Me cuesta entender… Puede ser el peso de los años, el duro engrosamiento de las arterias, lo que sea. Me cuesta, de verdad. Abro el diario, y me informan que una mujer será separada de su bebé (en adelante, guagua, wawa, wuawua o como a usted se le ocurra) por haber consumido marihuana en el momento previo al parto. Pienso: Y ahora me está fallando la vista, ¡no faltaba más! Busco unos anteojos para leer bien la noticia. Leo: “Cynthia Ortíz tuvo a su hija el 20 de noviembre en el Hospital de Las Higueras de Talcahuano pero deberá esperar hasta una audiencia judicial, el 3 de diciembre, para ver si el tribunal de familia le permite reunirse con la recién nacida”. Corro a buscar el Libro de Manuel, de mi querido Julio Cortázar, para cerciorarme que no le hayan plagiado. Y no, éste no es un acto de micro-terrorismo. Es un acto médico.
¿Qué dirá el juramento hipocrático? Wikipedia (¿por qué no? Lo usan los senadores de la República, ¿no podré yo hacerlo, aunque sea por un ratito?) me dice: “En cuanto pueda y sepa, usaré las reglas dietéticas en provecho de los enfermos y apartaré de ellos todo daño e injusticia”. Me parece sensato, un arrocito con canela hace bien para el estómago (la guatita) y ¡qué mejor que el toronjil para pasar las penas (sobre todo si son de amor)! Pero, ¿quitarle la guagua? Una guagua-guagua, una de verdad, una que es bebé pero que también wawa, ¿quitársela?
Y el Hospital de Las Higueras de Talcahuano es público, público, financiado con mis modestos impuestos. Yo no se nada de medicina, no pretendo saber y las enfermedades me aburren soberanamente (aunque me abren infinitas puertas para entender a mis semejantes). Pero, el cannabis, ¿se transmite por leche materna? Y si así fuera, no se lo digan a nadie. Imagino páginas triple equis ofreciendo servicios de nodrizas voladas (“Dicho de una persona: Que está bajo los efectos de una droga”) para adultos necesitados de cariño, alegría, o abatidos por el dolor de la carne y de los huesos.
Mi modo. No se de medicina, ni de tribunales, ni de guaguas (salvo, claro está, las mías que son encantadoras, que pasaron ya los veinte, aunque son mis wuawuas, y que – en una de esas, ¿quién me lo puede asegurar? – no fueron expuestas a nubes tóxicas, tóxicas pero sonrientes). Tampoco creo en el instinto maternal ni en una moral de bolsillo. Lo que sí sé es que las guaguas-guaguas se entretienen en exceso en los brazos de los seres humanos y que más todavía las entretienen los pezones que – aunque tengan un calostro deslavado – resultan ser tesoros apretables (ojo: no está en la RAE pero… ¡vale!) y vitales.
¿A qué cristiano – cambio un par de vocales y una consonante para no sonar ofensivo – podría ocurrírsele privar a la wawawawa de este momento glorioso de su brevísima existencia? ¿Cómo, pero cómo? ¿Cómo?
¿Es que la postmodernidad me dejó marcando ocupado? ¿Es que me quedé dormido por ahí, el 68, 1968, y despierto en 1547, en plena contrarreforma? ¿Me habrá contagiado la sola lectura de la noticia? ¿Habré inhalado de modo virtual elíxires que me hacen soñar en un mundo emponzoñado por un fundamentalismo envidioso de la vida a la que dice valorar? Emponzoñado. La RAE, ¿qué dice? (¡Vaya modernizaron su página!): segunda acepción: Corromper, dañar o echar a perder. Vaya, vaya. Wikipedia de nuevo: “En cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción”.
Puchas! El señor Cirujano – o quien haya sido del Hospital de Las Higueras de Talcahuano – administró voluntariamente una injusticia y corrompió, claro está, una relación que por nada del mundo debió haberse dañado, y, peor aún, privó a la wua-wua, esa de verdad, del juego mas intenso de su vida.
No lo puedo entender. No me cabe en la cabeza (aunque me la aromaticen). ¿Cómo? Las wawas, gua-guas gua-guas, las de verdad, no puede marchar, no pueden salir a las calles ni reclamar, cuando así, arbitrariamente, se las priva de los pezones que alegran sus vidas en las pocas horas en que están despiertas.
No lo puedo entender y, por favor, no denuncien mi ignorancia. Teniendo un rut de ocho dígitos no más y que empieza en seis no estoy dispuesto a tolerar brutalidad alguna, ni menos la que separa a la linda wuawua wuawua de Cynthia Ortiz a quien le mano le dolía como no se lo imaginan y a quien el cannabis le hacía más llevadero su dolor. De más está decir que la noticia nada más dice de su mano.
Estoy viejo, tomaré un poquito de toronjil hasta que llegue mi amada. Y de ahí vemos.