Claudia Antillanca representó a Chile en foro internacional de pueblos indígenas
Hacia el fin del mundo en el corazón del lago Ranco (Región de Los Ríos) está Isla Huapi, una ínsula habitada por gente de la tierra, mapuche williche nos llamaron.
Crecí junto a 5 hermanos, bajo el yugo de la discriminación y la pobreza, aunque el pan escaseaba y nuestra madre luchaba por mantenernos a salvo y unidos, siempre hubo un contraste, por un lado la carencia material y por el otro, la hermosa naturaleza que nos rodeaba, ñuke mapu para nosotros, aun así la Isla estaba sumergida en la ignorancia y el desconocimiento del mundo occidental.
De niña tarareaba melodías a la luz del sol, empapaba mi cuerpo con las aguas del lago, cazaba mariposas, respiraba ese aire, aquel aire único del sur.
Cuando tenía 10 años, recuerdo bien, le pedí a mi madre una lonja de tierra (y jamás lo olvidaré) para construir la casa de mis sueños, una firme y con grandes ventanas para ver el cielo, una que no se lloviera, una donde jamás entrara el frío en las duras noches de invierno, con camas calientitas y una mesa grande donde comiéramos todos.
Siempre quise estudiar, nadie me lo dijo, desde pequeña comprendí que esa era la clave para sacar a mi madre y a mi misma de la pobreza execrable que nos tocó vivir. Ella me decía: “hija, apenas si puedo darles de comer a ustedes, no me alcanza para darte estudios”. Eso jamás me detuvo pues tenía un compromiso conmigo, con mi gente y con mi historia.
Fui toda mi vida escolar la mejor del curso, no competía con nadie, solo conmigo. Sacaba libros de la biblioteca, solo uno bastó para enamorarme de ellos, los sacaba con cautela, al azar, luego corría y buscaba un buen lugar para echarme toda la tarde a leer. La felicidad de aquel entonces es la felicidad que siento al trabajar en mis proyectos hoy en día.
Un día caminé hacia la altura de la isla, sobre la Piedra Bruja y ahí grite y me prometí que estudiaría, que volaría muy lejos, juré luchar por mi madre, sacarla de la pobreza, el abandono y el maltrato, que inclusive, le daba su propia familia: ”los guachos” así nos llamaban.
ACCIDENTE
En mi niñez sufrí un grave accidente, me caí de un segundo piso y me fracturé, no me trataron a tiempo, tampoco existían los recursos. Esto me produjo una asisticemia que casi significó la amputación de mi pierna derecha, estuve muchos meses en el hospital, extrañaba mi isla.
Salí con muletas, no puedo olvidar aquel día donde nuevamente me asomé a mi camino… fueron años de mucho dolor, pero que al fin lo superé.
A los 12 comencé a enfrentarme al mundo, Salí de la isla para estudiar un año en el Liceo de Llifén, luego el Liceo San Conrado me abrió las puertas y agradezco las amistades que ahí conocí y que prevalecen hasta hoy.
En los veranos venía a Santiago a trabajar para comprar mis útiles y ropa, para estudiar el próximo año…al término de mi enseñanza media fui escogida representante de la Isla para la semana del turismo en Futrono, obtuve el segundo lugar con la ayuda de los estudiantes de la Universidad Católica de Valparaíso y Santa María, que realizaban cursos de verano. Entablé rápidamente relaciones con los estudiantes universitarios, me sentía a gusto y con ganas de pertenecer a una casa de estudios superiores. Ahí recordé mi promesa. Bueno he sido la única isleña que ha representado a Huapi en ese ámbito.
A los 17 años terminé mi enseñanza media e inmediatamente se me presentó la oportunidad de estudiar en la Universidad Austral de Valdivia, gracias al apoyo de mi buen amigo el profesor Abraham Fernández, pero la vida me presentó otra oportunidad, por cierto, desconocida para mí, el primer amor, decidí irme a Santiago para estar junto al muchacho que despertó nuevas sensaciones en mí.
Ahí trabajé cuidando niños de mujeres que, aunque les sobraba el tiempo, preferían no hacerlo. No me gustó, después trabajé de vendedora y así un tiempo, sobreviviendo la semana y con algo de suerte el mes, definitivamente me había salido de mi camino.
Hasta que tuve a mi primer hijo, hoy con el tiempo veo las cosas con otros ojos, con la seguridad de la experiencia, pero en aquel momento la felicidad de madre en mi era inexistente, solo era capaz de sentir pena y frustración porque mis sueños se habían hecho trizas.
RENACER
Pero fue ahí donde me fortalecí y recordé aquel grito que di de niña en las alturas. Entendí que no sirve llorar por los errores, sino que debemos aprender de ellos, busqué la oportunidad y esta me encontró. Me inscribí en un curso de dirigentes indígenas, pues mi sangre mapuche es espesa, me reconforté con eso, luego entré a la Academia de Humanismo Cristiano a estudiar gestión pública.
Me sentía feliz nuevamente, todo iba bien, trabajé en una consultora prestadora de servicios de CONADI con organizaciones sociales indígena en apoyo técnico y creación de estas, entonces y aleonada por todo lo que comencé a conocer entré a estudiar ciencias políticas y administrativas.
Organicé e impulsé la creación de la primera organización infantojuvenil en la comuna de la Florida, motivé y trabajé el reconocimiento y el orgullo que siempre será ser mapuche en mi familia
Esta organización tuvo gran relevancia, me enorgullece decir que planté una semilla como lo hicieran mis ancestros, trabajé en ella hasta que nuevamente tuve que emigrar, después de todo, yo dije, que volaría lejos.
La ciudad de la Calera fue mi nuevo árbol, en la Quinta Región, a pesar del atolladero que siempre se me presentó logré titularme. Aquella niña en la altura estaba feliz. En La Calera fueron 10 años donde trabajé en consultoras y proyectos sociales, hasta que un nuevo sentimiento brotó en mí.
Las ganas de independencia, de tener autodeterminación, fue entonces que junto al muchacho, que ya era un hombre, por el cual abandoné mi tierra creamos Powerlan, una empresa de electricidad y telecomunicaciones, un giro ajeno total en lo que había sido hasta ahí, mi vida. Nuevos desafíos se asomaban ante mis ojos. Logramos tener muy buenos clientes y fue necesario volver a capacitarme y continúe estudiando.
Todo marchaba bien, la empresa tenía muy buenos ingresos. Por primera vez sentí que la carencia económica ya era parte de mi pasado, a mis hijos les di todo lo que jamás tuve y eso alimentaba de alegría mi corazón.
Volví a Santiago, pues las oportunidades de negocio y las circunstancias lo demandaron. Pero nuevamente surgió dentro de mí una inquietud que me fue imposible ignorar.
PRODUCTOS DE MI TIERRA: ANTUKUYÉN
Aunque el negocio era rentable, no era mi rubro. Necesitaba volver a mi esencia y entonces comencé como siempre digo, a mover los palillos. Una idea llegó a mi mente y me aferré a ella. Vender y promocionar productos mapuche con identidad originaria, fue así que logré insertarme en el mercado a través de expo ferias y ferias gourmet, en la comuna de Providencia. Miel de ulmo de Rupumeika y merkén ahumado de mi tierra.
Tuve una acogida increíble en el público, los productos se vendían se forma alucinante, las personas supieron valorar mi trabajo y la niña en la altura volvió a sonreír. Comencé a trabajar una imagen corporativa, todo me estaba saliendo genial, pues uno es lo que piensa y yo solo pensaba en con seguir mis objetivos, mis sueños. Así surge y creo mi propia empresa y marco Antukuyen.
DOMOS
Luego surge la idea de hacer cabañas domo en la isla, en un punto estratégico, precisamente donde está el atractivo turístico principal de mi tierra, la Piedra Bruja.
Esto se inició con un proyecto PEL y el resto es solo autogestión. Desde el comienzo fue una idea innovadora y revolucionaria en la comunidad, ya que es sustentable y no causa impacto negativo alguno. Además es integral y complementario a mi gente, ya que crea trabajo en época estival y es un atractivo turístico todo el año. Es lo que gustó mucho de mi postulación a la hora de ser evaluado, obteniendo el 95 % del puntaje de un 100%, lo que me llevó a Hawái al 6to Foro Mundial de Empresarios Indígenas.
VOLAR LEJOS DE MI TIERRA
Soy sincera, aun no termino de dimensionar lo que fue volar tan lejos de mi tierra.
El viaje a Honolulu hizo gritar a la niña en la altura desaforadamente, pensar que llegué a uno de los lugares más hermosos del mundo gracias a mi proyecto, a mi trabajo, a mi persistencia es un orgullo impagable.
Presenté mi emprendimiento, mis productos y mis ideas a indígenas de todo el mundo, ahí todos teníamos algo en común, la autodeterminación solo es posible con la independencia económica.
Vi en que están mis hermanos indígenas del resto del mundo, países como, Canadá, Australia, Nueza Zelanda, entre otros. Me alimente de ellos y me di cuenta que la base es trabajar con valor, buscar las oportunidades de negocio creando industrias sustentables, trabajar en base al conocimiento ancestral que nos heredaron nuestros abuelos, el kuifi kvmün, porque antes que cualquier cosa somos mapuche.
Debemos implementar y producir en forma organizada mirando a la comunidad y haciendo a todos sus integrantes participes. Es así como estos indígenas han creado macro empresas e inclusive ayudan al desarrollo de sus países.
También tenemos una gran tarea como cultura y pueblo, cambiar el paradigma que crea la unión de lo ancestral y la tecnología, llegar a un equilibrio entre estas dos armas de desarrollo para que los proyectos en las comunidades sean sostenibles y a largo plazo. Debemos trabajar y generar el cambio en nuestra gente, proveer una mentalidad de abundancia y futuro, como lo hicieran históricamente nuestros antepasados antes de la matanza y el engaño.
Educar a nuestros niños y jóvenes bajo las enseñanzas y prácticas originarias y el conocimiento occidental, mucha capacitación a los adultos, pues de pequeña supe la real verdad, un pueblo educado jamás será pobre.
En los negocios es muy importante las buenas prácticas, trabajar el capital humano con personas sensitivas, mantener el pensamiento ancestral, preguntar que quiere la juventud, escucharlos, crear entidades sociales, formar líderes y trabajar en conjunto.
Los pueblos indígenas tienen una forma de manejar los recursos donde siempre se respeta la naturaleza, fortalecer estas formas resurge el reconocimiento del resto al trabajar con los pueblos indígenas, pero mayoritariamente no es así. En Estados Unidos los tratados y leyes afectan a las comunidades, como también aquí en Chile donde ni siquiera estamos reconocidos en la constitución y solo nos entregan becas deplorables y maquinarias sin capacitación alguna para su uso.
CREAR CONCIENCIA GLOBAL
Los indígenas estamos forzados a los cambios, ya estamos occidentalizados. Es por eso la importancia de la determinación de los pueblos en el cuidado de los territorios, crear una conciencia global significa seguir existiendo.
En el ámbito de la ciencia; esta es y debe ser utilizada para fines políticos, los pueblos deben controlar su propia ciencia y métodos de sustentabilidad. La forma más conveniente para nosotros es la investigación respecto de la nuestra cultura y el medio ambiente.
En el ámbito de las comunicaciones, debemos tener control total de éstas, crear prensa, radio, estos son esenciales para tener el control e informar de forma real y fidedigna lo que sucede con los pueblos. Crear medios propios para que sea el reflejo de lo que somos y de lo que queremos, Nueva Zelanda y Canadá son ejemplos del desarrollo indígena en las telecomunicaciones, mantener las relaciones y replicar sus prácticas acá, es fundamental.
Finalmente el espíritu es compartir valores, cultura, buscar la unidad y el cooperativismo social y que los indígenas tengan oportunidades en su propia tierra, yo tuve que ir muy lejos para darme cuenta de ello.
Con ideas, con sustentabilidad, con educación, con trabajo y unión podemos lograr nuestra emancipación y mirar la vida con los ojos de nuestra historia y ya no deberemos resistir más sino que comenzaremos A VIVIR PARA SEGUIR EXISTIENDO, MI DESAFIO ES SEGUIR DESARROLLÁNDOME Y CRECER EN LOS NEGOCIOS Y POR QUE NO, UN DIA LLEGAR A LA POLITICA EN REPRESENTACION DE MI GENTE.
Por Claudia Antillanca Manque, williche de Isla Huapi
Fuente: diariofutrono.cl