El reciente asesinato de María Naguipán Quintomán (37) a manos de su marido Octavio Quizulef (34) nos duele, estremece y cuestiona una vez más, porque era evitable.
Su nombre se suma a los femicidios de Ana del Pilar Flandez Vera (54), Marisol Eliana Aravena Cayo (42), Camila Godoy Cerón (7), Sofía Sarabia Silva (6), Clara Llancapi Trecañanco (32), Cynthia Cortés Pérez (27) y otras cuyos nombres han quedado atrapados en el silencio de la falta de justicia.
Los crímenes de mujeres, femicidios, no son accidentes o productos de la pasión (el amor no golpea, ofende ni mata), de un ataque de celos o de locura. Esos crímenes son posibles debido a las condiciones sociales, culturales e históricas patriarcales que “generan prácticas sociales que permiten atentados contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de las mujeres y las niñas”, tanto en lo privado como en lo público.
La naturalización de la violencia contra las mujeres, cuya máxima expresión es el femicidio, es la manifestación del machismo, el conjunto de actitudes y prácticas sexistas vejatorias u ofensivas llevadas a cabo contra las mujeres cotidianamente, y de una legislación y políticas gubernamentales insuficientes que reproducen condiciones de convivencia insegura para las mujeres y que reducen la violencia contra las mujeres al ámbito de lo privado, es decir, de las relaciones en el espacio de la familia, invisibilizando la violencia contra las mujeres en las calles, en los espacios laborales, educativos, iglesias y en el conjunto de instituciones permeadas por relaciones de género sustentadas en la desigualdad y subordinación de las mujeres.
El asesinato de María Naguipán Quintomán, así como lo hicieron los de Ana del Pilar, Marisol Eliana, Camila, Clara y Cynthia, exigen justicia, así como también nos exigen nombrarla y reconocerla en cada una de sus manifestaciones por inofensivas que nos parezcan. También nos pide un cambio personal, donde lo ético sea el respeto a la dignidad de las/os humanas/os; donde lo ético sea la erradicación y sanción de la violencia contra las mujeres y las niñas sin excusas ni enmascaramientos.
Por Debbie E. Guerra Maldonado
Colectivo feminista En-surando, Red de Mujeres de Valdivia
Presidenta Colegio de Antropólogos de Chile A.G