Transvaloración temporal de la consciencia es el nombre que pongo en esta exposición, al cambio normal que tiene la consciencia a través del tiempo. Ese cambio lo quiero ejemplificar en tres hechos: la estrategia represivo prohibicionista, la ley 20000, y las instituciones médicas en relación a la marihuana.
La consciencia se relaciona con los valores o creencias que son ideas de importancia que tenemos sobre el mundo, y le atribuimos verdad aunque no son necesariamente verdad, por eso el término “creencia”. Por ejemplo en la controversia eterna sobre la marihuana hay dos mitos: el mito de la marihuana como droga peligrosa y el mito de la marihuana como panacea El conjunto de valores o creencias hacen a la identidad, que es la relación que tenemos con la realidad, nuestro forma de relacionarnos con las personas cosas y circunstancias, nuestro estilo de vida. Esto tanto en las personas como en los grupos, tanto a nivel individual como social. Así es que las personas tienen su identidad compuesta por valores o creencias y la comunidad del mismo modo tiene su identidad basada en valores o creencias. Hay cosas que permitimos y otras que no permitimos como individuos y como orden social.
El movimiento Represivo Prohibicionista
El movimiento represivo prohibicionista contra las drogas, que termina en la estrategia de restringir el acceso a ciertas sustancias, es ejemplo de un tipo de consciencia, con sus valores o creencias y su correspondiente identidad. Estas creencias se establecen como valores, en un paradigma único, autoritario, dominante y obligatorio. Después internet terminó esta hegemonía, este discurso sobre drogas que alcanzó un control casi total. Para poder sustentar esta visión de control, se destacaron únicamente aquellas propiedades negativas de las sustancias prohibidas: poder adictivo, toxicidad, conflictividad social, sus efectos son llamados “trastornos”, “alteraciones”, y se nombra a los consumidores toxicómanos; se caricaturiza, exagera y se miente. La marihuana resiste el golpe por la rebeldía de sus usuarios y su recuperación se masifica al difundirse en la población sus propiedades terapéuticas -que de siempre valorizan a la cannabis-. Se construye así un perfil más realista de la planta; que va expandiéndose y produciendo investigaciones que confirman esas propiedades curativas para varias dolencias.
Chile empieza a insertarse desde los años 70 en la política internacional de drogas prohibicionista, avanza en las restricciones al uso de marihuana. No se puede consumir en lugares público, no se puede portar, cultivar sin permiso, hay que probar que no se trafica si a alguien posee, luego tampoco se puede consumir en lugares privados si se ha concertado con otros. Los médicos, odontólogos y veterinarios que las prescriban sin la debida justificación -que no queda claro cuál es- pueden ser sancionados, y los abogados que defiendan a los acusados no pueden ejercer en el servicio público.
La ley 20000
Así llegamos a la Ley 20000 que rige ahora, instrumento de esa visión prohibicionista. Ley que trata de ejercer el control para que la gente no pueda acceder a las drogas, pero a la vez las sociedades actuales consagran el derecho de las personas a ser autónomas sobre su cuerpo, frente al Estado, por lo que los legisladores trataron que las personas pudieran consumir cualquier droga siempre que sea para uso personal exclusivo, próximo en el tiempo o por justificación médica.
La institucionalidad del Estado destaca y promueve aquellos contenidos de la ley que prohíben, restringen e impiden a la gente hacer uso del derecho a consumir drogas y oculta contenidos de la ley que permitirían hacerlo. La intencionalidad política usa el instrumento Ley 20000 en aquellas parcialidades pertinentes a sus intereses y engaña a la población. La manipula.
Sin embargo, el movimiento por otra política de drogas va transformando la consciencia social, al hacer conocidos los beneficios de la marihuana -y de otras sustancias también- que la han hecho preferida por milenios. Es lo que estoy nombrando aquí como transvaloración de la conciencia, que sería el hecho simple de que la comprensión puede cambiar, si los valores y creencias lo hacen, y dar un contexto cuyos resultados son distintos aun al usar los mismos instrumentos. Es el caso ya paradigmático de junio del 2015, en que Paulina González, psicóloga de Trigrama, es absuelta de una acusación por cultivo por la corte Suprema de Chile.
El solo cambio de la consciencia hace que las drogas sean primero vistas como peligrosas al implantar la política represiva prohibicionista, considerando aspectos parciales de sus efectos y, luego sean valoradas cuando se completa una visión más real. Lo mismo ocurre, con la Ley 20000: después el cambio en la conciencia hace que empiecen a develarse los derechos a la autonomía que esa misma ley contiene; que se conocían, se hablaban pero no operaban.
Institucionalidad médica
En Chile las sociedades científicas relacionadas con la medicina, estaban comprometidos e identificados plenamente con la visión de que las drogas eran sustancias peligrosas, y trabajaban previniendo y curando como si las drogas prohibidas fueran absolutamente incompatibles con la normalidad psíquica y social.
Cuando yo empecé a participar por un cambio, en 1993, los médicos (y otros profesionales: psicólogos, asistentes sociales, se sorprendían o eran indiferentes. Nunca escuche en los congresos sobre drogas, ni en CONACE (Comisión Nacional para el control de Estupefacientes), que se hablara sobre la política de Holanda, siendo que era el único país que tenía una estrategia diferente, permitiendo el acceso a su población a la marihuana, con buenos resultados oficiales. A pesar que los médicos sabemos que droga se define como cualquier sustancia elaborada ajena al organismo, capaz de producir cambios en el funcionamiento de la fisiología corporal, y por eso puede ser simultáneamente remedio, tóxico o veneno; nuestro rol es prescribir drogas, somos los profesionales de las drogas. Sabemos que los libros de farmacología identifican los diferentes capítulos con la palabra “droga”: drogas del SNC, drogas de efectos cardiovasculares, drogas antiinflamatorias y, sabemos que las farmacias se llamaban droguerías. Sin embargo aceptamos, como dijo el Dr. Jorge Mardones Restart –premio nacional de ciencias, director del departamento de farmacología de la Escuela de Medicina de la universidad de Chile- que se “vulgarizara” el término droga, y se dejara como un mote, un alías ofensivo y descalificador contra conductas y condiciones de salud simplemente definidas como “malas”.
La institucionalidad médica y de salud: primero se sorprenden, quedan estupefactos, o son indiferentes desde su posición de creyentes devotos del prohibicionismo, cuando se les dice que la estrategia de drogas es incorrecta y hasta falsa. Tan parcializados estaban, no se habían interesado en estudiar estas drogas o plantas ilegalizadas.
En el 2008, con la presidente socialista Michelle Bachelet la marihuana se clasifica en la lista I de sustancias que pueden producir dependencia física o psicológica, graves efectos tóxicos o daños considerables a la salud y la Comisión Nacional de Estupefacientes(CONACE) lo justifica científicamente con 270 referencias bibliográficas. Contrariamente, el 2014 la secretaria ejecutiva de Servicio Nacional para la Prevención del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA) organismo que reemplazó a CONACE, declara que tienen listo el decreto para sacar a la marihuana de la lista I, ya que no encontraron ningún fundamento para mantenerla en esa categoría.
Recién, en el 2013 una autoridad representante del Instituto Médico Legal declara, ninguna motivación ni justificación para hacer estudios sobre productos del cannabis ni para importarlos. De manera que cuando los representantes de las instituciones médicas quisieron -al inicio- fundamentar su oposición ante las nuevas propuestas, se vieron obligados a ponerse a estudiar para decir por qué no están de acuerdo.
Por otro lado la propuesta sobre nueva política de drogas, termina adoptando principios de la Estrategia de Reducción de Riesgo y Daños y de DDHH, y la ciudadanía le multiplica su apoyo de manera explosiva, especialmente desde el 2011, 2012. En las últimas marchas en Santiago salen a la calle 100, 150 200 mil personas quizás, y en junio 2015 la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados aprueba la idea de legislar para el autocultivo medicinal de cannabis y cambios en el Código Sanitario
Ante esta situación, las instituciones médicas organizan más su resistencia. Declaran a los medios, mandan cartas a los diarios importantes, pagan inserciones, y prácticamente en la misma fecha de la aprobación de la idea de legislar en la Cámara de Diputados, sacan un libro, producido contra el tiempo. El libro se lanza en agosto del 2015 con el nombre Marihuana: consensos y evidencias sobre su impacto en salud.
Quienes lo escriben toman en serio su rol de garantes de la salud ante el país. Algunos son profesionales exitosos, de la academia, premiados. Me sorprendí positivamente. Sus capítulos despliegan sus dudas y objeciones “basados en la evidencia” -su metodología de trabajo-, y también reconocen los actuales usos terapéuticos y potenciales de la marihuana, descubiertos las últimas décadas, por investigadores a los que inicialmente fueron agresivos y escépticos.
Esta interpretación sobre la institucionalidad médica es el último ejemplo de la transvaloración de la conciencia que quería citar. Primero se muestran estupefactos, luego se dan cuenta que no saben, porque todo su trabajo era negarlas. Estudian para argumentar por qué no. Y comprueban que no habían podido ni querido considerar los usos terapéuticos de la cannabis porque, miraban su hacer profesional con la identidad que les dictaban los valores y creencias de la estrategia represivo prohibicionista. Y como profesionales hacen un libro aceptan el uso, la proyección y/o la esperanza de la cannabis en el dolor, la epilepsia, la esclerosis múltiple, la anorexia, náuseas y vómitos por radio y quimioterapia del cáncer, en pérdida de peso por VIH/SIDA y cáncer, expectativas de tratamiento en neoplasias, Parkinson, distonía, síndrome de Guilles de la Tourette, enfermedad de Huntington, la ansiedad, la psicosis etc.
La institucionalidad médica primero dijo que no y su palabra justificó la estrategia represivo prohibicionista, ahora aceptan. Como representantes de mayor trascendencia y responsables de la medicina en nuestro orden social, van a tender –naturalmente- a tomar el mando de los cambios, que nacieron desde otros sectores sociales. Las Instituciones médicas, estarán destinadas a tomar el poder y decir “bueno”, “ahora sí”, “en esta medida y de esta forma”, “con estos protocolos y estas exigencias”, “no al autocultivo y sí a las formas farmacéuticas que hayan aprobado todas las exigencias de la medicina basada en evidencia”.
Si la marihuana fuera base para una droga terapéutica extraordinaria, una panacea, en los miles de años que se conoce se hubiera sabido. El sentido común me sugiere que podría ser útil en muchas patologías, probablemente con un perfil bajo compartido con otras de las tantas drogas-remedios de la humanidad. Pero la cannabis le gusta a la gente por su espíritu elasivo, -por la embriaguez que produce-, porque amplía la conciencia, lleva a percibir la realidad y a vivirla de otra manera, por eso han luchado por ella, especialmente los jóvenes quienes la consideran su igual, y hasta el momento ese efecto sería gracias especialmente al THC. Me atrevo a decir que quizás sin este efecto del THC la ilusión de la marihuana, el sueño del cannabis se rompería como una pompa de jabón
La consciencia nos hace ver que somos materiales, que morimos. Todo ser vivo quiere mantenerse como tal y para hacerlo tiene que controlar su materialidad por lo tanto curarse, ahí están las disciplinas y prácticas de salud y lo político. Y quiere mantenerse vivo para siempre, superar lo material y ser inmortal, ahí entran otras especialidades: lo religioso.
Las propiedades de la marihuana o cannabis le permite participar de los tres niveles: el de la conciencia, el material por sus efectos curativos, y en el religioso por sus efectos embriagantes del THC.
Médicos y Drogas
Finalmente, siempre el respaldo médico respecto a la salud tiene su lugar, pero en estas políticas que tocan aspectos subjetivos del ser humano no es vanguardia ni aporta datos decisorios, una pretensión así ni siquiera se consigue en áreas de la economía que tanto afán pone en querer que su ciencia se base en las matemáticas: las crisis vienen igual sin que se pueda controlar la conducta social. Donde está la mente, las emociones, la conciencia, los valores o creencias no siempre la “objetividad”, con su corolario “la medicina basada en la evidencia”, ni lo mecánico o fisiológico son recursos pronósticos ni develatorios de la realidad y su devenir.
Por lo anterior los contenidos médicos no fueron el fundamento fáctico del nacimiento de la política represivo prohibicionista hace un siglo, ni lo serán tampoco de esta nueva política de drogas. En este tipo de procesos las “entidades médicas” en general, son más bien los arsenaleros de la operación que ejecutan las dinámicas sociales y los fenómenos políticos que llevan las riendas de la convivencia de los pueblos. Ante que nada somos personas, después médicos, obreros, policías, profesores, o lo que sea.