Bonnie es madre de tres críos: Michella (16 años), Oliver (15 años) y su pequeña hermana Noa (6 años). Bonnie tiene 39 años de edad y desde la edad de 18 Bonnie ha trabajado de prostituta a tiempo completo.
Bonnie trabaja todos los días, de 9 de la mañana a 4 de la tarde, en una pequeña aldea llamada Sealand, mientras que su verdadera casa, donde vive con sus hijos, está situada en un aislado y diminuto pueblo cercano. Tanto Michella como Oliver son conscientes de lo que hace su madre para ganarse la vida. La pequeña Nola piensa sin embargo que su madre es una señora de la limpieza.
Cuando en un encuentro casual, Bonnie conoció a la fotógrafa profesional Marie Hald, las dos entablaron una estupenda e insospechada amistad. Marie siempre había estado interesada por el tema de la prostitución, una profesión legal en Dinamarca. Estaba principalmente interesada en encontrar una mujer que no responidera al «típico estereotipo de prostituta», una mujer con una familia que llevase «una vida ‘normal'». Después de encontrase con Bonnie, la visitó en el burdel donde trabajaba y las dos hicieron la colección de imágenes resultante tomadas en el transcurso de un año durante el cual vivieron juntas.
Marie Hald hace un trabajo brillante de subvertir las expectativas. Este es un retrato apasionante de la vida de una trabajadora sexual y no encaja en absoluto con la idea estereotipada que la sociedad tiene al respecto.
Cuando Bonnie está trabajando, se lhace llamar Patricia. Es una manera de separarse a sí misma de su trabajo.
No hay nada más importante en la vida de Bonnie que sus hijos. Su esperanza es que ellos tengan una infancia, adolescencia y vida mejor que la suya. Su hijo Oliver andaba saliendo con gamberros y metiéndose en problemas. Por ello, Bonnie decidió enviar a Oliver a un internado.
No es en absoluto fácil para los niños. Les han intimidado y les preguntan cuánto cuesta su madre.
Mientras su familia duerme, Bonnie tiene la casa para ella sola. Hace planes para el día siguiente y se fuma un pitillo.
El hijo mayor de Bonnie, Oliver, se está confirmado en la iglesia local. Al lado de Bonnie está su madre Doris, su padrastro, su hija mayor Michella y un amigo. Bonnie tiene infinidad de terribles recuerdos de su infancia. Su madre y su padre llevaban a los niños al bar en lugar de enviarlos a la escuela. Y a muy temprana edad su padre fue enviado a la cárcel por asesinato.
La familia celebra una pequeña fiesta para la confirmación de Oliver. Bonnie baila con su mejor amiga que la consuela ya que se siente triste.
Bonnie y los niños disfrutan juntos cuando ellos salen del colegio. A menudo están fuera de casa realizando actividades durante el día: Michella cuida de su caballo, Marcus y Oliver pasean en bicicleta con sus amigos. Esta tarde todos están en casa.
Los tatuajes significan mucho para Bonnie. Son recuerdos de cosas importantes en su vida. Muchos de ellos son recuerdos de su hermana Pernille. El más reciente es un collar con una cruz.
Su hija Michella tiene una amiga que está aprendiendo cómo hacer tatuajes. Un viernes por la noche, bebiendo unas piñas coladas, Bonnie se hace por ella un nuevo tatuaje en su brazo. Ni se ha inmutado por el dolor.
Si Bonnie pudiese ganar la misma cantidad de dinero haciendo otra cosa, lo haría. Pero no tiene autoestima y sufre de dolores en su cuerpo. Dice que su trabajo es lo que mejor conoce y que le gusta la alegría y el placer que le da a sus clientes.
La familia despide a Oliver, quien se va por un año a un internado. Todo el mundo llora incontrolablemente cuando lo abrazan por última vez.
Bonnie tiene la esperanza de que sus hijos no acaben nunca trabajando en la industria del sexo. Pero si lo hiciesen, Bonnie les ayudaría para que no tuviesen que pasar por muy duras situaciones que ella tuvo que padecer.
Fuente: Cultura Inquieta