Versión literaria
Todo comienza en la ribera de un río un día de calor. Alicia, una niña de siete años y medio, sentada junto a un árbol, escucha aburrida a su hermana, que lee un libro sin ilustraciones ni diálogos. De repente, ve pasar a un conejo blanco con ojos azules que marcha de forma apresurada musitando: «¡Ay! ¡Ay! Voy a llegar tarde». El conejo extrae un reloj del bolsillo de su chaleco y echa a correr. Alicia no había visto nunca nada parecido y decide seguirlo. Ve al extraño animal meterse en una madriguera. La niña atrevida sigue la misma senda y, tras entrar en el recinto subterráneo y avanzar por un túnel, cae en un pozo profundo forrado de armarios y estanterías con libros, de mapas y cuadros. Tiene la sangre fría de coger un tarro con una etiqueta prometedora: «Mermelada de Naranja». ¿Una alegoría… de qué?
Versión oficial
En realidad, todo comenzó en un bote de remos que recorría el Támesis, entre Oxford y Godstow, el 4 de julio de 1862. El día era fresco, con los cielos cubiertos de nubes, cuando un tímido profesor de matemáticas de 32 años, Charles Lutwidge Dodgson, comienza a relatar las «Aventuras Subterráneas» de una niña llamada Alicia, para entretener a las tres hijas —Lorina, de 13 años, Alicia, de 10, y Edith, de 8— del decano de su colegio universitario, Christ Church. El reverendo Robinson Duckworth, que acompañaba en esa ocasión al grupo, lo incitó a escribir aquella historia que había cautivado a las niñas. Ellas también se lo habían comentado encantadas a sus padres, el decano y gran experto en historia y lenguas clásicas Henry Liddle, y su esposa, con reputación de autoritaria, que igualmente lo animó a llevarla al papel.
Dodgson se puso a la tarea unos meses después y terminó el manuscrito en febrero de 1863. El profesor de matemáticas era el hijo mayor de un pastor anglicano y había crecido con siete hermanas. En su infancia y adolescencia fue director de teatrillos, conciertos y entretenimientos en su casa. Era aficionado a los juegos de palabras, a los acertijos, a los rompecabezas lógicos y al nuevo arte de la fotografía. Él mismo ilustró con sus dibujos el libro terminado.
La editorial Macmillan se interesó por el manuscrito. Dodgson albergaba dudas sobre el título, pero ninguna sobre quién debía ilustrarlo: John Tenniel, el reconocido viñetista de la revista satírica Punch, que había evolucionado en su carrera hacia un estilo grotesco que encantaba al autor. Finalmente, decidió titularlo Alice in Wonderland (Alicia en el país de las maravillas) y firmar con el seudónimo de Lewis Carroll. Dos mil ejemplares fueron editados en abril de 1865. Pero Tenniel, el primer ilustrador que recibió el título de Sir, no aceptó la calidad de la impresión de sus dibujos y se retiró la edición.
Aquellos ejemplares terminaron en Estados Unidos, donde se publicaron datados en 1866, y la nueva tirada de Macmillan para el público británico salió a la venta hace 150 años, el 26 de noviembre de 1965. Se agotó aquella Navidad y desde entonces el libro nunca ha estado fuera de imprenta, con nuevas ediciones e ilustraciones, además de inspirar una veintena de películas, puestas de escena en teatros y más de cien traducciones.
Versión de la BBC
Un documental de la BBC ha avivado la polémica sobre las «extrañas» relaciones de Lewis Carroll con niñas y adolescentes al mostrar la fotografía de la hermana mayor de Alicia, Lorina, desnuda y en una postura indecorosa. La autoría de la foto se atribuye a Carroll, aunque no hay una certeza total sobre ello (algunas de estas fotos aquí). En el documental, el periodista Will Self lo tilda de «pedófilo reprimido». Y añade: «Es un problema cuando alguien escribe un gran libro, pero no es buena persona».
La foto descubierta es la «imagen que ningún padre habría consentido que se tomara de su hija», como subraya en el documental su presentadora, Martha Kearney. A raíz a esto, a Carroll ya le llaman el «Jimmy Savile victoriano», en referencia al presentador estrella de la BBC que abusó de decenas de menores.
Versión de la bisnieta de Alice
La descendiente de Alice ha escrito una novela, publicada recientemente, en donde indaga sobre la relación de Carroll con la musa de sus historias. «He buceado en los recuerdos y la historia de la familia para escribir la novela, resultado de 10 años de investigación», explica Vanessa Tait, la bisnieta de Alice, una joven atractiva y simpática de aspecto definitivamente nada victoriano, pero de soñadores ojos castaños y larga trenza. «He ficcionalizado los hechos y los cuento desde la perspectiva de la institutriz, una mujer naíf a la que Carroll utilizó para acercarse a las niñas Liddell a su cuidado».
Tait dice que Carroll tenía un lado oscuro, «muy raro», y está segura de que en la relación del escritor con Alice, a la que convirtió en su heroína, había algo más que sentimientos inocentes. «Carroll era increíblemente encantador, pero también muy calculador, hacía que las niñas se lo pasaran muy bien y cautivó a la institutriz».
¿Qué se cuenta en la familia sobre esa situación? «Mi familia tiene cartas privadas de las que se desprende que Lewis Carroll quería casarse con Alice, aunque nunca hizo proposiciones. En una de esas cartas, de su hermana mayor, Lorina, a Alice, cuando ambas eran ya ancianas, se menciona que el escritor era demasiado afectuoso con esta y la sentaba sobre sus rodillas. La madre de mi bisabuela habló con Carroll del tema del afecto excesivo, que le preocupaba, y este al parecer se enfadó y, ofendido, dejó de acudir a casa de los Liddell. El tema está abierto a muchas interpretaciones».
Pero ¿qué cree Tait? «Creo que sí, que la quería, que aspiraba a casarse con Alice —se especula con que pidiera su mano a los 11 años (entonces él tenía 31)—, pero que nunca forzó los límites».
Una historia de multiperspectivismo, literaria, por lo menos, tratándose de un escritor. ¿Nos quedamos con una versión o tendrán todas algo de verdad?