Por cinco meses al año a lo largo de cuatro años, la artista japonesa Yu Yamauchi vivió a diez mil pies sobre el nivel del mar, en una cabaña en la cima del Monte Fuji.
En un proceso que él mismo consideró un reporte espiritual de la luz del sol matutina, cada día, el fotógrafo se levantó a capturar las inauditas vistas desde su aislada cabaña en las alturas. El resultado es esta serie, llamada Dawn, que transporta a los espectadores a cientos de mundos distintos que tienen lugar en un solo mundo.
El Monte Fuji es considerado una de las montañas más a sagradas del país (y del mundo), y ha sido influencia importante para la cultura, la religión y el arte japonés. Recordemos de paso la icónica ola de Hokusai, de la serie “Treinta y seis vistas del Monte Fuji”.
Tomadas desde el mismo punto, la serie Dawn representa la siempre cambiante atmósfera de la tierra en que vivimos. Como si un todos los amaneceres del mundo se encontraran dentro de un solo amanecer, representado en entregas todos los días.
Yamauchi recuerda a los espectadores la impermanencia siempre estremecedora del vasto universo en que vivimos.
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