crematística capitalista hacia el socialismo. Al no evolucionar, colapsó y regresó a su punto de origen. Ese experimento de evolución planificada requiere de un concepto científico adecuado, urgentemente.
11. La economía del «socialismo realmente existente“ no se alejó lo suficiente de la autoritaria crematística capitalista como para convertirse en un modo de producción socialista en el sentido del Socialismo temprano, de Marx/Engels, Bakunin, Rosa Luxemburg y Lenin . Pero, ni burgueses ni stalinistas pueden parar las leyes de la evolución. Decía una canción cubana: «Carlos Marx está enojado, cheque de Engels no ha llegado». Bueno, al fin y al cabo siempre llegó, de tal manera que el prócer pudo realizar su gran obra de transformación.
Hoy, las condiciones objetivas para la nueva civilización son incomparablemente mejores que durante los últimos dos siglos. Por eso, Karl Marx en su tumba del Highgate Cemetery en Londres ha de estar de fiesta: El cheque de la historia está llegando al Socialismo.
Por Heinz Dieterich
Fuente: www.elpueblosoberano.net