Juliette Binoche no necesita hacer deportes de riesgo para saber qué se siente. Dice que con actuar —y bailar, pintar, cantar y quizá, próximamente, dirigir— tiene suficiente. No es para menos, teniendo en cuenta las condiciones extremas que ha soportado durante el rodaje de su última película, Nadie quiere la noche, dirigida porIsabel Coixet y que se estrena en España este viernes.
La historia, basada en hechos reales, cuenta la dura travesía que realizó Josephine Peary (Juliette Binoche) por el Ártico a principios del siglo XX en busca de su marido, el explorador estadounidense Robert E. Peary. Por él, la protagonista pasa «frío, hambre y miedo en tierra de nadie» y se ve obligada a aliarse con la que en principio parece su adversaria, la esquimal Allaka (Rinko Kikuchi). Por él, esta mujer de la alta burguesía neoyorquina «empieza como un pavo real y termina siendo un perro«.
Las actrices Juliette Binoche y Rinko Kikuchi en una escena de la película.
«NO SE PUEDE INTERPRETAR INTELECTUALMENTE»
Binoche sufre dentro y fuera de la pantalla una espectacular transformación que sobrepasa el plano físico. A lo largo del rodaje no sólo adelgazó más de ocho kilos; las intensas experiencias que vivió —las escenas del iglú con Allaka en las que ambas mujeres desnudan su alma «fueron las más difíciles»— también marcaron psicológicamente a la artista francesa. «Estaba tocada, tocada por el tema, pero es casi normal si uno quiere llegar al público», justifica; «si no, no funciona. No se puede interpretar intelectualmente».
La oscarizada actriz, nacida en París en 1964, reconoce que se asemeja poco a la protagonista en su papel de mujer entregada que lo deja todo para seguir a un hombre (infiel, dicho sea de paso). Pero ella entiende la interpretación como «el arte de la transformación» y dice que se obligó a identificarse con Josephine. Por algo Isabel Coixet la describía en una entrevista como «un camaleón con un montón de colores».
Para meterse en el papel, Binoche se centró en los rasgos que la unen a la protagonista, cuenta a El Huffington Post. «Soy blanca, occidental y tuve el privilegio de acceder a una educación», características que, en sus palabras, tienden a conformar «el pedestal de la supremacía blanca occidental que cree saberlo todo, controlarlo todo, conquistar el mundo» y del que hay que bajarse «para conocer la experiencia de la humanidad». Así lo experimenta la propia Josephine, que «deja atrás su educación, sus ilusiones, sus deseos, y, gracias a su oponente, puede enfrentarse a la adversidad […]. La conjunción de circunstancias adversas hace que gire algo dentro de ella y la obliga a descender».
«SE NECESITA UN GIRO FUNDAMENTAL DE CONCIENCIAS»
Una de las razones por las que Juliette Binoche aceptó la propuesta de Coixet fue su compromiso social. «Necesitamos dar un giro fundamental de conciencias», defiende la francesa, que recurre varias veces a esta palabra durante la entrevista, también al hablar de la presencia femenina en el cine.
Si bien películas como Nadie quiere la noche ya narran historias de mujeres contadas por una mujer, todavía hoy sigue resultando chocante tanta presencia femenina en el mundo del cine. «Puede que en los últimos 20 años se haya duplicado, triplicado o cuadruplicado. Ahora hay muchas más mujeres directoras y creo que está evolucionando, pero las conciencias deben cambiar poco a poco para que la producción y los encargados de la financiación tengan más confianza», apunta la actriz.
La directora española Isabel Coixet, durante el rodaje de ‘Nadie quiere la noche’.
Tanto con Isabel Coixet, como con la japonesa Rinko Kikuchi, Juliette Binoche ha desarrollado un vínculo muy especial —»una confianza total»— y asegura haberse sentido muy cómoda a lo largo del rodaje, con estancia en Tenerife incluida pese a que toda la historia está ambientada en Groenlandia.
Pero, ¿no le resultaba desconcertante trabajar con las palmeras como escenario de fondo y en pleno verano? «¡Si supieseis todas las cosas desconcertantes que se viven en un rodaje! Es eso lo que se llama cine».