El músico ariqueño acaba de presentar en Concepción su nuevo disco Témpera, su segundo en su carrera en solitario, donde aborda las rabias urbanas, se acerca al folclor y construye un pequeño universo de amor, locura y muerte.
Caminar en el sentido contrario del lugar de la entrevista es el origen de la jornada. Al avanzar por Libertad y dirigirme a hacia la Universidad de Santiago, se me hacen presente diversos pensamientos y espacios. La tarde se ha cubierto de neblina y el frío empieza a dibujar contracciones en los de rostros de quienes se cruzan por las veredas de Estación Central. Me acerco a los lugares que Víctor Jara vio, por última vez, en libertad y en esos mismos espacios algunos jóvenes tratan de generar fondos para una causa solidaria. Entre medio un corte. Un viaje en el tiempo y el espacio y aparecer en la casa-estudio del Sello Alerce. Allí otras imágenes, otros cruces.
Un solitario Manuel García coloca tres cuerdas en su guitarra, las anuda y las estira, y lo hace un trabajo fácil, como si existiera una conexión natural. Como si cada pelo ensortijado de su cabellera se transformará en la siguiente cuerda, algo que fluye, pero que responde a una acción consciente. Tal como su nuevo trabajo musical, Témpera, se segundo disco en solitario -por así decirlo- que responde como señala a un doble proceso. Primero “el bastante libre de la creación. Como siempre, sin presiones, sin decir, por ejemplo, esto está funcionando, tengo un perfil relacionado a tal cosa, parece que a la prensa le gusta más esto, evitando todo ese tipo de molestias a la hora de componer, tratando de hacerlo, simplemente, de manera libre”. A esto se une la idea de hacerlo, que se liga a su primer disco. “Lo tenía pensado apenas terminé Pánico, me quedé con muchas de estas canciones en el tintero, y con muchas ideas musicales que recién pude plasmar después que descansé un rato o cuando tuve que parar obligatoriamente de hacer conciertos con Pánico”.
– ¿Y tenías expectativas para Témpera?
– Si las tenía, y creo que la principal era salir al encuentro y a un camino que es la búsqueda del folclor, entendiéndolo como la gran comarca que puede abarcar esa palabra hoy. Folclor, tomando en cuenta, también, todo lo que se va quedando en nuestras raíces y que viene de afuera, todas las influencias de músicas que van como pesando en el tiempo, también que tienen que ver con el rock y ese tipo de cosas… Es decir donde están estas costumbres del pueblo de nosotros en su música y tratar de plasmarlas en un disco…
Algo que García cruza con las expectativas del público, de esos seguidores que esperaban un segundo Pánico, y que escuchan ahora o tienen en sus manos, algo que escapa en parte a eso. Si reírse y como si el juego de palabras no significara nada, dice que “por un lado me aproveché del Pánico y por otro lado no… Por algún lado elegí algún trabajo que fuera generoso y le diera una continuidad a eso, pero por otro lado, también, quise experimentar con formas nuevas de hacer música y como te decía, no trabajar sobre fórmulas probadas, sino que investigar un poco y trabajar en direcciones nuevas y también correr riesgos”. La idea era hacer cosas nuevas, experimentar con nuevas sonoridades de guitarra, con nuevos registros en la voz, con temáticas nuevas, con formas nuevas de tocar. Y prueba de ello, explica “es que Pánico es un disco que esta muy terminado, muy arreglado y Témpera es un disco que está muy, como decir… mucho más desagregado, hay un juego que tiene que ver con la imaginación del público, con sus propios referentes”. Complementa que es como si le dijera al escuchante ‘deje que el disco corra en su mente y en su corazón, la música está ahí para que usted ya la vaya construyendo junto a sus conocimientos’. Eso hace que en Témpera no estén todas las cosas expresadas desde el punto de vista del arreglo.
REGISTRO ANALÓGICO
Hace un rato que terminó con el arreglo de las cuerdas, pero estas siguen siendo acariciadas y la guitarra no se suelta de sus manos. Hace un rato que los recuerdos de Arica y su palabras perdidas se escucharon en un diálogo de a tres. Pero siguen rondando durante toda la entrevista, en un rasgo de humanidad, de percibir las diferencias que entregan los años y los espacios hoy habitados. Diferencia que también ha plasmado en su nuevo disco. Como explica en otro juego de palabras al decir que una de las cosas que Témpera porta, no aporta, sino que porta en él, que lleva con él, y tal vez también aporta, dice sin acertar en una sola respuesta, “es el hecho de buscar una sonoridad muy humana, de buscar sonoridades que no sean desagradables al oído, que cooperen con que quien las escuche descanse y se recree en la vibración de los sonidos y los instrumentos”. Por lo mismo se grabó, masterizó y se mezcló análogo, y se trabajó tratando de hacer la toma completa de los instrumentos y de las voces, “tratando que tenga mucha frescura a nivel humano, que este muy presente la música a la hora de ser tocada…”, complementa.
– ¿El tema Los Colores es un reflejo de eso?
– Es un tema bien especial, ni siquiera lo ensayamos mucho, porque en rigor y aparte de Pañuelí, es la primera vez que toco algo folclórico de raíz. Fue todo un desafió, porque al principio lo arreglamos fuerte y pensaba que era un tema que iba a sonar como Café Tacuba haciendo folclor, realmente después sonaba como muy Inti Illimani, desde el buen punto de vista, pero tampoco era nuestra propia sonoridad, y ahí empecé a quitar instrumentos hasta que llegamos a que la contrabajista tocara el bombo, no nuestro verdadero percusionista que era demasiado riguroso para tocar; que el cuatro no lo hiciera un personaje que tocaba con nosotros que lo tocaba bastante bien, sino que lo hiciera uno de los muchachos que era asistente de sonido; y que yo lo cantara en vivo, y en la búsqueda sonora grabar ambas cosas juntar y al final logramos entrar al corazón del tema, que tenía que ver con hacer las cosas un poco más sencillas y más naturales.
Registro que coincide con su viaje a Arica para hacer las tomas en un documental sobre el propio músico, llamado Catalejo, y donde García reconoce haberse reencontrado con antiguos personajes con los que tocaba folclor andino y con el sentir de cómo latía eso por dentro, de que se trataba.
LOS DECEPCIONADOS Y QUIROGA
Pero no solo hay formas nuevas y sonoridades no exploradas. Sino que García explica, mientras muestra unas botas de punkies, que lleva puestas mientras hablamos y la corbata de colores fuertes presente en la foto de la carátula del disco, que el llevar cerca de 15 años en Santiago lo ha marcado al nivel de instalarse en su música. “Creo que mi proceso de ser cada vez más santiaguino, me ha permitido ir entendiendo a esas tribus urbanas, a las que veía como una cosa metamorfoseada y media mutante en las noches santiaguinas… los punkies, los no se qué, los trashers, los rocanroleros, todos estos que veía subiéndose a las micros en Santa Rosa con la Alameda, a unas horas increíbles de la noche o en Plaza Italia”. Pero no solo ha sido un observarlos, sino que ha sido también, el dejar de verlos con distancia… “y de a poco esa desazón urbana que existe en Santiago, que existe en esa juventud y que yo no entendía porque venía de otra parte, la he ido poco a poco entendiendo más y creo que he ido inconscientemente solidarizando más con ella”, dice el músico, mientras su rostro dibuja una leve seriedad. La misma que reflejan sus palabras al decir que esas tribus y el mismo sienten lo mismo que le está pasando a mucha gente, y es que “cada vez te vas decepcionando más de los gobiernos, de las formas de como las autoridades van organizando la vida ciudadana, lo que te hace tomar una distancia, y encuentras que esas formas que algunas veces parecen muy violentas, también son muy de choque, y que tienen muchas verdades o que encierran realmente direcciones de pensamiento”, agrega. Y añade que todo eso, casi sin darse cuenta, “se ha ido quedando en la guitarra… entonces en parte el trabajo es una especie de homenaje a esas tribus y de solidaridad con su pensamiento, y muestra una mezcla de tendencias que respeto mucho hoy por hoy. Una, la raíz de los pueblos andinos y del mapuche que está sufriendo tanto, y de estas rabias urbanas… y me parece que de todo eso, uno inconscientemente va haciendo un ser, va creando un ser que finalmente es tu música”.
Música y canciones que según se lee por ahí son de “canciones de amor, locura y muerte”, tomando la idea del escritor Horacio Quiroga, que habla de cuentos de amor, locura y muerte. La pregunta resulta inevitable, y García la asume con la misma calma con se toma un sorbo de café, y dice que esas tres cosas son grandes directrices del ser humano, de la vida del ser humano y por tanto del arte… “En el fondo, decir que son canciones de amor, locura y muerte es como tirar un dado que cae parado para cualquier lado, porque en el fondo son cosas que creo que están presentes en toda obra de arte… mas menos una, mas menos otra, en diferentes cantidades, pero que están presentes igual”, indica.
MUY POCO TIEMPO Y MUCHOS CREANDO
Entre Pánico y Témpera ha pasado muy poco tiempo y Manuel García no ha parado, ha hecho música para películas, tocó en la gira de Pedro Aznar, fue a Cataluña a tocar en el proyecto Exile y más, mucho más. Algo que agradece y valora, sinceramente: “Me enriquece la relación con el público, me vuelve un artista muy riguroso en el sentido del trabajo y del tiempo. He tenido que valorar cada segundo de lo que se hace, hacerlo con mucha calidad y al mismo tiempo con mucha responsabilidad, y tratar de administrar lo mejor posible cada uno de mis pasos y mis acciones”. Reconoce que tiene un poco abandonada a la guitarra, mientras toca unos acorde, y agrega ha querido ir un poco más de espacio para hacer lo que básicamente se tiene que hacer que es música y canciones.
Pero además tiene la conciencia que no es el único, y que en la música chilena hay muchos y muchas haciendo mucho, algo que según Garcia responde a dos cosas. La primera responde según él a que en Chile se vivió muy ansiosamente el período en que “se suponía que íbamos a entrar a una democracia, después de la dictadura de Pinochet y es lógico que algunas secuelas de esos períodos se alarguen en el tiempo, que no sea tan rápido el pasar de una cosa a otra… veía claro que el proceso iba a ser mucho mas largo, y que de estos cinco pasos que Chile daba para adelante, iba a tener que caminar tres de nuevo para atrás y devolverse. Y creo que a eso responde el fenómeno que se ha dado últimamente en la música, que significó no ir con tanta euforia hacia el futuro, hacia lo moderno, significa volver a hacer la tarea mal hecha, significa volver a recoger, para hacer el camino con mas conciencia. Y en eso lo primero que parece es la raíz, junto con la guitarra y junto a ellas toda esta gama de cantautores y bandas que valoran más el hacer desde ti mismo”.
El segundo fenómeno, explica, tiene que ver con las comunicaciones, tiene que ver con la llamada globalización, y que ella no se puede lograr, si no hay primero un proceso de identidad propia. Y añade que a cualquiera que viaja por el mundo físicamente o en este caso virtualmente, como lo hacen muchos jóvenes por Internet, “se dan cuenta que el interés de otros pueblos por el pueblo propio no es sólo por lo moderno que tu eres, sino por cuanto de tus propias raíces tienes, cuanto de tu propia identidad eres capaz de absorber”.
Por eso explica, mientras los músicos ya han ido llegando para uno de los últimos ensayos antes de Concepción -ciudad que valora mucho y que privilegió por sobre Santiago para dar inicio a las presentaciones de Témpera- que en Chile nunca ha dejado de existir buena música, y que quizás ahora se pone más de relevancia. “Pero en Chile -dice- nunca ha dejado de haber una calidad poética, y creo que la búsqueda existencial a través de la palabra es lo que define al país. Si alguna cosa de calidad tiene Chile es la necesidad de expresarse existencialmente a través de la palabra escrita o narrada, del cuento, del relato humorístico o pícaro, del ingenio; y en eso Chile tiene mucho valor, y creo que ahora eso está en efervescencia, pero que ha estado siempre ahí, es parte de nuestra idiosincrasia”.
La hora del ensayo se viene encima, así como el viaje el día siguiente a las cinco de la maña. Al salir la neblina ha desaparecido, ha quedado todo más claro. La luna se muestra más diáfana, tal como las ideas que García pone en sus canciones y que es capaz de decir en seco, aunque sin soltar la guitarra de las manos, y sin dejar de olvidar que el viaje lo trajo de Arica a la Gran Capital y ahora lo pasea por todos lados.