La pasada semana, ‘The Guardian’ desveló que todos los jóvenes suecos de 16 años van a recibir una copia gratuita del ensayo ‘Todos deberíamos ser feministas’ de la autora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, editado en nuestro país por Random House al económico precio de 4,90 euros. Se trata de un breve volumen de 72 páginas que recoge y desarrolla la charla que la autora dio en TED en diciembre de 2012 y que provocó que se haya convertido en uno de los grandes iconos del feminismo global.
Se trata de una iniciativa llevada a cabo de manera conjunta por el Lobby de las Mujeres Sueco y la editorial Albert Bonniers, con el objetivo de que los más jóvenes tomen conciencia sobre los problemas de género, tanto en países en vías de desarrollo en África como en Occidente, ya que la charla de Adichie se refiere a ambos. “Esta es la clase de libro que me hubiese gustado que todos mis compañeros hubiesen leído cuando tenía 16 años”, ha manifestado la presidenta de la organización, Clara Berglund. “Es importante contribuir a este proyecto. Es un regalo para todos los estudiantes de secundaria, pero también para nosotros y las próximas generaciones”.
Adichie nació en Nigeria en 1977, creció en la ciudad universitaria de Nsukka, al sudeste del país, y a los 19 años se mudó a Estados Unidos donde estudió Comunicación y Ciencias Políticas en la Universidad de Drexel. A pesar de su producción narrativa, entre la que se encuentra las también publicadas en España ‘Americanah’ y ‘Medio sol amarillo’, ha sido su charla en TED la que le ha otorgado fama mundial. Incluso Beyoncé llegó a samplear dos frases de la misma en su canción ‘Flawless’ (“enseñamos a las niñas a que se acobarden, para que sean más pequeñas. Decimos a las chicas, ‘debes tener ambición, pero no demasiado‘”).
¿Qué tiene el discurso de Adichie para que se haya convertido en una referencia feminista global? En primer lugar, su capacidad para partir de lo personal y lo local (la tremendamente machista sociedad nigeriana) para construir un retrato general en el que todo el mundo tiene su parte de responsabilidad. Al comienzo, la autora explica cómo de joven se acostumbró a ser llamada despectivamente “feminista” de manera despectiva. Incluso un periodista cultural –de un nivel socioeconómico alto, se entiende– le aconsejó que no se definiese a sí misma como una feminista puesto que “las feministas son mujeres infelices porque no pueden encontrar un marido”.
La palabra “feminista”, recuerda, ha sido ridiculizada como alguien que “odia a los hombres, odia a los sujetadores, odia la cultura africana”. Pero Adichie reivindica la palabra como una manera de poner de manifiesto las injusticias que aún existen en las relaciones entre ambos géneros. “Mi bisabuela, por las historias que he oído, era una feminista”, explica. “Escapó de la casa de un hombre con el que no quería casarse y terminó haciéndolo con el hombre que ella quiso. Se negó a muchas cosas, protestó, se manifestó siempre que sentía que le estaban negando el acceso a tierras o cosas así. No conocía esa palabra, “feminista”, pero eso no significa que no fuese una.
Reprimimos la humanidad de los niños. Conseguimos que tengan miedo de sentir miedo, de ser débiles y de reconocer sus vulnerabilidades
Muchos de los ejemplos que pone la autora harán sentirse identificadas a otras mujeres. Por ejemplo, cuando se habla de los sacrificios que se hacen para el buen funcionamiento de la relación. Mientras que para los hombres eso suele significar “no ir al bar todas las noches”, para las mujeres eso quiere decir“renunciar a un trabajo, a un sueño, a tu carrera”. O la diferencia a la hora de hablar de la pérdida de la virginidad, algo que para las chicas parece que debe ser un momento sagrado, y que también se extiende al sexo: “Las chicas terminan convirtiéndose en mujeres que no pueden reconocer que sientendeseo. Y crecen –eso es lo peor que le hacemos a las chicas– para convertirse en mujeres que han hecho de fingir en una forma de arte”.
Feminismo para hombres
Otra de las particularidades del discurso de Adichie es que se refiere explícitamente a los hombres, no como el enemigo sino como un género que debe empezar a preocuparse por cambiar las cosas… También por su propio bien. La autora considera que su hermano es “el mejor feminista que conoce”, y lo define como un hombre “amable, guapo, simpático y muy masculino”. Adichie ataca los habituales discursos que se basan en el evolucionismo para explicar las diferencias entre hombres y mujeres: “La persona que va a destacar no es la más fuerte físicamente, sino la más creativa, la más inteligente, la más innovadora, y no hay hormonas para estos atributos”.
Existen grandes problemas con la educación a los niños, y no únicamente porque consideren que las chicas son menos capaces de ellos: “Reprimimos la humanidad de los niños”, recuerda. “Definimos su masculinidad de una manera muy estricta. La convertimos en una pequeña jaula y ponemos a los niños dentro de ella. Les enseñamos a que tengan miedo de sentir miedo. Enseñamos a los niños a que tengan miedo de la debilidad y la vulnerabilidad”. Mientras que las mujeres han de sacrificar sus sueños en favor de los de los hombres, estos deben ponerse una máscara para ocultar todas sus inseguridades.
El discurso que los niños se ven obligados aprender, por lo tanto, es el del éxito. “Haciéndolos sentir que deben ser duros provocamos que tenganpersonalidades muy débiles”, señala la autora. “Cuando más duro necesita ser un hombre, más débil es su personalidad”. Ello tiene diversas traducciones. Por un lado, que se eduque a las mujeres para que no sean ambiciosas, puesto que ello puede molestar a los hombres. Por otro, que se adopten reglas injustas en las relaciones entre géneros. Adichie pone el ejemplo de la convención social que sugiere que si dos adolescentes salen en una cita, debe ser el hombre el que pague. “Quien tenga más, que pague” es la alternativa que propone la autora. Aunque resulte difícil, rechazar las ideas interiorizadas que hemos adquirido durante nuestra socialización es esencial si queremos mejorar como personas y como sociedad.