Mientras otros niños juegan con pistolas de agua, ellos aprenden a manejar rifles de verdad. Mientras otros comen dulces, ellos tienen que pasar hambre. Mientras otros ven los dibujos animados, ellos ven las muertes diarias de sus compañeros y familiares.
¿Qué significa para un menor luchar junto con hombres de la edad de su padre? ¿O despertarse cada día bajo los bombardeos y con el miedo de morir? ¿Qué obliga a miles de niños y niñas a abandonar sus hogares para unirse a un Ejército o un grupo armado y cómo viven los que se quedan en casa en medio de una guerra?
En este artículo vamos a explorar las miserias que viven los niños soldado en los conflictos bélicos, así como la cruda realidad de los menores que viven en los países en guerra.
La terrible realidad de los niños soldado
«Uno piensa en los niños y la primera imagen que se le dibuja en la cabeza es la de pequeños humanos corriendo, riendo y disfrutando del sol, no la imagen de un niño soldado con un rifle», reza un artículo del portal NoBullying.com, agregando que «la infancia es la introducción al mundo; es el momento de la vida en la que se supone que debes recibir mucho amor y atención, tener un entorno tranquilo que enriquezca tu corazón y el alma y te prepare para los obstáculos de la vida adulta».
Sin embargo, para muchos, ese no es el caso. Un número incontable de niños en todo el mundo no recibe su parte de la infancia, no consigue la seguridad y la comodidad de un hogar lleno de amor y se introducen demasiado pronto en el odio y la malevolencia de la raza humana.
Desde hace siglos, los Estados y los grupos armados utilizan menores de edad para fines militares. Algunos desempeñan papeles secundarios como espías o mensajeros, otros tienen que ponerse el uniforme y coger el arma e ir a la primera línea de fuego. Hay también quienes han sido utilizados como arma psicológica, ya sea como escudos humanos para manipular al enemigo, o como un truco de propaganda para ganar la simpatía del mundo exterior.
«En un mundo donde millones de niños ‘juegan a la guerra’ con pistolas de juguete o a través de videojuegos, otros muchos niños y niñas se ven abocados a vivir la guerra de verdad, convirtiéndose en combatientes desde edades muy tempranas», denuncia Unicef (Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia).
«Para ellos la guerra no es divertida ni les hace sentirse más fuertes. Los niños soldado son menores privados de su derechos más básicos que demasiadas veces son vistos como culpables»
Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef)
Según reveló el año pasado un informe de Amnistía Internacional, millones de niños en el mundo se ven envueltos en conflictos de los que no son simplemente testigos, sino objetivo de los grupos armados, que los explotan como combatientes.
De acuerdo con la organización, que cita datos recogidos hasta el 2012, en la actualidad no hay cifras fiables del número de menores forzados a tomar parte en un conflicto, pero se sabe del reclutamiento de niños en al menos 19 países del mundo.
Según los Principios de Ciudad del Cabo (1997), un niño soldado es «toda persona menor de 18 años de edad que forma parte de cualquier fuerza armada regular o irregular en la capacidad que sea, lo que comprende, entre otros, cocineros, porteadores, mensajeros o cualquiera que acompañe a dichos grupos, salvo los familiares».
Esta definición no solo incluye a los niños y niñas que participan en el combate, sino también a los que prestan otros servicios a los grupos armados, incluidas las niñas que se utilizan con fines sexuales y en matrimonios forzados.
Niñas soldado, «invisibles entre los invisibles»
De hecho, según Unicef, las niñas son «invisibles entre los invisibles» y a menudo incluso se olvida hablar de ellas al tratar este problema, aunque «en realidad son las que sufren situaciones más duras».
La organización cita las palabras de la ex niña soldado y activista ugandesa China Keitetsi: «Es mucho más difícil para una niña. Para empezar, pierdes tu identidad como mujer: tienes que llevar un uniforme militar, botas, debes llevar pelo corto… no se te permite usar pintalabios ni nada que recuerde que eres una chica. No se te permite ser una mujer: cambia tu forma de hablar, tu forma de moverte, incluso tu forma de estar simplemente de pie… todo».
Además, «eres menospreciada y humillada: imagina tener 16 años y no poder recordar cuántos hombres han tocado tu cuerpo y han abusado de ti», prosigue la activista, quien añade que «muchas niñas de apenas 13 años se convierten en madres sin tener el cariño de una familia ni nadie que las cuide, sin padre ni madre, sin nadie que les diga ‘estoy aquí para apoyarte, yo te protejo'».
«En el frente las chicas se ven obligadas a cometer atrocidades solo para demostrar que no son cobardes, y eso nunca se olvida», recuerda la mujer.
«Te sientes sucia y sin valor, pierdes completamente tu autoestima y crees que no mereces que nadie te quiera. Para los chicos también es terrible, pero no puedo hablar por ellos porque yo lo viví como mujer», añade.
¿Por qué niños?
Muy simple: porque los niños son más fáciles de manipular. Pueden dejarse intimidar fácilmente y son más propensos a obedecer ciegamente al miedo, explica el portal NoBullying.com.
A su vez, Amnistía Internacional explica que los menores aportan ‘ventajas adicionales’ a las bandas armadas, ya que obedecen sin revelarse ni organizarse, son fácilmente reemplazables y además se convierten pronto en fanáticos.
«Nunca podrán pensar por sí mismos, otros controlaran su mente, los violarán, les pegarán, los humillarán y los obligarán a arrastrarse por el barro, a caminar entre la maleza sin descanso, sin sentarse y sosteniendo un arma pesada y oyendo como alguien les ordena ‘adelante, adelante, adelante…’ «
China Keitetsi, ex niña soldado y activista ugandesa
Otra razón importante es que no requieren salarios: la promesa de darle ropa o una comida caliente puede ser suficiente para empujar a un niño necesitado a convertirse en voluntario.
Además, si antes las armas eran más pesadas y difíciles de usar, en la actualidad, los niños de 13 y 14 son perfectamente capaces de manejar la maquinaria de guerra como adultos.
El reclutamiento puede ser forzado, mediante amenazas o presiones, o bien voluntario, debido al falso sentimiento del deber hacia su país y/o la religión o el deseo de mantener a sus familias pobres o proteger a sus seres queridos.
A menudo, los menores son secuestrados en la calle o sacados de las aulas. Otros muchos son forzados a salir de sus casas a punta de pistola, mientras unos padres angustiados los ven partir sin poder hacer nada.
A veces, los propios menores pueden unirse a un Ejército o un grupo armado para escapar de la pobreza y la muerte. En los países muy conflictivos, la guerra puede ser la única realidad que un niño ve mientras crece, por lo que percibe la necesidad de unirse al Ejército como un paso natural. Otras veces, piensan que es mejor aprender a protegerse a sí mismos y a su familia que morir en casa sin poder hacer nada.
«Por sus mentes inexpertas y su falta de elección, muchos de estos niños colocan al Ejército al lado de la supervivencia», sin saber que se abusa de ellos y que son arrancados de su inocencia, reza el artículo del portal NoBullying.com, añadiendo que «un joven de 15 años de edad, obligado a vivir entre la muerte, la sangre y la miseria constante, nunca tendrá una vida normal y sana al crecer».
¿Hay vida después la guerra?
«Un niño que mata a decenas de enemigos y es testigo de los horrores de las guerras —el asesinato, la tortura, las noches sin dormir— está condenado a ser siempre así. Casi no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir a toda la fealdad en la que ha estado inmerso. Crece hasta convertirse en parte activa de la misma», lamenta NoBullying.com.
China Keitetsi sostiene a su vez que todos los niños soldado «son tímidos cuando se enfrentan a la vida normal».
«Para empezar no conocen a nadie, ni nadie los conoce. Tienen muchas dificultades para hacer amigos porque la gente siente temor de ellos y además, no saben cómo relacionarse ni cómo hablar de cosas cotidianas, porque solo saben de armas», explica.
«En la vida real (y esto es la vida real, no un juego), nunca podrán pensar por sí mismos, otros controlaran sus mentes, los violarán, les pegarán, los humillarán y los obligarán a arrastrarse por el barro, a caminar entre la maleza sin descanso, sin sentarse y sosteniendo un arma pesada y oyendo como alguien les ordena ‘adelante, adelante, adelante…'», asegura la exsoldado.
En su opinión, para las chicas es aún más difícil volver a la vida normal, ya que «las chicas además se encuentran con que, en la mayoría de los casos, son madres a una edad a la que deberían ser hijas».
«Tienes que aprender a relacionarte, tienes que conseguir que te acepten y además tienes que cuidar de tus hijos, sin saber cómo, porque nunca nadie ha cuidado de ti. Tienes que dar cariño y nunca lo has recibido, y además crees que no mereces recibirlo. Tienes que aprender a ser mujer y a ser madre y eso es muy difícil para una chica que está completamente sola en el mundo», lamenta la activista.
«Al igual que otros menores afectados por conflictos en todo el mundo, son víctimas inocentes de las atrocidades de la guerra. Sin embargo, para ellos el regreso a su vida y la recuperación de su infancia es tan difícil que puede parecer casi imposible», apunta Unicef.
Otras víctimas de la guerra
Los niños soldado son una realidad terrible, pero no son los únicos menores que sufren las consecuencias de los conflictos armados.
Para empezar, suele haber muchos niños entre las víctimas civiles de una guerra, dado que a menudo las escuelas y los colegios se convierten en objetivos de los ataques.
Aparte del constante peligro de muerte, muchos menores se ven obligados a desplazarse; a menudo son separados de sus familias; se pueden quedar huérfanos, resultar heridos o discapacitados, además de los profundos traumas psicológicos que pueden dejar secuelas impredecibles.
«Millones de niños y niñas se ven envueltos en conflictos de los que no son simplemente testigos, sino el objetivo. Algunos caen víctimas de un ataque indiscriminado contra civiles, otros mueren como parte de un genocidio calculado. Otros sufren los efectos de la violencia sexual o las múltiples privaciones propias de los conflictos armados que los exponen al hambre o a las enfermedades», denuncia la organización Amnistía Internacional.
En Siria, más de 10.000 niños han muerto a causa de la guerra civil que vive el país desde 2011. Por otro lado, de más de cuatro millones de sirios que han tenido que abandonar el país, la mitad son niños.
Además, unos dos millones de menores no pueden asistir al colegio, según los datos de Unicef.
En Yemen, сasi 100.000 niños están en peligro de muerte por desnutrición tras seis meses de intensos bombardeos lanzados por la coalición liderada por Arabia Saudita, según la cifras de Unicef, citadas por Al Jazeera.
La organización afirma que 96.000 niños están famélicos y se encuentran al borde de la muerte en la ciudad portuaria de Al Hudayda, al oeste de Yemen, en la costa del mar Rojo. Además, se estima que aproximadamente 8.000 niños sufrirán desnutrición severa en la ciudad portuaria de Adén el próximo año.
«Este conflicto es una tragedia, en particular para los niños yemeníes», denuncia Julien Harneis, representante de Unicef en Yemen. «Los niños están siendo asesinados por las bombas o las balas y los que sobreviven deben hacer frente a la creciente amenaza de las enfermedades y la desnutrición. Esto no se puede permitir», se lamenta.
Casi dos millones de niños en todo Yemen no tienen acceso a suficiente comida o agua mientras la coalición liderada por Arabia Saudita agudiza la lucha en la capital yemení, Saná, e intensifica los bombardeos.
Medidas insuficientes
Las organizaciones internacionales han aprobado leyes para proteger a los menores de las consecuencias de las guerras y de la explotación.
Así, en 1989, la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño estipula en su artículo 38 que no se debe permitir la participación de los niños menores de 15 años en las hostilidades de la guerra.
«Los Estados parte adoptarán todas las medidas posibles para asegurar que las personas que aún no hayan cumplido los 15 años de edad no participen directamente en las hostilidades», dictamina la ley.
Sin embargo, el artículo tiene ciertos ‘agujeros’. Aparte de hacer referencia solo a los menores de 15 años, habla de las «medidas posibles» para evitar la participación de los niños en los conflictos armados, sin prohibirlo estrictamente.
Además, la ley solo menciona una participación «directa» en las hostilidades, una laguna jurídica de la que se podría abusar.
En 2002, entró en vigor el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en conflictos armados, cuyo objetivo es reforzar la aplicación de la Convención y la protección de los menores.
En particular, el Protocolo prohíbe el reclutamiento obligatorio y la participación directa en las hostilidades de los menores de 18 años y recuerda que estos deben ser objeto de una protección especial. No obstante, la prohibición de reclutamiento de menores no se extiende a los casos de reclutamiento voluntario.
La participación de niños en las guerras también plantea un dilema ético: ¿Puede un niño ser juzgado por un crimen de guerra?
«Debemos desarrollar programas de integración para los niños que pasen por una experiencia traumática asociada a la violencia y garantizar que existe el respaldo internacional para financiar esos programas»
Leila Zerrougui, representante especial de la ONU para la infancia y conflictos armados
Según el derecho internacional, los niños sí pueden ser juzgados por los crímenes cometidos durante la guerra, pero la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño limita los castigos que pueden recibir, excluyendo la cadena perpetua y la pena capital.
La mayoría de los tribunales hacen hincapié en la necesidad de la rehabilitación y la reintegración de los niños soldado en la sociedad, explicando que la culpa no es de estos niños, sino de quienes los reclutan, con independencia de la naturaleza del delito que cometieron o su gravedad.
China Keitetsi opina que los Gobiernos no están haciendo lo suficiente para proteger a los niños de la participación en los conflictos bélicos y contribuir a su reintegración y rehabilitación.
«No puedes sacarlos del Ejercito y dejarlos a su suerte: tienen que aprender a vivir. Creo que es el momento de que todos nos unamos: tanto los Gobiernos como la gente de a pie», afirma la activista, agregando que «tenemos que crear planes de rehabilitación acordes con sus necesidades».
«Ellos son víctimas y necesitan regresar a un entorno donde se les permita empezar de cero y se les enseñe a vivir, para que puedan empezar a vivir de verdad», señala Keitetsi.
El pasado mes de junio, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución para proteger a más de 200 millones de niños afectados por conflictos armados alrededor del mundo.
«Debemos desarrollar programas de integración para los niños que pasan por una experiencia traumática asociada a la violencia y garantizar que existe el respaldo internacional para financiar esos programas», instó Leila Zerrougui, representante especial del secretario general de la ONU y defensora principal de la protección y bienestar de los niños afectados por el conflicto en la organización internacional.
«Mediante la colaboración con los Gobiernos, muchos actores (…) pueden contribuir a la implementación de la acción preventiva», afirma por su parte la ONG Humanium.
Preparado por María Lekant, Iván Sérbinov